A través de Ernesto, un personaje que se conecta por primera vez en una zona wifi recién abierta en Cuba, se narran los conflictos y tribulaciones de un ciudadano cubano cualquiera en un parque de La Habana. Así se nos presenta La Red, un cortometraje del cineasta Orlando Mora que compitió en la categoría de ficción en la última Muestra Joven del ICAIC y fue seleccionado como parte de la nómina del Festival Internacional de Cine de Gibara.
Para Orlando, estudiante de tercer año en la Facultad de Medios Audiovisuales (FAMCA) del ISA, el cine es su única creencia. Su elegguá –en el sitio donde otro cubano tuviera alguna deidad de la religión yoruba– es un paródico Chaplin. A ese elegguá le pone Orlando caramelos, aguardiente y un Cohiba.
A propósito de La Red, corto donde refleja la relación de los cubanos con Etecsa y la (des)conexión a Internet desde la Isla, cuenta a OnCuba: “Durante la filmación hubo momentos de puesta en escena porque lo que hicimos fue ficcionar sobre la base de una realidad, pero también incorporamos elementos de documental, como un reportaje a inicios del cortometraje, imágenes captadas en zonas wifi, de personas que iban a conectarse”.
“Además creamos algunos personajes –agrega. Desde que inicié el corto pensé que era una buena oportunidad para que coexistieran ficción y documental. Lo que sucede es que no es lo mismo estar en un parque y ser partícipe de la vida de esas personas como un conectado más, que estar frente a ellos con una cámara. Era demasiado invasivo y hubiera sido muy difícil que nos dejaran introducirnos en su espacio. Por eso recurrí a la dramatización de las escenas más típicas que encontramos allí y traté de buscar también una variedad de personajes para poder recrear los conflictos, frustraciones, edades… y que eso, a la vez, dialogara con el personaje central de la historia”.
¿Qué querías mostrar con La Red, más allá de lo que se ve?
No quise esconder nada, sino que todo estuviera ahí para el público, para dar pistas sobre esa nueva realidad social y la incertidumbre que genera. Porque cuando abrieron las zonas wifi, que fui a conectarme por primera vez, me sentía como un ignorante, con la tarjeta en la mano, y el tiempo corriendo porque no sabía cómo utilizarlo.
Por otro lado, mi acercamiento al tema vino de la convergencia en un espacio público de personas que tratan de buscar su espacio privado. También el corto tiene trata de sentimientos encontrados y la idea del “¿me quedo o me voy?” que atraviesa a la Cuba contemporánea.
En la reciente Muestra Joven algunos señalaron la falta del humor, pero este corto atraviesa cierta zona humorística…
Como guionista respeto muchísimo el humor y no me siento capaz de crear una comedia exitosa, no me relaciono mucho con ese género; en cualquier caso, quise recrear el sentimiento de una persona cuando se conecta y, si se trabaja el humor, se hace desde la ironía, con un tono más bien amargo, negro.
¿Te apoyaste en alguna investigación comunicológica o sociológica?
No fui a investigaciones preexistentes, sino que utilizamos la observación en distintas zonas wifi, no solo en la que escogimos para filmar –que fue un parque del Vedado– pues aunque hubiera sido más rico filmar en otras zonas, desde el punto de vista del sonido esta nos favorecía.
¿Qué es La Red en tu corta carrera?
La Red es un trabajo importante, el primero que comparto con el público. Anteriormente me había centrado en temas sobre la identidad personal, pero eran historias con un trasfondo muy sicológico, y con La Red salgo del conflicto del “yo” al de varios, al del contexto. Es un trabajo en el que hemos tenido mayor comunicación al interior del equipo; creo que es un trabajo más logrado. Y estuvo en concurso en el festival de Gibara: tremenda sorpresa.
¿Qué sigue luego de este proyecto?
Ahora estamos en la posproducción de un documental sobre la práctica en Cuba del Cosplay, una manifestación cultural que se extendió en Japón y Estados Unidos. Quienes lo practican son, por lo general, adolescentes y jóvenes, aunque no solo ellos, pues tenemos un personaje de 35 años que lo realiza.
En el país es algo novedoso. Se trata de personas que asumen personajes de la cultura Anime, de los videojuegos, y confeccionan ellas mismas sus trajes, aunque algunos son demasiado complejos. Incorporan la teatralidad e incluso a veces se presentan en espacios públicos como plazas y parques.
¿Es una manifestación de teatro callejero, como el Movimiento de Estatuas Vivientes?
Lo conciben como una representación muy compleja que va desde la selección del personaje, la confección de los trajes, hasta la representación teatral. Es más bien una cultura. Hay muchos grupos en el país, son numerosos y a mí me llamaron mucho la atención.
Los protagonistas del documental asumen personajes de series mangas como Alphonse, de Full Metal Alchemist; Jack Skellington, de Pesadillas antes de Navidad; Nefertari Vivi, de One Piece; entre otros.
En el caso de Nefertari Vivi, quien lo representa es una joven llamada Patricia París Díaz, estudiante de Historia y ha sido un descubrimiento muy interesante porque ella tiene mucho talento para las actividades manuales a la hora de confeccionar su vestuario y, a partir de este documental, se dio cuenta de que su verdadero interés se halla en el ámbito artístico, por lo que se presentará a las pruebas de actitud del ISA para diseño de vestuario.
En Camagüey se celebran cada año las Jornadas Artecomic el único evento en Cuba dedicado únicamente al cómic y no faltan los cosplay. No dejen de filmarlo.
ME ENCANTÓ ESTE ARTÍCULO FELICITACIONES A LA TALENTOSA DARCY