Lo que pudo ser una buena idea murió en las costas de una desequilibrada y caótica puesta en escena. En principio El motor de arranque despertó expectativas entre el público sobre todo por el bien logrado personaje de Noelia Bermellón, pero el programa humorístico ha adolecido de un guion sólido y de actuaciones que convenzan al espectador, carencias que han vuelto a quedar en evidencia durante la retransmisión de este espacio en la televisión. En El motor de arranque parece que todo se dejó en manos de la improvisación y el programa adolece de un criterio que se sustente en el equilibrio y la inteligencia argumental. La improvisación no es un error de por sí, incluso puede ser un notable punto a favor cuando está acompañado de la originalidad y la inteligencia, pero cuando su práctica no está defendida de actuaciones coherentes y una trama bien hilvanada termina, como ha sido el caso, en los cauces del desastre.
Jorge Bacallao, el conductor del espacio, es un humorista con resultados palpables en el ámbito del humor cubano. La mayoría de sus presentaciones ahondan en un humor elaborado, que escapa de las prácticas facilistas, pero su actuación en el programa no está a la altura que exige un espacio estelar en la televisión. Bacallao como el resto de los humoristas y músicos participantes naufragan en el intento, debido sobre todo a la futilidad del libreto, carente de sentido en numerosas ocasiones y con unas faltas argumentales reconocidas por no pocos televidentes.
La ausencia del llamado al sentido común entra en contradicción además con la factura e infraestructura del programa, con recursos que impactan favorablemente en su visualidad. Pero si bien entra por los ojos no logra el mismo efecto en el razonamiento y la experticia de los espectadores.
Los humoristas han basado su performance en bromas llenas de intertextualidades que la mayoría de las veces solo ellos conocen. Continuamente giran en torno a esos chistes sin anclaje en el televidente que parecen destinados solamente a ellos mismos. Como si estuvieran dialogando alrededor de una mesa de dominó con los vecinos de un barrio donde todos se conocen como la palma de la mano.
No ha habido mucha agudeza en el programa, mas allá de algunos chistes al azar de Bacallao sobre la realidad nacional, con ese estilo propio que ha distinguido anteriores actuaciones suyas.
Durante las retransmisiones han quedado al desnudo las evidentes carencias del espacio, que regresó sin su principal atractivo: el personaje de Noelia Bermellón.
La idea de sumar una banda de músicos podría haber tenido resultados favorable. Pero no logra el propósito de realzar la puesta ni acompañar al conductor o a otros lances.
Ray Fernández, a falta de un guion, se ve descolado en la escena y se pierde junto a sus músicos en la proyección de una supuesta irreverencia y proyección iconoclasta que no conduce a ningún lugar. El trovador no logra asirse de un libreto que le permita tributar al programa y lo salve de convertirse en una caricatura. Todo parte, ya lo dijimos, del adocenamiento y de la poca calidad para explotar el talento de los implicados en El motor de arranque, un programa que en vez de conocer el naufragio por toda esa serie de errores podría haber tributado al humor cubano más contemporáneo.
Ray Fernández, por otro lado, debe profundizar más en su probado talento como compositor, palpable en una serie de temas que en su día le ganaron el respeto y la admiración. Sin embargo, el músico se ha decantado por una proyección pública basada en una búsqueda a toda costa de la sátira y de un andamiaje iconoclasta ya trillado y logrado de forma más convincente por otros artistas.
De hecho esa promoción del “Ray burlesco” ha intercedido en el compositor que es y que debe retomar para sacudirse la caspa de ese otro Ray que más temprano que tarde puede colapsar en las redes del implacable paso del tiempo, de la crítica más comprometida con la verdad y la cultura y del interés de los seguidores de su creación artística.
En el Motor… tampoco pudieron embridar la capacidad nata de la repentista Tomasita Quiala y su gracia para el doble sentido. Se convierte en otra artista que no logra enmendar la plana, en un objetivo decorativo y su puesta en escena carece del sentido necesario en el diseño del espacio. Se percibe además una diferencia sustancial entre las proyecciones de los humoristas invitados durante las diferentes ediciones, quienes no pudieron encontrar un punto en común con el objetivo del programa, algo que, por otra parte, este redactor no ha podido descubrir ni deslindar entre tantos eslabones sueltos de un motor que se quedó sin combustible tras el primer intento por arrancar.
No pudiera estar más en desacuerdo con este comentario! Excepto en que me quedé con las ganas de ver de nuevo a Noelia Bermellón.
Pues yo completamente de acuerdo con el artículo. Y agradezco no hayan convocado a Noelia Bermellón. Fue lo que más sufrí de la primera temporada..