Con Julio Blanes he hablado dos veces. La primera, en Pinar del Río, a donde él había viajado por las fiestas de fin de año. Entonces le solicité esta entrevista. La segunda, en el Malecón de La Habana, hace unas semanas, horas antes de que emprendiera el regreso a Perth, Australia, donde se ha establecido y desarrolla su exitosa carrera de bailarín clásico.
La tarde estaba fresca y luminosa, y Julio miraba, goloso, el entorno familiar, como si quisiera guardar la memoria del glorioso atardecer que nos obsequiaba el Caribe. Con paciencia, posó para nosotros, y hasta nos dio alguna que otra demostración de su arte. El diálogo terminó con el ocaso.
Nació en Mantua, municipio de Pinar del Río, el 28 de febrero de 1991. A los 9 años ingresa en la Escuela de Arte Pedro Raúl Sánchez, de su provincia natal. Luego de cinco años de estudios, pasa a la Escuela Nacional de Ballet, en La Habana. En el segundo curso de nivel medio participa en el Concurso Internacional de Ballet de Cuba, en el cual obtiene medalla de bronce en la categoría Pax de Deux, lugar que mejoraría en la siguiente edición del certamen: Premio a la Mejor Pareja y bronce por el Pax de Deux de Las llamas de París.
En 2009 pasa a las filas del Ballet Nacional de Cuba. Allí desempeña roles protagónicos, tanto en coreografías del repertorio clásico como del contemporáneo. Su talento y dedicación lo llevaron a la categoría de Primer Solista. Con el BNC realiza giras por Brasil, Canadá, México, Puerto Rico, España, Italia y Francia.
Lo que sigue es síntesis apretada de lo mucho que hablamos.
¿Cómo fue la metamorfosis de pelotero y judoca a bailarín?
Bastante cómica. Empecé por judo en 3er grado, porque me encantaban las películas de artes marciales. Practicando judo entendí lo que era el entrenamiento físico. Fui bastante bueno, pero siempre recibí más ippones de los que pude dar.
Poco después, en 4to grado, decidí cambiarme para pelota; el entrenador era muy amigo de mi mamá y me reclutó aunque no supiera agarrar un bate. Era malísimo, casi siempre me ponchaba y se me iban las bolas entre las piernas. Recibí algunos pelotazos y mis compañeros de equipo se reían de mí.
Fui metiéndome de lleno en este deporte; empecé a ver todos los juegos de la Serie Nacional; entrenaba en serio. Un día me empaté con la bola no sé ni cómo: metí un batazo de línea por arriba de tercera que me posibilitó llegar al home. ¡Fue mi primera carrera! En esa ocasión aprendí que para mejorar había que esforzarse.
Desde preescolar estaba enamorado de una niña que estudiaba danza. Siempre quería estar al lado de ella. Un día llegan al aula preguntando quién quería hacer las pruebas para ballet, y levanto la mano. No tenía idea de qué era el ballet; y mucho menos condiciones: era gordito. Vi la oportunidad de salir del aula.
Pasé la primera fase, y después sí me adentré de lleno en el mundo del ballet. Empecé con las dietas a los 9 años, a hacer ejercicios de elasticidad, que eran muy dolorosos; practicaba todos los días, e incluso los sábados, y en unos meses logré tener los tres splits, me puse muy flaco y conseguí pasar por las dos comisiones que quedaban hasta entrar en la Escuela Vocacional de Arte de Pinar del Río. Con 9 años entendí lo que era el sacrificio. Y estaba solo en el comienzo.
¿Cuando te incorporaste a la escuela Pedro Raúl Sánchez había prejuicios en la sociedad sobre la práctica de este arte por varones? ¿Tuviste que enfrentar alguna manifestación de bullying?
Siempre hubo prejuicios; aunque en Mantua, mi pueblo, ser bailarín era algo normal, y más, decir “soy bailarín” y conseguir novia resultaba fácil… No fui objeto de bullying como tal. Pero alguna que otra vez los muchachos del barrio que no eran mis amigos me preguntaron si lo que estudiaba era de “mariquita”. A medida que fui creciendo, mucha gente que no tenía ningún vínculo con la cultura, después de conocerme me decían: “Ah, yo pensé que todos los bailarines eran gay”. En Cuba eso ha cambiado bastante.
¿Cómo explicas que de Mantua, una población pequeña de Pinar del Río, hayan salido tantos y tan buenos bailarines?
Ni idea. A eso se le ha llamado fenómeno natural. Mantua es el municipio de Cuba del que más bailarines han salido y el que mayor número de estos ha aportado al Ballet Nacional de Cuba. En un tiempo fue el único municipio pinareño que tenía dos guaguas asignadas en la escuela de arte de Pinar. Creo que en esto jugó un papel muy importante Elida Justi, instructora de danza que desde los 80 se dedicaba a preparar muchachos. También se le debe mucho a Junior Escándel, un instructor de arte muy dedicado. Él fue quien me preparó cuando empecé a tomar en serio el ballet.
Los bailarines de Mantua no solo han pertenecido al BNC, sino que, además, han brillado en afamadas compañías internacionales. Me vienen a la mente los nombres de William Castro, Jaime Roque, Reineris Reyes, Arionel Peguero, Julio Montano y Luis Alberto Ledesma, quien fue, incluso, uno de los primeros dos pinareños en entrar al Ballet Nacional de Cuba. Son muchos más.
El último príncipe de Fernando Alonso tiene las llaves de la Escuela Nacional de Ballet
Durante tu estancia en la Escuela Nacional de Ballet participas en concursos, con resultados destacados. Formaste parte del primer grupo de estudiantes cubanos en bailar en Sudáfrica. ¿Fue tu primera salida al exterior? ¿Cómo recuerdas esa experiencia?
Es algo que nunca olvidaré. Fue mi primer viaje al exterior. Hicimos escala en París. Salimos en la noche para Johannesburgo; cuando el avión despegaba, logré ver París desde el cielo, su famosa torre. Pensaba en mis padres, deseaba que estuvieran a mi lado, las lágrimas se me salían al ver tantas luces, tanta belleza.
De Sudáfrica me cautivó su cultura, su gente. Bailé en el Artscape Theatre de Ciudad del Cabo, un teatro inmenso. Visité la Montaña de la Mesa en Cape Town, que está por encima de las nubes. Fui al Santuario de los Elefantes, donde los pude tocar; uno me dio un beso de fango en la cara con su trompa… Fuimos a un safari, parecía que estábamos viviendo la película de El rey león…
El regreso resultó un poco duro, me costó una semana adaptarme. Me pasaba todo el tiempo preguntándome muchas cosas para las que no tenía respuesta. Nunca había visto tanta limpieza, tanta comida y tanto desarrollo. Fue un choque tremendo.
Mencionaré personajes protagónicos de ballets de primer nivel que has interpretado, y me dirás en cuál te sentiste más a gusto y cuál tuvo más que ver con tu temperamento artístico: Hilarión (Gisselle), Pájaro azul (Bella Durmiente), Franz (Coppelia), Torero espada (Don Quijote)…
El BNC fue mi segunda escuela, y cada uno de los roles que puede bailar en la compañía fue un reto y traté de hacerlo siempre con la mayor disposición técnica y entrega artística.
El que más trabajo me costó fue Pájaro azul, por sus grandes exigencias técnicas. Fíjate que entre el pas de deux, la variación y la coda, el hombre está menos de un minuto en el suelo; todo lo demás es saltando y haciendo baterías en el aire. Mi estreno fue en un Festival de Ballet de La Habana, así que te imaginas los nervios.
Después de la función, el maestro Lázaro Carreño vino a felicitarme, me dijo que le había recordado a él en sus tiempos, cuando estrenó el Pájaro azul en Cuba. Para mí fue un elogio grande.
Por otra parte, interpretar a Hilarión en Giselle fue un gran reto. El personaje le dio a mi carrera un giro de madurez escénica; estuve semanas estudiando frente al espejo. Me metí tanto en el personaje, que sufría de verdad la muerte de Giselle, y terminaba el primer acto ahogado en llanto. Tuve el privilegio de que me ensayaran este personaje Aurora Bosch y Alicia.
En 2015 pasas a formar parte del Ballet Revolución, Compañía de Show Cubano, con bailarines contemporáneos y clásicos; fusionaba la danza con la música pop y una banda de músicos en vivo, bajo la dirección del productor australiano Mark Brady y con el concurso de excelentes coreógrafos como Roclan Chávez y Aron Cash. ¿Tuviste que adoptar elementos técnicos alejados de tu formación clásica? ¿Cómo experimentaste el cambio? ¿Cómo vieron tus compañeros y maestros que te “descarriaras” de esa forma?
Entrar a Ballet Revolución (BR) no me alejó tanto de mi línea clásica, pero sí me giró más a lo contemporáneo. Aprendí mucho, engrandeciendo mi técnica y mi forma de bailar.
El cambio fue un poco alocado; estaba en el mejor momento de mi carrera en el BNC. Fue duro al principio, pero en Ballet Revolución experimenté la libertad y la pura adrenalina escénica como nunca antes. Fui criticado porque pensaron que me iría a “bailar cabaret” (no quiero denigrar el género, al contrario). En ese tiempo el Ballet Revolución era muy mal visto por Danza Nacional y el Ballet Nacional. Había una resolución del Ministerio de Cultura que impedía a los bailarines de ambas instituciones entrar al Ballet Revolución, a no ser que hubiese estado un año fuera de su compañía. Por suerte no tuve problemas.
Siempre fui muy respetuoso e hice bien mi trabajo. No me dieron el permiso para el traslado, pero sí una baja temporal; se lo debo a la comprensión de Pedro Simón y a la ayuda del maestro Adolfo Roval, quien convenció a Alicia.
Con BR giré por casi todas las ciudades de Alemania, Suiza, Austria, Edimburgo, Australia, Nueva Zelanda y Francia.
Cuando rememoras los años con BR, ¿qué recuerdos te asaltan?
Fue una etapa muy linda en mi vida y mi carrera. Hice muchos amigos. Mi primer viaje con BR fue a Nueva Zelanda y Australia. Cuando conocí Australia sentí una conexión muy grande; no sabía que dos años más tarde, por cosas del destino, encontraría allí un hogar. También recuerdo cada uno de los museos y catedrales que visité en Europa; Berlín y su muro, Viena y su increíble ópera, Suiza y sus montañas, Escocia con sus castillos y su famoso lago Ness. Inolvidable el momento en que pude subir a la Torre Eiffel; también tengo presentes cada uno de los grandes escenarios del mundo en los que pude bailar, y las ovaciones que recibíamos después de cada show.
En 2017 estuviste como invitado en Acosta Danza. Desde tu punto de vista, ¿qué es lo característico de esa compañía?
Lo característico de Acosta Danza es que el bailarín no tiene estigmas, no importa si vienes del Ballet Nacional, de Danza Nacional o del Folclórico. Tiene que hacer todos los estilos, bailar de todo. Con esa visión integral del bailarín cubano Carlos Acosta creó su academia, que para mí funciona a la perfección, porque un bailarín graduado de esa escuela puede bailar en cualquier compañía. Aproveché al máximo la oportunidad de bailar con Acosta Danza. Muy agradecido con Carlos.
¿Cómo y cuándo pasas al West Australia Ballet, tu compañía actual? Tengo entendido que comenzaste allí de cero. ¿Qué tiempo te tomó alcanzar la categoría de solista que ostentas ahora?
En 2018 había retomado la gira con el BR. Al final de esta, me contrata el WAB. Me tomó unos tres años llegar a solista, pero la verdad es que después de mis primeros dos meses en la compañía, ya estaba haciendo roles principales. Así entendí que lo más difícil no ha sido llegar, sino mantenerse en forma y cuidarse mucho de las lesiones.
¿Piensas que los bailarines cubanos se distinguen por algo? ¿Qué sería eso?
Por supuesto. Los bailarines cubanos se distinguen por la técnica tan fuerte que tienen, los giros, la virilidad, los saltos; son buenos partners; pero, sobre todo, sobresalen por la pasión que imprimen al acto de bailar.
Según noticias, la Escuela de Ballet de Pinar del Río lleva algún tiempo cerrada. ¿Qué piensas? ¿Es algo en vías de solución?
Es muy triste. Está cerrada desde hace siete años. Llevo batallando desde el principio para revertir esa situación. Se lo hice saber a Alicia Alonso, y sus palabras fueron: “Ninguna escuela de ballet del país se debe cerrar, y la de Pinar del Río menos; no solo por su historia, sino por lo que aporta esa escuela al Ballet Nacional de Cuba”.
No me canso de gritarlo a los cuatro vientos: ¡hay niños pidiendo una escuela de ballet en Pinar, hay talentos perdiéndose por un simple “no podemos” o una mala coordinación entre el gobierno de la provincia y quienes en el Ministerio de Cultura atienden a las escuelas de arte del país. No pierdo la fe, espero que reabra, sigo soñando con ese día.
Has tenido éxito en Australia. En el Outstanding Performer 2022 obtienes el premio a la mejor actuación danzaria. Has formado un hogar. ¿Perth desplazó a Pinar del Río como tu lugar en el mundo, el sitio al que siempre quisieras volver?
No, imposible. Mi lugar en el mundo se llama Mantua, la tierra que me vio nacer, pero sí te diría que Perth se ha convertido en el lugar en que vivo y trabajo muy a gusto. Hay cierto rapport entre Australia y yo.