Las letras se aprietan, caen. Son rasgos alargados, dramáticos. La breve esquela está firmada por Dulce María Loynaz en diciembre de 1996. Un lustro atrás ha merecido el Premio Cervantes y está a punto de cumplir 95 años. Su destinataria es Alicia Alonso:
“Creo recordar que una vez escribí que Alicia se movía como una luz y en efecto esa es la sensación que da cuando baila (…) La vemos mecerse en él como en una hamaca invisible, como si algo también invisible la sostuviera frente a nuestros ojos”. (1)
La escritora está al lado de Alicia desde el principio. Un arte inflama al otro, preconizó el coreógrafo ruso Mijaíl Fokin. Estrella del American Ballet Theatre neoyorquino, la bailarina ha decidido fundar en su país una compañía de ballet. El acontecimiento se produce en el antiguo Teatro Auditorium de La Habana, el 28 de octubre de 1948.
A otros tal vez podría pasar inadvertida la historia que comenzaba a gestarse sobre puntas, pero no a la escritora. Que un arte tan exclusivo decidiera echar raíces en Cuba, que lo hiciera de manos de una artista honrada aquí y allá, no es cosa de todos los días.
Por diversas vías, la Loynaz se mantenía al tanto de los sucesos y vaivenes de la alta sociedad habanera. Entraban en su casa, por así decirlo, pues su esposo, el periodista canario Pablo Álvarez de Cañas, era el cronista social preferido de la época.
El artículo de Dulce María aparecerá en una sección firmada por su cónyuge en el periódico habanero El País, el 7 de noviembre de 1948. Y aunque dedica unas líneas a la leyenda de Giselle, a lo que asoma en la escena, es la poesía quien prueba su linaje:
“Isadora Duncan dice (…) que la bailarina debe moverse como una luz, posarse en la tierra con la naturalidad de un rayo de luz sobre las flores. Es decir no tener pies, porque la luz no los tiene, y si los tiene, a pesar del precepto, debe olvidarse de ellos, portarse como si no los tuviera”. (2)
No es que fuese la primera ni la única que hablara de la Alonso. Mario Pasi ha dicho que es quizás la última divina de nuestro tiempo, Maurice Béjart que se trata de un ser eterno y el crítico por antonomasia del ballet, Arnold Haskell se había preguntado: ¿Cómo puedes interpretar a Giselle, si Giselle eres tú?
Son frases lapidarias, es cierto; mas la escritora cubana no desmerece. La danza es un arte puro, casi un rito, apunta. Parecería que las palabras no bastan, que no alcanzan para apresar los gestos, para aprehender la atmósfera; pero la mística imanta sus párrafos.
Conmueve el encuentro de dos mitos de la cultura cubana. De reverencia y de generosidad hay en lo escrito, pero sobre todo de conciencia nacional y altura estética. Dulce María suele ser severa en sus juicios, ríspida; pero esta vez no escatima. No duda. Y al hablar de Alicia Alonso, anda escribiendo para la eternidad:
“Ella es de veras una luz que se mueve. Ella es leve, ondulosa, casi traslúcida. Guarda siempre los ojos bajos para que no le interfieran la danza; las manos se le funden con la música, los pies en el aire, el ruedo del vestido en una nube imaginaria. (3)
Notas:
(1) Dulce María Loynaz. “En la región del aire”, revista Cuba en el ballet, La Habana, 1997, Vol. 7, N. 1-2, p. 57.
(2-3) Dulce María Loynaz: “Como un rayo de luz”, revista Cuba en el ballet, La Habana, 1991, Vol.2, N. 1, p. 42-43.
Excelente artículo amigo dos grandes en tus letras, la danza es y será la divinidad de aquel que la encuentre en su mas profundo interior ,ella es un todo.
Súper tu artículo Reinaldo, pinceladas desconocidas, o poco reconocidas en el panorama cultural…Dos grandes íconos, cada una desde su arte, pero son la grandeza de sus dones…Sigue regalándonos estas pinceladas que siempre se agradecen. Abrazo Siempre
Evocador artículo Reinaldo! No te nos pierdas tanto de por acá, que nos haces falta, para limpiar con tus palabras tantos textos feos y mal escritos que pululan por ahí.
No comparto algunas actitudes de Alicia como persona, pero es innegable su valor como artista.
¿Habrá alguna foto de Dulce María y ella juntas?
ALICIA ALONSO ,LA LOYNAZ, PURA BURGUESIA
Puras cubanas
Deberías enjuagarte la boca para hablar de las dos, Celia. Envidia acaso?
¿Que fuera de Cuba sin esa “detestable burguesía”?…bohíos de guano y trillos intransitables desde San Antonio a Maisí…
Gracias a esa burguesia La Habana era punto clave para los mas famosos artistas del mundo, fue la burguesia la que instalo la tv a colores primero que muchos paises, La Habana una de las primeras ciudades en tener alumbrado publico por el antojo de una ricachona cubana que lo vio en New York y se antojo de tenerlo en la capital cubana tambien. Esa burguesa de Alicia represento y representa el ballet en su maxima expresion hecho en una isla tropical con fama de mulatas, rumba y ron y que ha puesto a la isla junto a los escenarios mas reconocidos del mundo. Esa burguesia construyo el primer rascacielos de viviendas hecho de hormigon armado (FOCSA), esa burguesia en este momento tiene descendientes en el Ducado de Luxemburgo y directores de muchas de las mas prestigiosas compañias, universidades y centros de investigacion del mundo entero. Celia, bajate ya de esa trinchera y mira hacia adelante!
¿Dulce María Loynaz, burguesa? Sí, Y HONRRADA ESTABA DE SERLO.¿y los que viven como tales, en las casas confiscadas a los burgueses idos, pero han aportado poco a la cultura nacional y han destruído los valores pero se dicen “revolucionarios”?¿A esos como los llamamos?
Gracias a la ” Dulce María la burguesa”, Cuba pudo mantener dignamente abierta la Academia Cubana de la Lengua, un Premio Cervantes, un Centro Cultural que lleva su nombre….y para que seguir desgastandome con obtusas que deberían respetar al menos lo que otros han hecho, antes de ponerse a derramar flores por su boca.
Tengo la dicha de conocer personalmente a la gran Alicia Alonso y debo decir que es una de las personas mas amables y humildes que conozco, y si tiene mucho dinero y vive en una gran casa, se lo ha ganado con su trabajo y su esfuerzo. Y mejor aun se merece vivir, bastante gloria le ha dado a este país con su arte. El Gran Teatro lleva su nombre, el festival de ballet lo llevará, y aun no se ha inventado un reconocimiento que le retribuya lo que ella ha entregado, porque simplemente no se puede. Burgueses son muchos hijos de papá y mamá que no han hecho nada y todo lo tienen. El día que ella no esté, habrá desaparecido la última gran dama de este país, la diva verdadera, y no de las autoproclamadas.
Pensé por mucho tiempo que Dulce María Loynaz estaba muerta o quizá fuera de Cuba. Sentía que estaba muerta, tal parece que no la concebía fuera de Cuba. En esos años estuvo condenada al ostracismo. Le pregunté a mi vecino y amigo Arturo Doreste. Me contestó con una sonrisa llena de satisfacción: viva, muy viva. Dulce María era burguesa, nunca lo buscó. Nació en ese medio pero alternaba muy poco en ese ambiente hasta que se casó con Pablo Álvarez de Caña.
La familia materna de Dulce María poseía una gran riqueza y la de su padre lo perdió todo en la guerra de independencia. No obstante, toda esa alcurnia familiar no se rendía ante el dinero. La propia Dulce María cuenta que el sueño de sus padres era que sus hijos se casaran con descendientes de los próceres aunque no tuvieran un centavo. Dulce María fue muy sencilla en su trato y muy firme en sus convicciones, como todos sabemos. Dedicó muchos de sus versos a temas relacionados con personas humildes. Fue extremadamente generosa con sus familiares, con amigos y conocidos.
Su trabajo en la Academia, trabajo anónimo en tiempos de revolución, lo cumplió a cabalidad, con lealtad y eficiencia. La Academia siguió existiendo por muchos años gracias a su devoción. Tomó esa decisión de no abandonar Cuba para ejercer su lealtad a la nación, no al Régimen. No midió su seguridad personal ni los sufrimientos de un futuro tan incierto como el que enfretaban los cubanos, entre ellos, los burgueses.
Talento, valentía, humildad, sano orgullo, generosidad y compasión fueron-por mencionar algunos-los atributos de esta “criatura de islas”. Doy gracias a Dulce María. Qué suerte que fue cubana.