Maricel Godoy volvió a hacer historia en Cuba con la reciente presentación del gran bailarín ruso Vladimir Malakhov en dos galas de conjunto con la compañía Codanza. La agrupación fundada por ella en 1992 devino referente para otras en la isla y tras dos décadas de trabajo acaba de reafirmar su apuesta por una danza libre de prejuicios y elitismos.
La directora y coreógrafa abrió las puertas de Holguín para recibir en aquella ciudad del oriente al reconocido artista de origen ucraniano, estrella del American Ballet Theatre, en Estados Unidos, y director del Ballet de la Ópera de Berlín, en Alemania. También acogió con una reverencia a directores y bailarines del Ballet de Camagüey y Endedans, de esa misma provincia, Ad Libitum; de Santiago de Cuba y Danza Fragmentada; de Guantánamo, que acudieron a su fiesta de arte.
Aunque nadie se lo propusiera formalmente, la cita tuvo rango de festival. Malakhov impartió las clases de calentamiento para todos los bailarines, bailó en dos de las tres funciones y las distintas compañías presentaron obras y artistas de portentosas cualidades. El Teatro Lírico de Holguín ofreció un concierto para los participantes en el cual deleitó con algunas áreas emblemáticas de zarzuelas y operas como La flauta mágica, La viuda alegre, La traviatta, Cecilia Valdés y María la O. Dos exposiciones de fotos con temática danzaria e inauguraciones de lujo redondearon el evento.
El pueblo de Holguín coreó: Malakhov, Malakhov, Malakhov, a la entrada del Teatro Eddy Suñol, la primera vez que el bailarín ingresó por la puerta principal. Horas antes había maravillado con una clase de ballet; pues dejó a todos los danzantes listos para asumir cualquier exigencia física, según comentaban entre ellos. Minutos después ya nadie hablaba de él como maestro, solo de Malakhov, Malakhov, Malakhov, el risueño capaz de sorprenderse y de compartir como un niño.
“Tiene una nobleza y una sencillez. Cuando le preguntan: ¿qué se siente ser estrella? Él dice: estrella quién, yo no soy estrella, soy uno más igual que todos ustedes, no me siento y no me creo, solo trato de disfrutar la vida y entregar lo mejor de mí”, contó Maricel, directora artística de todas las galas.
El multipremiado artista agradeció con un beso a cada colega, firmó autógrafos y compartió fotos con todos los que quisieron coleccionar recuerdos de su presencia en aquella ciudad situada a unos 700 kilómetros de la capital. Para Godoy, aquel rubio cariñoso era y seguirá siendo una esperanza, primero porque soñaba con conocerlo y poder convocar a un evento de magnitud casi nacional donde se hiciera danza. Y se hizo la danza, y participaron todos los que pudieron y, sobre todo, quisieron.
En segundo lugar, Vladimir –como le llaman los cubanos de cerca- ayudará a realizar un Festival Internacional de Danza celebrado en Holguín, gran sueño de Maricel para dar mayores oportunidades y realce al quehacer artístico del centro y el oriente del país, casi siempre relegado en festivales. Sin embargo, la directora insiste en que este sueño estará abierto a todas las compañías que quieran tomar parte, sin excepción. La última semana de septiembre de 2014 parece una fecha probable para convertir palabras en gestos y gozar de las libertades que según Godoy su arte concede.
“Lo mejor de la danza es que nos permite recurrir a otros medios expresivos para elaborar el nuestro, con esa libertad propia del creador contemporáneo para hacer uso de cualquier elemento de la cotidianidad. A mí por ejemplo me interesa hacer uso de todo lo que nos rodea. Historias que conozco o que he vivido me inspiran”, confiesa esta directiva que comenzó a montar coreografías cuando era maestra de la Escuela Vocacional de Arte de Holguín.
“Siempre me refugié en sucesos que vivía, me desahogaba mediante la danza, y la contemporánea no tiene ninguna limitante, todo vale, le puedes echar mano a cualquier cosa que te motive y crear a partir de eso”, aseveró la artesana de más de una veintena de obras.
Esta filosofía marca el trabajo de los bailarines de Codanza, auténticos intérpretes, seres entregados a la plasticidad del gesto y la teatralización del más mínimo movimiento.
“Desde el principio soñé con un bailarín que supiera usar diferentes formas expresivas, no solo las de la danza sino también las del canto y el teatro, por eso mis bailarines entrenan la voz y la actuación”, expuso.
La maestra confesó que le encanta sorprender al público con elementos diferentes y nunca cierra las puertas a la innovación, aunque algunas carencias imponen límites. Godoy ha visto espectáculos modernos realizados con apoyo de tecnologías y los considera maravillosos.
“Yo estoy totalmente a favor del progreso y ojalá pudiera tener todos los medios para también hacerlos. Pero, la danza como manifestación artística puede vivir absolutamente sin la tecnología”, dice la pedagoga y su rostro sereno transparenta un pensamiento con la imagen de los pilares que a inicios del siglo XX esparcieron las semillas de la danza moderna. Ese arte que sigue armando revuelos por su continua insubordinación y, al mismo tiempo, ayuda a retornar a la naturaleza a artistas de la talla de Vladimir Malakhov.
Fotos: Yuris Nórido