Ya casi está. Algunos ajustes de color, la transferencia a Digital Signal Processing (DSP) del material y ya La Habana de Fito, documental del realizador cubano Juan Pin Vilar, quedaría listo para ser servido a los espectadores de Cuba y del mundo. Más de cien minutos de vibrantes testimonios, entrevistas e imágenes de archivo ponen en contexto la relación entrañable de Fito Páez, figura imprescindible del rock en español, con la ciudad y su intenso y contradictorio devenir.
En La Habana Fito ha cantado, inaugurado amistades, amado y ha sido partícipe de las alegrías y tristezas del ciudadano común, ese al que él le atribuye una generosidad y una capacidad de alegrarse a prueba de desilusiones.
El filme tiene como columna vertebral varias entrevistas con el cantautor argentino, en La Habana y Buenos Aires. De viva voz éste narra cómo fueron entretejiéndose los hilos de un amor recíproco entre él y la capital de Cuba, plaza donde cuenta con varias generaciones de seguidores. Contribuyen al relato, y de qué forma, los testimonios de Pablo Milanés, Cecilia Roth, Carlos Alfonso, Ele Valdés, Luis Alberto García y Wendy Guerra, entre otros; unas veces como testigos de excepción —Cecilia fue su pareja en parte de ese recorrido— y otras como meros espectadores, jóvenes que sentían que las canciones de Fito les hablaban directamente a ellos.
El primer contacto —fugaz— de Fito con La Habana ocurrió en abril de 1987, cuando vino a participar en el 6to Festival de Música Popular de Varadero. Esa edición del evento se recuerda por la reunión de luminarias como María Bethania, Chico Buarque, Gilberto Gil, Irakere, Harry Belafonte, Van Van, Silvio y Elena Burque, entre otros. Pero, sobre todo, es memorable por el debut de un muchacho delgadísimo y desgarbado que cantaba, con todo el cuerpo, piezas de salvaje dolor. En esa ocasión los cubanos chocamos en directo con un rock en español que no era epigonal ni mimético, sino que venía cargado con el reconocimiento y asunción del ser latinoamericano. Fito se ganó el corazón del público y el público se ganó el corazón de Fito, que venía quebrado tras una enorme tragedia familiar.
Sobre esto último el artista ha hablado en varias ocasiones, y en el documental, una vez más, lo deja plasmado. Su viaje a Cuba, por invitación de Pablo Milanés, literalmente le salvó la vida. Un año antes una tía y su abuela habían sido asesinadas en la ciudad de Rosario. Pablo, según él mismo lo cuenta, vio en la euforia del argentino, en sus ojos brillosos, la marca del dolor y le ofreció el único remedio a su alcance: cantar, rehacerse, realizar el prodigio de convertir su música en la expresión de muchos. Sin aquella oportunidad de contacto con el pueblo cubano, reconoce Fito, él no sería el mismo.
Juan Pin Vilar se propuso realizar una obra que no fuera nostálgica. Pero no lo consiguió del todo. No se le puede pedir a los fanes cubanos de Fito que no seamos asaltados una y otra vez por el dulce sentimiento. Imposible que los que estuvieron presentes en su concierto de la Plaza de la Revolución en diciembre de 1993 (cien mil personas, según el diario español El País), no se estremezcan ante las imágenes. Pues no se trata simplemente de repasar un momento, sino de recordar quiénes éramos entonces, cuando nos enamorábamos y cantábamos a voz en cuello “Cable a tierra”, “11 y 6”, “Ámbar violeta”, “Giros”… Lo mismo sucede con quienes estuvieron en octubre de 2014 (Festival de Música Leo Brouwer) y en junio del 2016 (concierto de cierre por el treinta aniversario del fonograma Giros) en el Karl Marx, donde el rosarino incendió las noches.
“Habana”, la canción que Fito le dedicara a la ciudad, tuvo su estreno mundial en el Parque Lenin en mayo de 1997, durante un concierto de solidaridad con los enfermos del SIDA que organizara Pablo Milanés, y al que también se sumó Joaquín Sabina. Justamente esa pieza inspiradísima ahora se escucha en el documental con un nuevo arreglo, especialmente hecho para la ocasión, en las voces de Pablo Milanés, Pancho Céspedes, Cimafunk y, por supuesto, Fito. Todo un regalo de incalculable valor artístico.
El proyecto La Habana de Fito obtuvo para su realización uno de los apoyos económicos de la segunda edición del Fondo de Fomento del Cine Cubano. El guion y la dirección corrieron a cargo de Juan Pin Vilar (La Habana, 1963), quien contó con la colaboración de Ricardo Figueredo y Josué García (producción), Raúl Prado (Fotografía), Marian Quintana (edición) y Velia Díaz de Villalvilla (banda sonora).
Juan Pin ha dirigido para la televisión cubana más de cien emisiones en distintos géneros, entre ellas los materiales de ficción Una noche con Nora (1988), Los jugadores (1990), Feliz Cumpleaños (1997), El verdugo (2002) y El puente rojo (2013). Es, asimismo, el autor del documental Pablo Milanés (2015), aún no exhibido en Cuba.
En unos días La Habana de Fito comenzará su ruta por festivales y salas de exhibición. Esperemos, expectantes, el encuentro con los cubanos, su público natural.
El argentino ha dejado escrito y cantado: “Si no elegimos vivir, yo querría morir en La Habana”1. Larga andadura para esta nueva obra de la cinematografía nacional. Larga vida para Fito; aún necesitamos sus canciones.
Nota:
1 Estos, y los versos que componen el título de esta nota, pertenecen a la canción “Habana”.