Su nombre no es desconocido en Cuba… ya hace cuatro festivales que lo tenemos entre nosotros, brindando su arte y peculiar manera de interpretar. No siempre en las filas de la misma compañía, ora con Víctor Ullate, ora con el Ballet Concierto de Puerto Rico, el encanto de La Habana, de su ballet y su gente han embrujado al bailarín Carlos López desde la primera vez que pisó tierra cubana.
Su amor por la danza comenzó a los once años en las filas de la escuela del afamado bailarín español Víctor Ullate, junto a otras figuras importantes en el universo danzario como Tamara Rojo, Joaquín de Luz, Lucía Lacarra, Igor Yebra, María Giménez, entre otros; hasta que a los 15 años pasa a integrar la compañía del propio nombre de su maestro.
La crítica especializada internacional vio en Carlos un portento de la danza, que mostraba potencia física y también histrionismo para asumir roles diversos dentro del panorama coreográfico y estilístico internacional.
¿Cómo fue el cambio de la escuela hacia el mundo profesional?
“Nosotros nunca lo vimos como un nivel profesional. Empezamos a los once y gracias a Víctor el entrenamiento era tan fuerte que ya dos años más tarde hacíamos galas por el país y Europa. La compañía simplemente fue una etapa más donde nos la pasábamos genial y aunque habían nervios siempre nos teníamos unos a los otros para apoyarnos”.
Tras diez años junto a la compañía de la que llegara a ser Primer Bailarín, decide que es tiempo de dar un vuelco a su carrera y se une a las filas del American Ballet Theatre, del que llegó a ser Solista.
“A partir de 2011 decidí tomar mi camino después de otra década con el ABT. Lo mejor me pareció continuar mi carrera de free-lance. En este tiempo llegué al Ballet Concierto de Puerto Rico (BCPR) y tras eso seguí en Nueva York participando en galas y eventos con otras compañías”.
En la danza no conoce fronteras. Lo mismo interpreta a Basilio en Don Quijote que un solo más apegado a la contemporaneidad como Con te partiro, estrenado durante el 23 Festival Internacional de Ballet de La Habana.
“El estilo neoclásico te permite explorar sentimientos y movimientos, pero me encanta bailar los clásicos, interpretar un personaje con una historia. Si me pones a decidir me encantan los dos estilos”.
¿Qué personajes lo han marcado a lo largo de su carrera?
“Bailar Basilio (en Don Quijote) me encanta porque va mucho con mi personalidad y además llegado el momento de haberlo bailado tanto, ante todo en España, que ya uno lo siente más suyo. Me gusta Albrecht en Giselle, porque es muy dramático y sentido en su interpretación o Mercuccio en Romeo y Julieta que es de los pocos papeles que puedes interpretar y sentir la muerte”.
Nuevamente en Festival…
“Me siento como en casa. Me encanta venir aquí y encontrar tanta gente del pasado, presente y futuro, seguro, de la danza. Es impresionante la dedicación y organización que se produce, la mezcla de países y compañías que se ven durante estos días; el público ante todo”.
¿Ha cambiado el público cubano de ocho años para acá?
“Yo pienso que no. Ha cambiado en que el público me conoce y recuerda cuando he bailado acá, como en el 1998 que bailé Giselle y la gente aún lo recuerda. Es un público entregado y entendido del ballet. Es un público al que se le permite ver y no hay nada mejor para ese entendimiento que eso”.