Rasta Kuzma Ramacandra, conocido profesionalmente como Rasta Thomas quería ser un salvaje, un provocador de la danza, y lo logró. Su desenvolvimiento mezcla el ballet clásico, el contemporáneo, la acrobacia, las artes marciales, elementos del pop, el break-dance, el jazz, el hip hop y otros ritmos callejeros. Ahora todo ese coctel podrá apreciarse en La Habana.
El bailarín estadounidense actuará este mes de septiembre en la temporada de Danza Contemporánea de Cuba, en el Teatro Mella, los días 25, 26 y 27.
Hace casi una década, su nombre apareció en la cartelera del Festival Internacional de Ballet de La Habana para interpretar Don Quijote junto a la cubana Viengsay Valdés, pero aunque Thomas no pudo acudir a la cita en aquel momento, no abandonó la idea de compartir su arte con el público de la isla y hasta dice que hubiera podido esperar otros 10 años para venir.
“Sí porque sé que valdría la pena. El tiempo nos madura y permite ser más inteligentes. Espero con interés participar algún día en el Festival de La Habana e incluso, posiblemente, dar algunas clases magistrales aquí”, comentó el bailarín en declaraciones para OnCuba.
En próximas semanas, el artista ensayará en la sede de Danza Contemporánea la versión del coreógrafo cubano Georges Céspedes de Carmina Burana, para compartir esa obra junto a la compañía en México. De paso, aprovechará la temporada del conjunto en la capital cubana para regalar aquí un solo que, según sus planes, debe ser especial.
Thomas ha sido el príncipe Sigfrido de El lago de los cisnes. Pero también ha sido un bailarín de la calle. En toda su carrera ha elegido bailar lo mismo al compás de Chaikovski, Minkus, Massenet, Delibes o Drigo que al de Queen, U2, Prince, Michael Jackson, Lenny Kravitz o Black Eyed Peas.
“La buena música es buena música, vive dentro de todos nosotros y me encanta bailar los diferentes tipos de ritmos”, apuntó el artista en sus declaraciones.
A los 16 años de edad ya Thomas había ganado numerosos concursos y en especial el Premio del Jurado en el Certamen Internacional de París, además de las medallas de oro en el de Varna, Bulgaria, y en el Jackson International Ballet Competition. Pero a esa edad también le atraía Broadway y le impulsaba un fuerte deseo de romper con los moldes del ballet clásico, o más bien de tomarlos como punto de partida para crear su “pop-ballet” y “ballet del siglo XXI”, como define al tipo de expresión danzaria anhelada.
“De niño, para alejarme de problemas, mi padre me puso a practicar diferentes actividades como gimnasia, artes marciales, fútbol… y así, cuando me encontré con la danza yo quería hacer todos los estilos. Creía que un buen bailarín era el capaz de ejecutar lo que cualquier coreógrafo pidiera, entonces entrené para convertirme en el artista más diverso posible, de Baryshnikov a Michael Jackson. Fue un reto maravilloso saltar de un estilo a otro, pero al final mi corazón está con el ballet”, confesó.
Tras integrar el elenco de compañías clásicas como el Jeune Ballet de France, el Ballet de Washington, el Joffrey Ballet de Chicago, el Ballet Inoue de Japón, el Beijing Central Ballet de China, el Ballet Mariinsky de Rusia y el American Ballet Theater, entre otras, en 2007 decidió fundar una compañía con mayor libertad estilística. Su nombre no podía ser más provocativo, Bad Boys of Dance.
“Crecí viendo un montón de películas de acción, así que siempre quería probar todo. Afortunadamente tuve varios maestros maravillosos y pacientes. Gracias a ellos pude explorar algunas formas nuevas y ampliar un poco los límites tradicionales. Creo que en algún momento yo traté de ser salvaje en la danza”, reconoció.
The New York Times y Dance Magazine han destacado en múltiples ocasiones el magnetismo de Thomas en escena. El artista participó en un DVD que el popular bailarín y actor estadounidense Patrick Swayze realizó en 2005 con el título One Last Dance. Además ha intervenido en producciones de Broadway, creado coreografías para espectáculos y ha sido una fuente de inspiración para bailarines más jóvenes en su país.
Rasta Thomas, nacido en 1981, está reconocido como uno de los mejores bailarines de su generación y ha sabido hacer carrera lo mismo de artista invitado de numerosas compañías que como un independiente. Así llegará a Cuba, atraído por la versión de Carmina Burana, de Danza Contemporánea.
“La música es la respuesta fácil, yo diría que esa obra es tan audaz y monumental que es difícil siquiera pensar en una coreografía para ella. Pero el maestro Céspedes ha descubierto la manera de hacerlo y eso es lo que más me atrae, su visión y capacidad de hacer lo que otros no pueden”, argumentó.