Por: Jesús Jank Curbelo
Héctor Pérez Ramírez es un director de programas dramatizados de radio que lleva 57 años en el medio. Desde muy niño se vinculó a la emisora La voz del aire junto a su hermano, el también radialista Iván Pérez. Luego ejerció como actor en Radio Capital Artalejo, Cadena Oriental de Radio y, después del Triunfo revolucionario de 1959, se vinculó a Radio Rebelde, donde asumió otros derroteros en el camino de la actuación: aventuras y novelas.
Su labor como director comienza en Radio Cordón de La Habana, antecedente de Radio Ciudad de La Habana, donde llegó a tener bajo su responsabilidad hasta ocho programas de modo simultáneo.
En Radio Progreso ha dirigido incontables espacios a través de los años: Reto a la imaginación, En nueve minutos, Por nuestros campos y ciudades, Fiesta Guajira… Desde 1990 y hasta el día de hoy, Héctor Pérez dirige los dramatizados radiales de mayor audiencia en el país: La gran aventura de la humanidad, Así se forjó la Patria y La novela de las dos. Con él, conversamos.
¿Qué se siente dirigir un programa de radio?
Que uno es el dueño del negocio. Pero es una responsabilidad muy grande. Dice Nelson Door, una eminencia en la dirección escénica, que el director es el responsable máximo de la puesta en escena, y lógicamente de la puesta en micrófono también. Uno puede tener un equipo muy bueno, pero uno es el responsable. Lo que salga, tú eres el que lo dejaste salir.
El trabajo de la radio es algo fascinante. Porque tú vas a hacer una obra de teatro y tienes que buscar escenografía, vestir a los actores… Pero en radio no. Basándote en un buen argumento tú puedes hacer lo que quieras, porque puedes contar siempre con la imaginación del oyente. Y como el oyente cubano tiene tan buena imaginación, la radio no tiene contrincante. La televisión no es un contrincante para la radio en Cuba. El teatro tampoco, el cine tampoco. Nosotros tenemos una programación extraordinaria, interesantísima: policiacos, novelas de amor, programas para la salud, de comentarios…
Además, nuestros oyentes son tremendamente fieles. Y nos critican. Yo dirijo Progreso por dentro, también, y recibimos una cantidad de correspondencia increíble. Mi hermano Iván, que es el que recepciona todo eso, escribe el guión y lo conduce, le da respuesta a todas las cartas. Ahí los oyentes dan sus valoraciones, que son a veces muy duras, muy fuertes, pero ese es su criterio, y para ellos trabajamos, y nos sirve de acicate lo que ellos nos dicen.
Gracias a ellos es que nosotros nos alimentamos, o como se dice ahora, nos “retroalimentamos”. Porque nadie más se acuerda de nosotros. Es muy difícil que salga una crítica sobre un programa de radio en la prensa, o en otro medio. Cuando han salido no nos podemos quejar, porque creo que dicen la verdad… Pero eso es, como dije, en ocasiones.
¿Por qué sucede? No sé. Será que no oyen la radio dramatizada. Pero el grueso del pueblo si la oye, y tiene muy buena opinión del trabajo que realizamos. Algunos oyentes, por ejemplo, nos escriben poesías. Poesías dedicadas a nosotros. Es algo increíble. En una hoja linda, una hoja de papel, la pintan, la decoran, te escriben versos, y… ¡Eso quiere decir que significamos algo! Porque si no esa persona no va a ocupar su tiempo en hacer eso. Versos a los programas, a los actores. ¡Eso es lo que nos llena la vida! El oyente, porque es para quien trabajamos. Nosotros no trabajamos para dirigentes ni para jefes.
¡Lo más importante es dirigir!
“Tengo varios galardones: la Distinción por la Cultura Nacional, la Orden Raúl Gómez García, el premio de la Agencia ACTUAR por la obra de la vida, que es una satisfacción extraordinaria porque, el día que me entregaron ese premio, ¡por Dios!, también se lo entregaron a Rosita Fornés, a Alicia Fernández, a Martha Jiménez Oropesa, y yo dije: ¡ay, Dios mío, yo entre todas estas personalidades! No hay cómo valorar el peso que para uno tiene encontrarse con esas grandes de la escena, del teatro, de la televisión. Eso para mí fue muy importante. ¡Pero lo más importante es dirigir!
“El proceso de dirección es largo. Tú recibes el libreto, lo revisas, lo analizas, le haces cambios o no, porque eso pasa por la asesora después de que el escritor lo entrega, y haces el reparto de los actores. Te lo lees una, dos, y más veces, porque hay que cuadrar bien lo que se va a hacer. Claro, en esto funciona también la técnica. Ya uno lleva muchos años dirigiendo, y yo no tengo que estar haciendo quizás la división por escenas ni nada de eso.
“Los libretos ahora son muy complejos, tienen una serie de dificultades artísticas y técnicas que antes no tenían. La época de oro de la radio cubana, de la cual nos sentimos muy halagados, porque fue el germen de todo lo demás, no hacía los programas tan complejos como los tenemos ahora. Y eso es bueno. Pero cuando llega el momento de grabar… ¡es un reto nuevo cada día!, porque cada programa es diferente. Nosotros no tenemos tiempo de aburrirnos. ¡Cada programa que haces es como si empezaras!
“Uno a veces se tropieza con el chofer de guagua que te maltrata, o no. Te vas a la tienda, o a un lugar público, un policlínico, y el empleado no te trata bien. No quiere decir que todo el mundo sea así… Pero nosotros no tenemos esa alternativa. Nosotros siempre tenemos que hacerlo bien. Y si no lo hacemos bien vienen otras complicaciones: te señalan, te llaman la atención. Y el oyente no perdona. Yo no puedo decirle al oyente: ay, disculpa, me dolía la cabeza. O: ay, mira, la actriz se sentía mal. No. Cuando tú entras al estudio tienes que dejar todos los problemas fuera. No puedes sentirte presionado por nada, únicamente por el libreto que vas a dirigir. Haces trabajo de mesa, montas el libreto, y después a grabarlo.
“Es algo inimaginable. A veces uno termina de hacer una escena violenta, una escena tremenda, y si el actor queda muy bien allá adentro los actores lo aplauden. ¡Y uno se siente también aplaudido! Porque uno forma parte de este negocio. Y qué feliz que tus mismos compañeros te admiren, y te quieran, y te aplaudan.
“Yo me siento muy contento cuando me encuentro con mis compañeros en los pasillos: estos pasillos por donde han pasado tantas glorias de la radio. Tantas que no hay cómo pensarlo, porque lo piensas y tiemblas. Saber que por estos pasillos, en estos estudios, estuvieron Martha Muñiz, Bernardo Pascual, Abelardo Rodríguez, Fela Hart, Aurora Pita, Marina Rodríguez, Enrica Santiesteban, Carlos Badía, Raúl Seles, Agustín Campos. Tantos nombres extraordinarios que tú dices: ¿y ahora yo estoy pasando por estos pasillos?
Nuevas generaciones
“Lo viejo pasa. Los años pasan. Indiscutiblemente hay que preparar nuevos actores. Aunque la radio te permite trabajar toda la vida: tú puedes empezar desde niño hasta viejito, y vas pasando por todas las categorías de personajes. Hay actores y actrices capaces de hacer varias generaciones. Pero indiscutiblemente eso también termina, y hay que trabajar con la gente nueva.
“En Cuba hemos tenido una suerte tremenda, porque aquí hay actores excelentes, desde el teatro hasta que se creó la radio y la televisión. Como también ha habido escritores excelentes, directores excelentes, operadores de efecto, narradores. Nosotros somos una cantera extraordinaria de talento. Y eso hay que moverlo. Hay que moverlo porque te lo lleva la vida. La vida en ese sentido es implacable. Pasan los tiempos. Personas que pasan, llegan y se van. Se van para otro lugar, hacen otras cosas…
“Hay que preparar gente joven constantemente. Aunque después se te vayan de las manos. Aunque después los utilicen otros directores, o se vayan para otro medio, o para otro país.
“Yo me siento muy contento preparando a las jóvenes generaciones, porque creo que está dentro de los signos que han marcado mi vida. Cuando me tropiezo en los pasillos, o en la calle, con un actor joven y me abraza, y me saluda, uno se siente recompensado de que el trabajo de tantos no haya sido por gusto. Es como si Dios no hubiera tenido reparo en ofrecerte toda su gracia, para que tú pudieras vivir a plenitud.