Un joven se enfrenta a la cámara y a la realidad de la calle de manera improvisada, abrazando la búsqueda de un decir diferente, de un lenguaje que se asoma a la Cuba de hoy desde perspectivas renovadoras. Así, echando mano a las pocas herramientas disponibles, los nuevos realizadores protagonizan la presente Muestra Joven del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
Inaugurada el pasado martes en el capitalino cine Chaplin, y programada hasta este domingo, la más seria y extensa exposición del audiovisual cubano llegó a su décimo tercera edición. Durante estos años, las tecnologías digitales han hecho más accesibles el rodaje y la edición de las obras pero aún son evidentes las dificultades en la distribución y exhibición, la falta de recursos y la compleja relación con las instituciones culturales.
Si en los 90 las coproducciones extranjeras fueron la mejor alternativa para hacer cine en medio del período especial, hoy no se requiere estar dentro de la industria para producir una obra y cada vez más, los directores en la Isla apuestan por la realización independiente.
Fernando Pérez, quien recientemente ha incursionado en esta modalidad con su película “La pared de las palabras”, manifestó a OnCuba que el no reconocimiento de la legalidad de las producciones individuales constituye un problema fundamental para los jóvenes realizadores. “Es necesario que se regule nuevamente todo el sistema de producción, distribución y exhibición del cine en Cuba para dinamizar lo que ha estado regido por el ICAIC hasta el momento. El sistema que respondió a la creación del Instituto en los años 60, tiene que actualizarse, transformarse, y modificarse”.
Otra dificultad indudable es la falta de presupuesto, muchas veces suplida por la ayuda de fuentes privadas, embajadas extranjeras, organizaciones no gubernamentales o amistades interesadas en el séptimo arte.
El productor y guionista Adolfo Mena, ganador absoluto en la anterior edición de la Muestra, comenta que ha financiado sus cortometrajes con la ayuda de la Embajada de Noruega, la Fundación Ludwig, así como recursos y medios de amigos especiales e instituciones como la Escuela Internacional de Cine y Televisión y el teatro El Público donde se desempeña como asistente de dirección.
Para Mena, que esta vez regresa con el corto Miénteme bien, Jackie Chang, otra barrera es el limitado acceso a Internet con que cuentan los nuevos creadores. “Para inscribirse a festivales, conseguir financiamiento a través de solicitudes a fondos, etc., es imprescindible tener una buena conexión a Internet. Solo así se puede hacer un cine espectacular, que haga a la gente temblar o mearse o excitarse, que perturbe, que estremezca”, expresó.
Llegamos entonces al mayor obstáculo que enfrentan los jóvenes realizadores: la inserción de la obra dentro de los circuitos de distribución y exhibición cinematográfica del país.
Según Fernando Pérez, “El cine hecho por los jóvenes no está en las salas, y mucho menos en la televisión”. Los escasos modos que tiene un emergente realizador de insertarse en los circuitos de distribución son la Muestra y otras citas como el Festival Imago de la Facultad de Medios Audiovisuales del Instituto Superior de Arte y el Festival de Cine Pobre de Gibara.
Más allá de estos espacios de muy corta duración no existen muchas oportunidades de exhibición. Y es una realidad que a partir de la llegada de la tecnología digital la gente casi no acude a los cines. Finalmente, debido a la poca presencia de público, los materiales solo son vistos por poco más de 50 personas.
“A pesar de los todos los problemas, la Muestra se ha convertido en el espacio de percepción del estado actual del cine joven en Cuba, además de un lugar donde los creadores se encuentran y comparten ideas”, agregó Fernando Pérez.
En medio de una industria deprimida e insuficiente, las obras de los nuevos realizadores mantienen ese espíritu inquieto que contradice y se cuestiona, mientras luchan por una permanencia dentro del cine nacional.
Por Elcira Martínez Adán