Para Jenny Nosedo, primera bailarina de Danza Contemporánea de Cuba, eso de decir que su vida es el baile sonaría demasiado cursi. Pero nada resume mejor el sentido de su día que esa frase. Ahora incluso que está en Inglaterra, bailando, asiste en el tiempo libre a las presentaciones de otras compañías para actualizarse con los cambios (que no son pocos ni lentos) del mundo de la danza.
Aquí mismo en Cuba, además de las muchas horas que dedica a trabajar en las nuevas coreografías de Danza Contemporánea, emplea sus noches en prepararse, estudia en el ISA y aprende desde la teoría eso que tan bien ejerce desde la práctica.
Los momentos de ocio son pocos, pero ya se sabe que la vida profesional de una bailarina es corta, no es de extrañar que el tiempo que dura sea una consagración, casi religiosa, a la danza.
¿Cómo surge el proyecto de esta gira?
Primero tengo que comentarte que hace unos meses pasó por la compañía un coreógrafo vasco, bailarín de Shasha Walls, que se llama Juan Cruz. Hizo una coreografía que nos marcó porque es totalmente diferente a lo que hacemos nosotros aquí. El trabajo es un poco más físico, lleva los cuerpos al límite.
¿Por qué crees que tenga esta característica?
Aquí todo el mundo es joven, el promedio de edad es de 23 años y todo el que llega se sorprende. Juan Cruz y nos alimentó y te digo alimento porque nos dio tantas herramientas, tantas cosas, nos ayudó a encontrar otros caminos y es bueno saber que hay otros caminos después de… obviamente la carrera del bailarín es corta.
¿A ti cómo te sirvió?
Toqué piano, realicé ese sueño que tenía clavado en el pecho. Canté, actué, bailé en esta obra, que llevamos a la gira pasada a España, hace unos meses. Se llama Casi. Estuvo tres días en el Lorca. Esta coreografía nos abrió la posibilidad de desarrollar las capacidades de creación de todos. Porque Juan Cruz, además de coreógrafo, fue como un psicólogo. Nos permitió a cada uno desarrollar nuestros personajes según nuestras capacidades.
¿Y la gira?
Pues tiempo después, vino un coreógrafo israelí que vive en Holanda y trabaja en Londres. Y el Consejo Británico le encargó que hiciera una coreografía con nosotros. Pasó un mes aquí montándola. Y vamos a estar en Inglaterra hasta el 10 de junio presentándola junto con dos obras que están en el repertorio que son Mambo y Carmen.
¿En qué consiste la obra?
Es muy compleja. Como va a salir en el preámbulo de las olimpiadas, es con unos guantes de boxeo. No te puedes imaginar el trabajo que nos ha costado manipular esos guantes a los 16 bailarines que participamos. Aquí nadie tenía ni noción de cómo se ponen unos guantes, pero improvisamos… Ese va a ser el programa de Inglaterra, pero antes vamos 10 días a Alemania y ahí vamos a presentar Demon Crazy, Carmen y Mambo. Allí vamos a tener tres funciones y vamos después a diferentes ciudades de Inglaterra.
Perteneces a una compañía muy prestigiosa con grandes bailarines que han pasado por la escena. Pero la danza contemporánea se transforma con más rapidez que otras tendencias. ¿Cuáles son los retos de tu generación de bailarines en la compañía?
Hay un legado que aunque uno no quiera va a arrastrarlo siempre, hay obligatoriamente que mirar a atrás, porque está ahí y es la base. Cuánta gente no vive y murió aquí también y ha pasado por nuestros salones. Somos hijos de esa gente y pertenecemos a una generación X, de tantas que ha habido. En danza, específicamente, el paso de moderno a contemporáneo significó un cambió la mentalidad. Ahí está la clave, porque en realidad no cambiaron los pasos ni las estructuras.
¿Cuántos elencos han pasado por la Compañía?
La compañía tiene 59 años y en todo ese tiempo por aquí han pasado cuarenta y pico de elencos. No sé cuál es el mío, pero desde que estoy aquí hace ocho años ha habido como cuatro elencos que se han ido. Yo soy, creo, las más antiguas que quedan. Pero como te decía, en realidad seguimos siendo Danza Contemporánea, porque seguimos las mismas estructuras de clase, la preparación del cuerpo, el entrenamiento. Se han incorporado otros elementos, hemos sufrido contaminaciones y es bueno contaminarse, las tendencias de Europa son buenas, pero sin perder la raíz.
¿Y tú? ¿Cuáles son tus metas en la Compañía?
Mi generación está enfrascada en aprender de todo. Estoy concentrada en lo que tengo que hacer, quiero aprender mucho, ver mucho. Cuando estoy de gira me doy a la tarea de ir a ver diferentes obras. Me sorprende la sencillez de lo que se está presentando, me digo: “¿por qué razón nosotros entonces allá, sin nada, nos tenemos que meter en camisa de once varas para hacer algo y necesitamos una fortuna que no lo tenemos”. Ahora todo es muy minimalista, pero hay que saber y tener un conocimiento muy amplio para llegar a lo minimalista. También me gustaría incursionar un poco en la coreografía en algún momento. Sí, porque en todas las coreografías hay un porciento ahí muy grande de Jenny y de todos los bailarines.
Tienes tiempo. Eres muy joven aún. ¿25 año?, ¿no?
Vivo ahora un momento en que la parte física la estoy dejando un poco y estoy pensando en otras alternativas para cuando llegue a los 30, la parte performática, ir haciendo mezclas, contaminación. Y entonces, como que mi resistencia física en algún momento no va a ser suficiente para bailar, debo que pensar con luz larga.
Es un momento difícil en la vida de un bailarín.
No estoy triste. Sé que va a llegar. Ahora mismo no puedo con mis tobillos y mis rodillas porque es muy dura la carga de trabajo y es muy fuerte además: cargamos aquí a los hombres, que pesan lo que no te puedo explicar. No me agobio porque estoy sembrando para vincular a lo que ya tengo otras habilidades. Me gusta mucho el teatro y lo tengo que desarrollar. Estoy aprendiendo piano, sé tocarlo ya, pero lo estoy aprendiendo con todas las de la ley. De niña me habría encantado hacer piano pero tengo los dedos pequeños, hay que tener también condiciones físicas.
Muchos se quedan por el camino, qué hace que todavía continúes en el mundo de la danza, con todo el esfuerzo que exige.
Solo proponérselo no te ayuda. Debes hacerte un plan. Para mí fue así. Ni siquiera pensé en llegar a Danza Contemporánea. Pero mi plan era ser mejor cada día, cumplir con todo lo que tenía que cumplir. Quería bailar, y yo dije, mi meta es ser buena y aprender todo lo que pueda y esto me va a llevar obviamente a algún lugar. Cuando terminé el director de la Compañía peleó por mí. Yo debía que estar en Cienfuegos y él se luchó para que yo viniera para acá y aquí llevo ocho años. Lo que pasa es que hay gente que se desilusiona porque muchas veces no recibes todo lo que deseabas. Pero a mí me ha ido bien, y estoy contentísima de estar donde estoy, porque hago mi trabajo y lo disfruto.