Entran a la sala no como una imponente montaña sino como tres viejos amigos revitalizados por su mutua compañía. Están hablando de películas. Martin Scorsese entra primero, luego Al Pacino, después Robert De Niro. Les sigue un pequeño ejército de publicistas y asistentes que se esfuma rápidamente. Durante la conmoción del momento, Scorsese recuerda con entusiasmo A Matter of Life and Death de Michael Powell y Emeric Pressburger, y le recita diálogos de este clásico a un extasiado Pacino.
Su película de tres horas y media, The Irishman, también lidia majestuosamente con temas de vida y muerte. Al igual que la fantasía de Powell y Pressburger sobre el paso al más allá, The Irishman reflexiona sobre una vida –la del sicario de la mafia convertido en socio de Jimmy Hoffa Frank Sheeran (De Niro)– aunque con menos certeza de que haya un juicio final.
En la solemne épica de Scorsese sobre el crimen organizado, el tiempo es uno de los temas principales. Y en una conversación llena de reflexiones sobre el pasado y la incertidumbre ante el futuro, el tiempo es algo que está en las mentes del poderoso trío. The Irishman fue realizada por leyendas de Hollywood setentonas completamente conscientes de que ya no tienen una vida por delante.
“Como dicen en la película, va a pasar. Todos somos humanos. Vamos a morir”, dice Scorsese. “La naturaleza contemplativa de esto tiene que ver con la acumulación de detalles. Es bueno para nuestra cultura poder tomarnos el tiempo y vivirlo. Puede gustarte o disgustarte, pero las cosas pasan demasiado rápido ahorita. Vemos el resultado de eso en lo que está sucediendo en nuestro país. Recibimos una cita sin contexto. La gente está demasiado ocupada. Es hora de tomarse un tiempo”.
Y tomó años reunir a Pacino, De Niro y Scorsese. The Irishman es su primera película como un trío, algo que de por sí le da al filme una sensación de momento histórico. Es una última batalla; su respuesta colectiva a un mundo donde el tipo de cine de Scorsese está desapareciendo, donde películas de más de tres horas están reservadas sólo a Marvel.
The Irishman fue impulsada desde un principio por De Niro. El actor se sintió atraído al libro de Charles Brandt sobre Sheeran, I Heard You Paint Houses, y vio el potencial de darle un giro más meditabundo al género del crimen organizado con el cual él, Scorsese y Joe Pesci (quien interpreta al don de la mafia Russell Bufalino en la película) están tan vinculados. Tomó más de una década hacerlo, y entonces adquirió fuerza gracias a los mejores efectos digitales de rejuvenecimiento, que estiraron las interpretaciones de los actores décadas, y al apoyo financiero de Netflix. La cinta terminó costando 159 millones de dólares.
Pero para ellos, la larga espera valió la pena.
“No pude haber pedido nada más. Punto. Es todo”, dice De Niro.
“Realmente fue un tipo de situación excepcional. Fue chistoso. Marty ahí, Bob. También fue fácil. Es lo que hacemos”, agrega Pacino.
Sus nombres juntos tienen gran simetría fonética, pero sería difícil encontrar tres personas más distintas en cuanto a ritmo. La feroz verbosidad de Scorsese no ha amainado con los años; él es el puntillista. Pacino, siempre ansioso por improvisar, es el impresionista. Y el más taciturno De Niro, el minimalista. Pero su común denominador en un día reciente de otoño, luego que The Irishman recibiera críticas maravillosas en el Festival de Cine de Nueva York, era la simple alegría de estar juntos. Lucen como pillos envejecidos que acaban de cometer el robo de sus vidas.
Scorsese y De Niro, por supuesto, han colaborado a lo largo de los años en nueve largometrajes, pero habían pasado 24 años desde su última cinta, Casino. Pacino, pese a las probabilidades, nunca había trabajado con Scorsese. Compara la experiencia con caminar la cuerda floja, “sólo que Marty era la red; nada malo iba a pasarme”.
Sí estuvieron cerca de trabajar juntos en el pasado.
“Al, yo siempre quise trabajar contigo. Nos conocimos por medio de Francis Coppola”, dice Scorsese. “Para entonces surgieron otros proyectos, no tenía el caché o cierto tipo de historias; tú ya habías cubierto el terreno, como en Scarface o Carlito’s Way”.
“La (película) grande que yo quería hacer –habían muchas– era la de Modigliani”, dice Pacino en referencia a una cinta biográfica sobre el pintor y escultor judío italiano que no llegó a realizarse.
Scorsese admite que ese era un buen guion, pero le recuerda a Pacino que pasó demasiado tiempo en los 80 luchando para que los estudios lo apoyaran.
“Lo que pasó es que toda la industria cambió”, explica Scorsese. “Estrenamos Raging Bull (‘Toro salvaje’) nueve o diez días antes de que el mismo estudio, UA, lanzara Heaven’s Gate (‘La puerta del cielo’), y entonces esa película se vino abajo por una crítica del New York Times y fue el fin del llamado cine auteur de Estados Unidos”.
Scorsese prosigue recordando lo difícil que fue para él conseguir hacer The Last Temptation of Christ (“La última tentación de Cristo”). Inicialmente el rodaje se canceló apenas unas semanas antes de comenzar. “Lo tomé como una voz que me gritaba ‘¡Vete de Los Ángeles!’ Así que volví a Nueva York y empecé de nuevo”.
“Yo vi esa en el (cine) Ziegfeld. ¡Increíble! Ya no existe más el Ziegfeld”, dice Pacino.
El cierre del gran teatro en el centro de Manhattan es apenas uno de los cambios de los últimos años. The Irishman es la segunda película de Scorsese este año con Netflix y, como el director ha proclamado repetidas veces, el servicio de streaming era el único dispuesto a producirlas. Su consternación con Hollywood, cada vez más dominada por el taquillazo, ha sido un punto focal en el estreno de The Irishman y ha llevado el filme a un debate más amplio sobre la industria actual.
Scorsese cree vehementemente que el cine debe hacer más que serenar a los fans.
“Todo ha sido complacer a la audiencia en lugar de desafiarla. Desafiar un poco –quizás más que un poco– enriquece a la audiencia, y enriquece a nuestros niños. No hagan el público adolescente o infantil. La audiencia está frente a ustedes”, dice Scorsese mientras Pacino y De Niro asienten con la cabeza.
Netflix proyectará The Irishman en cines por un periodo exclusivo de tres semanas, incluyendo en el Teatro Belasco de Broadway. A partir del 1 de diciembre podrá verse vía streaming. Se anticipa que sea una de las contrincantes más fuertes esta temporada de premios, y que le dé a Netflix otra oportunidad de alzarse con el Oscar a la mejor película.
The Irishman es decididamente más sombría y elegíaca que Goodfellas y Casino, y emerge de las propias reflexiones de vida del trío. “Puede estar en diálogo con esos filmes”, dice Scorsese. “GoodFellas está en un nivel y Casino lo lleva a otro. Y ese nivel termina, en cierto modo, al final de Casino. Es el final de esa era y de ese entusiasmo por el mundo”.
Más que esas películas, The Irishman sugiere un mundo lejos de la avaricia, la brutalidad y la corrupción: un mundo perdido para sus personajes, pero no para De Niro, Pacino y Scorsese. Cuando se juntan, dicen, realmente no hablan mucho de cine.
“Hablamos de nuestros hijos”, dice De Niro.
“Se trata de vivir, realmente”, dice Scorsese.
“Y, ‘¿cómo consigo un doctor en esta ciudad?’”, agrega Pacino entre risas.
“Esa es la otra cosa”, exclama Scorsese. “Doctores, medicinas. ¡Está eso también! ¡Ay, no!”.
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