Sugar, Cigars and Revolution, the Making of Cuban New York (New York University Press, 2018) es el último trabajo del profesor Lisandro Pérez, fundador del Centro de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de Florida y actualmente docente de Estudios Latinos y Latinoamericanos del John Jay College, en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Este año fue galardonado con una Mención Honorífica en el Premio Casa de las Américas, en la categoría de Premio de Estudios sobre Latinos en Estados Unidos.
El autor no niega que su obra es un libro elitista porque en vez de enfatizar lo popular se concentra en demostrar que fue la aristocracia la que se afincó, abrió sendas y consolidó a los cubanos en Nueva York.
Félix Varela fue el primero, José Martí quizás es el cubano más conocido en lo que comenzaba a ser la Babel de Hierro. Por allí pasaron también Antonio Maceo y Máximo Gómez. Pero quienes realmente dejaron una marca fueron las familias de la aristocracia azucarera. Los Aldama, los Mora, los Alfonso, los Acosta, los Jová, cuya huella, pese a la ruina de algunos, perduró mucho más allá de la importación de azúcar y el desarrollo industrial.
Es un libro de lectura fácil, aunque tenga una apariencia compacta y densa. Se aprende mucho. Revela un universo desconocido. Pero apasionante. Nos sentamos una tarde a conversar con Lisandro Pérez, acabado de cumplir los 70 años, en su casa en un apacible barrio de Miami.
Encontré en el libro muchas cosas de las que no tenía idea. Cuba y New York van mucho más allá de Martí. La gente está convencida de que Martí es el gran símbolo cubano en New York, pero no lo es.
Cuando empecé este proyecto la gente me preguntaba en qué estaba trabajando y les decía que en Cuba y Estados Unidos alrededor del siglo XVIII y XIX. Pero realmente la historia es que después que Martí va a Nueva York ya hay un trillo, se puede decir, un camino ya bien usado de cubanos que van allá. En realidad no es el primer cubano, lo fue Félix Varela –empiezo con la historia de Varela, que llega en 1823–, pero esa historia comienza mucho antes con los lazos comerciales como el azúcar y con la revolución azucarera en Cuba a finales del siglo XVIII.
Ese azúcar que se estaba produciendo cada vez más en Cuba se vende en Nueva York. No era un producto de España. Entonces los cubanos crean cuentas en Nueva York y se forma ese puente que comienza a animar ese lugar. Cuando Varela sale, se queda en New York. Lo considera el lugar más cercano a La Habana y, claro, todos los días había un barco que iba.
Llega a un punto en que las comunicaciones comerciales con New York eran mayores que con Florida…
En ese entonces la Florida no era nada. Había algunas fábricas de tabaco, pero muy pequeñas en Cayo Hueso. Tampa no abre hasta 1886. La industria tabaquera no abre hasta entonces y fue introducida por tabaqueros que estaban en New York, cuando la Guerra de los Diez Años. Se establecen en Ybor City, pero New York sigue siendo el origen de todo esto. Claro, Ybor City por los años 1890 sobrepasó a New York.
La inmigración que va a New York más allá de la industria azucarera es una inmigración industrial, pero también tiene otra faceta. Es un inmigración que no rechaza la cultura. ¿Esas familias en el fondo se introducen en la familia cultural de la ciudad?
En parte porque eran la élite. Una de las cosas en que el libro es distinto a algunos de los que se han escrito sobre la presencia latina en New York, es que enfatiza en la población afro y laboral en New York, en parte porque son temas de interés de los afrolatinos en New York. Pero el mío realmente no es así porque lo que descubro es que esas migraciones las inician las élites. El punto de partida de esa emigración cubana es el negocio del azúcar. Y los que van y vienen y se establecen son élites habaneras. Gente criolla habanera.
En ese sentido, hay ciertos paralelos entre esa inmigración y la inmigración cubana contemporánea al triunfo de la Revolución. Los primeros en mayor proporción son las élites, están comprometidos con la situación política de la isla y hacen todo un cabildeo y una serie de actividades para cambiar el régimen en la isla y hay documentos por ahí que para comprar a Cuba, para que Estados Unidos se interese con todo lo de Cuba, esa élite hace todo un cabildeo, inclusive impulsado por el mismo Carlos Manuel de Céspedes. Cuando estalla la guerra del 68, Céspedes nombra a toda una delegación de hacendados para representar a su gobierno en Washington a fin de lograr una política favorable al cambio de régimen en Cuba. Hay esos paralelos. Es una élite que montó un cabildeo a los niveles más altos del gobierno de Estados Unidos.
Esa gente quería, obviamente, separarse de España, pero ¿también quería ser anexada por Estados Unidos?
Eso cambia con el tiempo. Cuando empieza en 1840 y algo, es un movimiento anexionista. Es decir, los cubanos que están ahí prominentemente en New York, son anexionistas. La idea es que Cuba abandone el régimen opresivo colonial y entre a la era moderna como un país progresista como Estados Unidos, pero en parte era para extender la esclavitud. Y ellos veían que España estaba flaqueando ante las presiones británicas. Pensaban que el modelo era Estados Unidos, eliminar la trata pero mantener la esclavitud. Los hacendados ya se estaban preocupando porque Cuba se estaba convirtiendo en algo negro con todos los esclavos. Favorecían ese modelo, repito: eliminar la trata, pero mantener la esclavitud. Y para ellos el mejor modelo era el de Estados Unidos.
Es cuando nace la bandera cubana. Nace con un movimiento anexionista y es una bandera profundamente anexionista. Esa bandera nace en New York. Los hacendados no querían la guerra, destruía las tierras, y había muchos conflictos dentro de la comunidad cubana en New York. Muchos pensaban que estos hacendados que Céspedes había puesto en control del movimiento no estaban haciendo lo suficiente para llevar la guerra a Cuba.
¿Por qué para los hacendados Estados Unidos era más importante que España? ¿Los españoles no se interesaban por el azúcar?
New York fue el primer centro de refinación de azúcar en Estados Unidos. Estoy hablando de casi a final del siglo XVII, los 1600. Ya para esta época había 14 o 15 refinerías de azúcar en New York. Entonces la idea es comprar el azúcar procedente de Cuba, una especie de turrones de azúcar prieta, eso se refinaba y se compraba así a los hacendados. Cuba no tenía capacidad de refinar. Esas oficinas en Nueva York, llamadas county houses, recibían ese azúcar en el puerto, se les consignaba, cobraban su comisión y entonces había cuentas porque estos hacendados no querían tener su dinero en Cuba.
Sin embargo era mucho más que la venta del azúcar. Esa gente dependía y confiaba en la empresa correctora de azúcar estadounidense Moises Taylor. Por ejemplo, Tomás Terry, el hacendado de Cienfuegos, le manda pedir a Moises Taylor que, por favor, le compre de su cuenta una sortija y un collar para su hija que se va a casar. Cuando Tomás Terry manda a sus hijos a Nueva York, los pone bajo la patria potestad de Moises Taylor. Confiaban totalmente en esa casa. Moises Taylor estaba encargado de atender a esos niños, de comprar joyas, de los pedidos que tenían.
Cuando los hacendados son forzados a salir en 1868, toda esa aristocracia criolla azucarera de La Habana ¿a dónde va? A New York porque ahí está todo su dinero. Además han estado muchas veces allí. Ya para 1850 y algo, los cubanos se conocen en New York como un grupo adinerado, con ese aire de aristocracia europea. A partir de 1870 son el grupo de origen latinoamericano más grande de New York, más allá de los españoles y todos del Caribe. También temenos el tráfico de barcos. Entre 1830 y 1850 el número de barcos que llegan directamente del puerto de La Habana a New York es totalmente superior a los que vienen de todos los puertos de América Latina y España. Ese era el comercio. Ahí estaba.
¿El comercio comienza a decaer cuándo y cómo? ¿Cuando la aristocracia se va o cuando termina la guerra independencia?
Ese tráfico seguía un poco durante la Guerra de los Diez Años porque había algunos hacendados que no tuvieron que irse y seguían vendiendo el azúcar y el azúcar llegaba. Pero también fue por el problema de la guerra, que afectó mucho la industria del azúcar. El gobierno español le embargaba los bienes a cualquier persona que se iba del país. Otro paralelo de que hablábamos. Inclusive después de la guerra, cuando el Pacto de Zanjón, los españoles declaran una amnistía, o sea, regresaban pero nunca se dijo nada de las propiedades.
Los historiadores documentaron miles de cubanos cuyas propiedades fueron tomadas por el gobierno español. Primero fue un acto de Guerra, pero después vino la corrupción. Los Mora, una familia muy importante en New York, se pasaron años en los tribunales poniéndole pleitos al gobierno español por sus propiedades. Al mismo tiempo, el azúcar viene disminuyendo, aparece todo esto que es la remolacha, y esa clase que se la jugó con la independencia del 68 podía haber dicho: “nosotros somos leales a España” y sin problemas. Pero se la jugó y al final de esa guerra estaban prácticamente liquidados económicamente.
¿Y Estados Unidos entra en la industria azucarera cubana después de la independencia?
Con la independencia, después de 1899. Por Oriente, porque la industria azucarera de que estamos hablando en el siglo XIX estaba alrededor de La Habana y Matanzas. Aquello en Oriente era campo. Entonces, a principios del siglo XX llegan J. P. Morgan y otros, y establecen esos grandes centrales azucareros con mayoría de trabajadores haitianos.
¿Por qué esas familias, los Aldama y los Mora, no regresaron y le reclamaron a un gobierno independiente?
Es que fueron tantos años. Eso terminó en el 68. Parte de lo que sucede en 1898 y 1899 es que los americanos no están dispuestos a alterar el régimen de propiedad. Como sucedió en el resto de Hispanoamérica, se dijeron: “le ganamos a los españoles fuera y tomamos sus propiedades”. Pero los únicos que se tuvieron que ir de Cuba cuando España cede Cuba a Estados Unidos fueron los del ejército. Los españoles se quedaron y se quedaron con sus negocios. Los americanos no cambiaron el régimen de propiedad . Es más: después de la Guerra, con la ocupación americana, se comienza a decir: “ahora somos españoles, somos cubanos”. Desde el español que tenía su bodega en el pueblo hasta gente como los hacendados retuvieron su propiedad. Pero también muchos se quedaron aquí. Al final los Mora ganaron el pleito en 1902 o 1903 para que España los compensara.
¿Qué pasó con esas familias, se mantuvieron, se integraron, desaparecieron en la sociedad americana?
Algunos se quedaron en Estados Unidos; otros regresaron. Pero quienes regresaron no tuvieron éxito a la hora de recuperar sus propiedades. Los Madan, Aldama, Alfonso, que eran todos una sola familia porque se casaban entre ellos, en realidad al principio no tenían mucho dinero. Aldama padre llega a Cuba en 1830 porque está subiendo la riqueza del país. Esa élite criolla de La Habana es realmente bastante próxima a un proceso migratorio de España. Buscan, hasta cierto punto, dinero nuevo porque se hace dinero en la industria azucarera. No como los orientales. Los orientales como Céspedes, Aguilera, los Miranda, estaban ahí desde el siglo XVII.
¿Y los más importantes que quedaron en New York, nunca se fueron?
Ellos crearon riqueza en Cuba, pero la perdieron durante la Guerra de los Diez Años. Los Madan están aquí, los Mora… están todos enterrados en un cementerio en Brooklyn. Está Aldama enterrado ahí con todos sus hijos, sus hijas y sus yernos. Ahí están los Mora, hubo un Mora que llegó a ser un fotógrafo famoso en los años 1920 de teatro, tomaba fotos del teatro en New York. Había una familia llamada los Acosta, esos que se quedaron. El Acosta original llegó con la Guerra de los Diez años, se casó con una señora de mucha alcurnia, española ella, descendiente de una de Alba, y esa familia fue legendaria en New York. Tenía una hermana que fue pionera de la aviación, otra hermana era dramaturga, murió en los años 1960 y supuestamente fue amante de Greta Garbo. Hay una biografía suya, titulada Esa lesbiana fogosa. Los Jová, que vinieron de Santa Clara, se fueron a vivir arriba del río Hudson y establecieron una fábrica muy importante de hacer ladrillos con la arcilla de las orillas del Hudson. Eso es otra historia de la gente que se quedó en New York e hizo dinero, pero Aldama se arruinó bastante.
¿Cómo ves el libro?
Mi intención con este libro fue hacer esta historia, no a niveles amplios sino a nivel de familias que, en efecto, eran las que componían la inmigración. Una de las cosas que se me puede criticar es que es un libro elitista, yo enfatizo en esas familias. Tenemos los tabaqueros, una clase más proletaria también, pero a mi juicio el motor de esa emigración fue esta élite. Lo interesante de las élites es que dejan una huella mayor. Los tabaqueros fueron muy importantes, pero ya a partir 1880 New York cambia, ya no tiene esa emigración de gente que se ha arruinado, comienza a haber un carácter más proletario, y es ahí cuando Martí comienza su movimiento. Y Martí aprendió que la gente de dinero realmente son cautelosas, y que si él iba a hacer ese movimiento tenía que comenzar por abajo. No tenía mucha simpatía entre esa élite de New York.
Este es un libro fantástico. Lo compré en cuanto salió y valió mucha la pena. Su lectura reforzó mi punto de vista de que a lo largo de la historia, el aliado natural del pueblo cubano ha sido EEUU.