Retratos de la Escuela Cubana de Ballet es la primera exposición en Cuba de la fotógrafa norteamericana Rebekah Bowman. Su interés de captar con el lente la cultura danzaria, —por demás clásica— de la Isla, llena hoy las paredes del Memorial José Martí, como parte de las actividades por el 24 Festival Internacional de Ballet de La Habana.
Su primera cámara, sus primeras lecciones de fotografía, las agradece a un amigo que conociera mientras enseñaba Inglés en la Universidad Benito Juárez de Oaxaca, en México. Años después, partiría a vivir a Escocia, donde estudió un curso de fotografía y desató aún más su pasión por este arte.
Pero Rebekah no es, a simple vista, norteamericana o europea. Ni siquiera mexicana, como sugiere su acento. Ha vivido en medio mundo y ha recorrido, con la cámara en mano, su otra mitad, y ese apetito nómada pareciera haber tatuado en su rostro de artista y en sus manos de artista una cultura humana única, genérica.
“Yo soy la suma de todo lo que he vivido, de lo que he visto y lo que he hecho en mi vida. He trabajado como mesera, como cocinera, haciendo pasteles, como manager administrativo de una orquesta de cámara, he dado clases en la universidad…He hecho un montón de cosas distintas, y pienso que todo eso forma mi personalidad, lo que soy.
“Lo que me encanta del mundo es ver cómo vivimos, qué nos une y vernos como una gran familia disfuncional. Lo que nos ayudaría mucho para no chocar tanto, sería entendernos y apreciarnos el uno al otro, reconocer que hay distintas maneras de ser y de vivir, que hay mucho que podemos aprender de nuestra diversidad y eso es lo que busco de alguna manera enseñar en distintos países con mi trabajo. El arte no tiene fronteras, es lo que tenemos en común. Lo mejor de nosotros sale en el arte”.
¿Cómo llega a Cuba y a la Escuela de Ballet?
Yo no tenía mucha experiencia con el ballet, me encantaba la música clásica, pero no tenía mucho conocimiento acerca del ballet clásico cuando empecé a hacer este proyecto. No tenía ningún objetivo político, no soy una persona política, pero había leído mucho sobre este país, empecé a investigar en la cultura y me enteré de la historia del ballet cubano, que es fascinante. No sabía cuán difícil iba a ser llegar al ballet para tomar las fotos, pero he tenido un montón de suerte, empezando con Roberto Chile que me ayudó a acercarme a Alicia para hacer la propuesta de este proyecto que se va a convertir en un libro sobre la historia del ballet cubano.
“Creo que esas 22 fotografías que escogí enseñan al menos lo que quería decir con esta exposición: el empeño de trabajo, la herencia cultural de Cuba. Me interesaba menos el espectáculo y más la enseñanza, la historia, además se ve el vínculo del maestro que está pasando sus conocimientos, como una antorcha que se pasa de uno a otro en las aulas, en los salones.”
¿Ha sido bien recibida por el público?
La exposición había sido muy bien recibida en el Museum of Performance and Design, de San Francisco, pero hasta que no pude exponer aquí en Cuba no quise promoverla mucho, porque esta exposición era, más que nada, para el pueblo cubano. Exponer aquí es una manera de agradecer a la Escuela, y a todos los que me ayudaron a dejar abierta esta ventana a su mundo, a los niños, a sus padres, ojalá todos ellos lleguen a verla.
“Además es un trabajo en proceso todavía, quiero acompañarla en algún momento con textos del británico Arnold Haskell, el primer crítico de danza que reconoció a la Escuela Cubana de Ballet, y además frases de Alicia Alonso, de Fernando Alonso y de Ramona de Saá, como de otros maestros de la Escuela Cubana.
“Hay una idea de llevar la exposición a España, y me gustaría presentarla también en Escocia. Lo que quiero es llevarla a lugares donde la gente pueda llegar y conocer otra forma de expresión creativa cubana, de la que quizás no eran conscientes. Cuba tiene tanta cultura para ser un país tan pequeño”.
Al haber vivido en varios países e impregnarse de tantas culturas, puede resultar difícil pertenecer a un solo lugar. ¿Rebekah ha echado raíces en algún sitio?
La verdad es que no. Nací en los Estados Unidos, viví en Colombia y en México, cuando yo era pequeña con mi familia. Con 18 años me fui a vivir a Alemania, luego a Salzburgo, Londres, Escocia… La verdad es que no me siento con raíces en ningún lugar.
“En Escocia todo el mundo reconoció que yo no era de allá, en Inglaterra pensaban que tal vez podía ser de ese país, pero a lo mejor no. Nadie me puede poner en una cajita, y me gusta eso”.
Sin embargo hay momentos en los que inevitablemente tenemos que volver a algún lugar, o a alguien, ya sea por el dolor, por la pérdida, por la frustración… ¿A dónde regresa usted?
…Es difícil, pero seguro a mi familia, a mis hijos, a la amistad, al arte. Sobre todo a las amistades que tengo por todo el mundo, en los lugares en los que he vivido. Yo me siento ciudadana del mundo en vez de un solo país. Y tal vez eso ayuda mucho a no tener un solo punto de vista. Viajar siempre abre un poco los ojos de todo el mundo.