La suerte de este documental ha sido semejante a la que tuviera durante su premier hace dos años en una galería privada de Cuba. Y otra vez una proyección de Nadie, el más reciente trabajo de Miguel Coyula (La Habana, 1977), queda determinada por incidentes ajenos al arte en sí, situación que ya experimentó en Miami, Mar del Plata y Beirut.
Pero, esta semana el tropiezo ocurrió en Buenos Aires, donde el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal), entidad que recibe a Miguel, y a Regina Coyula, prima suya y viuda de Rafael Alcides, protagonista del audiovisual, tenía todo listo para una proyección en el auditorio del Ministerio de Relaciones Exteriores.
“Tres días antes le dijeron al director de Cadal, Gabriel Salvia, que necesitaban el salón para otra cosa, algo que es muy raro. Hoy dieron la respuesta oficial. La persona del contacto explicó que los de la sala defendían el derecho a pasar la película, pero alguien, no se sabe exactamente quién en el Ministerio, decidió que no era conveniente.”
El asunto fue resuelto con alternativas y Nadie pudo verse en la propia sede del centro auspiciante, situado en la zona de Retiro. En la misma semana también fue visto en Santiago de Chile y Montevideo. “El público ha tenido una mente abierta para problematizar”, dice Coyula.
Hace siete años intercambiamos brevemente en el café Tres Lucías de Holguín, cuando Coyula participaba en unas Romerías de mayo con su Memorias del desarrollo, adaptación de la novela escrita por Edmundo Desnoes que fuera estrenada en 2010.
Entonces su reputación de joven cineasta con talento era tan evidente como la de un muchacho por lo menos “problemático”. Entre organizadores y amigos mejor informados se murmuraba que la proyección del filme podría ser interrumpida, censurada, evitada. El hecho, por suerte, no ocurrió.
“Tú nunca debes hacer una película sobre un tema que odies o ames, si no se convierte en propaganda. Una película es para problematizar un asunto. Lo que pasa es que mucha gente va a ver el cine político para ratificar una postura que ya tiene sobre algo. A mí lo que me interesa es sacudir al público. El cine debe ser incómodo en ese sentido”, dice esta vez.
Durante este encuentro tan lejos del Caribe, el ambiente es sosegado como un café de provincia aunque la ciudad de Buenos Aires esté siendo aún más caótica que de costumbre. Las mujeres repletaban los medios de transporte en busca de la Plaza de Mayo, las filas de autos parecían congeladas e interminables. Yo había tenido que caminar veinte cuadras a toda velocidad pero Miguel Coyula daba la impresión de no haberse enterado en aquel onceno piso delante de una computadora.
Dijo estar contento con el resultado de la visita a Buenos Aires, y al verle de cerca lo noté algo agotado debido a la gira: “La reacción ha sido buenísima. Es lo que más me choca, porque de mis películas esta es la que conecta de manera más directa con un público general. A nivel de lenguaje no es tan compleja como mis trabajos anteriores y, sin embargo, ya sea por una razón o por la otra, ya sean los programadores de festivales o cuestiones políticas evitan llegue al público para el cual está destinada. En América Latina tendría un encuentro importante con esa generación que creció admirando a la Revolución cubana y que luego se ha desilusionado, o al revés también”.
Nadie, dice él, es como “un fluir de la conciencia” de Rafael Alcides, el escritor bayamés nacido en 1933 y fallecido el año pasado a los 85 años en La Habana. O, tal vez sea acertado decir que el filme es también un monólogo franco con momentos divertidos, casi siempre triste o emocionante de la historia de un hombre que prefirió encerrarse en su palacio de manuscritos y pequeñas cosas familiares antes de confabularse con algo que no compartía ya”.
“Alcides no había querido dar entrevista. No le gustaba. Y yo nunca había hecho un documental, salvo uno en la escuela de cine. Me gusta construir realidades, no me interesa una representación realista del mundo. En el caso de Nadie me interesa la honestidad que tiene él, que siendo una persona que creyó en la Revolución y que luego se decepcionó no tiene miedo de decirlo delante de una cámara”.
El trabajo de Coyula, además de poseer la cualidad de conquistar la atención del espectador con una narración matizada por acertados efectos visuales y sonoros, logra un equilibrio en lo que al entrevistador y su posición ante la sociedad supone. Para uno, después de ver el documental, Rafael Alcides no es un mártir ni una víctima, aunque pueda haber sido ambas cosas al tiempo: es un hombre apasionado que habla sobre las heridas causadas debido a esa pasión.
Se trata de “una película que tiene factura de documental, pero que en el fondo es una película”, llegó a decir el propio Rafael Alcides, mientras que para su director “es una historia de amor entre dos hombres y una mujer. Los dos hombres son Rafael Alcides y Fidel Castro, y la mujer, la Revolución. A partir de ese triángulo se construye el documental. “La Revolución es la vieja novia de uno, y a esa vieja novia se le sigue amando de algún modo”, explicó el poeta.
Entre la producción literaria de Rafael Alcides Pérez destacan los poemarios Agradecido como un perro, Premio de la Crítica en 1983, Nadie (1993) y Conversaciones con Dios (2014). Del mismo modo, tiene novelas como El anillo de Ciro Capote (2011) y la recopilación de crónicas Memorias del porvenir (Premio Café Bretón & Bodegas Olarra, AMG Editor, Logroño, 2011)
En 1965 fue la única mención del género novela, ese año desierto, en Casa de las Américas con un libro que llevaba como título Brigada número 2506, luego retitulado Contracastro. Contó con Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Jaime Sarusky y David Viñas como jurados.
El 30 de junio de 2014, cansado de que sus libros publicados en el exterior fueran confiscados en la aduana y las oficinas de Correos, entregó su carne de la UNEAC junto a una carta escrita a Miguel Barnet donde exponía su decisión. La UNEAC era el último hilo que lo mantenía ligado a instituciones cubanas.
Un año después recibió el Premio Nacional de Literatura Independiente Gastón Baquero otorgado por Neo Club Ediciones, el Club de Escritores Independientes de Cuba y el Instituto la Rosa Blanca.
“El arte es manipulación de hechos”. “Los poetas viven en otra dimensión psicológica”. “El artista es un profeta y al mismo tiempo es un testigo, documenta su tiempo”, dice en tres momentos de Nadie Rafael Alcides, con su oralidad dramática y su barba que al ser silueteado adquiere la apariencia de su antagonista.
Casi al final, una frase parece resumirlo: “Yo escribí novelas para que se perdieran pero en definitiva son novelas. Lo importante es lo otro que hemos perdido, la oportunidad del sueño”.