Fotos: Arisbel López
Comparaba Cortázar en una entrevista la escritura de un cuento con un pez. La sola presencia de ese pez debía evocar el océano todo, como un cuento debía convertirse, por arte y oficio, en la expresión de esa galaxia que es la literatura.
Kevin Fernández prueba que el argentino tejedor de Rayuela sabía de estos asuntos no solo por diablo. Cualquier escéptico podría creerse que detrás de la media página que ocupa La gallina, el minicuentos con que Kevin ganó el Concurso “El Dinosaurio”, se esconde solo mucha buena suerte; que esas pocas líneas no son como un iceberg literario que esconde lo más sólido y extenso de su cuerpo bajo la superficie.
Como en el caso del pez, Kevin Fernández salió a conquistar su Gallina, agreste e inaprensible como toda buena obra, en la más tupida jungla literaria. Su arte y maña de cazador le permitieron escribir estas pocas palabras que hacen el cuento. (Si no lo cree, lea aquí cómo fue su expedición).
¿Cómo se te ocurre la idea de escribir este minicuento: La gallina?
En 2007 estaba en una tertulia que hacía la Casa Canaria, cuyo grupo literario todavía funciona. De vez en cuando para amenizar proponían a los participantes escribir un minicuento de tres líneas. Fue en esa ocasión que hice La Gallina. Como tenía más de tres no fue premiado, pero lo copié para tenerlo. Todo lo archivo, tengo una forma de trabajar en la que voy acumulando lo que hago y lo voy calculando incluso. Se lo leí a mucha gente, vi que gustaba, y me recomendaron que lo enviara al concurso El Dinosaurio.
¿Por qué entre tantos seres una gallina?
Quería hacer un homenaje a Augusto Monterroso, al retomar su memorable minicuento y ofrecerlo a la inversa. Él elige una criatura que nos imaginamos muy grande: un dinosaurio, y lo mete en un cuento extremadamente pequeño. Yo quería seleccionar algo lo más pequeño que se me ocurriera y que fuera funcional: una gallina, y situarlo en el lugar más grande del mundo: el ferrocarril transiberiano, el mayor del planeta.
Cuando le preguntaba a Eduardo Heras León sobre características que distinguen a la generación actual de jóvenes escritores, él mencionaba el interés por el minicuento. ¿Qué crees tú?
El minicuento, por su brevedad, parece sencillo de escribir para muchos. A casi todo el mundo se le ocurre algo de vez en cuando. Entonces el minicuento es un vehículo ideal. Hay que decir que siempre ha existido, porque determinados chistes son minicuentos. Tienen incluso la estructura, los mecanismos. Ahora, el minicuento, tal como lo entiende Eduardo Heras León, es un intento por trascender eso, cuenta algo más que un simple chiste y se convierte en literatura. Gracias a Eduardo Heras León hay conciencia del minicuento como género. Cuando eso sucede, los escritores saben que lo pueden cultivar y que tiene salida en algún espacio. Hay escritores que actualmente han publicado libros de minicuentos, algo que no recomendaría, porque es imposible escribir 500 minicuentos buenos. Y este género es muy cruel en este sentido, es bueno o malo sin términos medios. Las narraciones más largas pueden ser esencialmente malas, pero ganar por los detalles. Pero el minicuento no lo permite, no hay regular, solo buenos y malos minicuentos.
¿Cuán difícil es para un escritor joven publicar en Cuba?
Es difícil publicar y más ahora que hay crisis económica. Pero lo que los escritores deben atender, más que a publicar, es a escribir y hacerlo con calidad. Cuando uno tiene un trabajo realmente bueno, ese trabajo sale por algún lado, el lío es alcanzar ese tipo de domino, y además cultivarse para diferenciar un producto bueno de uno malo.
Hay quienes quieren publicar y sufren por eso, pero realmente no han leído bien lo que han escrito. Si se publicara, los dañaría. Y hay otros con una obra excelente y basta que la enseñen para que alguien se fije en ella y quiera editarla. A lo mejor son experiencias mías.
Iba a un taller literario municipal y allí leía sin ningún interés en publicar. Y la misma persona que atendía el taller me dijo: “Eso es defendible”. Cuando reuní una cantidad suficiente, me dijo: “Preséntalo”. Y tuve suerte de que me lo aprobaran. Lo importante es que haya calidad, es lo más importante. No hay que obsesionarse tanto con la publicación, porque a veces no colma la medida de tus expectativas. Hay personas que entran con unas expectativas demasiado altas al mundo de la literatura, siguen los escalones: Yo publico: Yo me hago famoso: Yo me hago rico. Y eso no funciona así.
Por ejemplo, Extramuros hace 600 copias de cada libro. Eso no basta para hacer famoso a nadie. La publicación te da la satisfacción de llegar a lectores desconocidos. Pero tampoco hay que obsesionarse con eso. Lo importante es escribir, leérselo a tus amigos. Cuando uno se da cuenta de que está preparado, uno lo logra.