Según los estudiosos –o los pesimistas-, el comienzo de la era digital ha traído consigo el inevitable fin de la literatura impresa. Pero, ¿pierde valor el texto al cambiar su soporte? ¿Existe en Cuba una literatura digital?
Mientras que algunos intelectuales de la Isla (como los reunidos esta semana en el espacio Ciclos de Movimiento, del Centro Cultural Dulce María Loynaz) aún debaten sobre la existencia de una nueva –y real- generación de escritores en Cuba, las producciones literarias cubanas se van apoyando cada vez más en el uso de las nuevas tecnologías, ya sea para aumentar su valor o para lograr un mayor alcance de lectores.
Un fenómeno muy peculiar que indica el nacimiento de una novísima e-literatura -y que conste, no se trata de los conocidos e-book- son los microrrelatos digitales. Siguiendo el auge que estas creaciones han tenido en el mundo hispanohablante durante los últimos tiempos, en Cuba se realizó este año el primer concurso de microrrelatos por SMS.
Que en solo 60 días se hayan presentado 255 textos de 106 autores es un hecho que, si bien no establece referentes consolidados, sí pone de manifiesto el interés por una renovación y expansión literaria de la que no había noticias antes de este certamen.
La cuestión estriba en la delgada línea entre la nueva “literatura” y los mensajes de texto comunes, porque no es de suponer que cada vez que se envíe uno de ellos aparezca un Cevantes o un Benedetti.
Tal vez sea hora de recapitular los conceptos teóricos sobre la creación literaria; ese es una de las polémicas más importantes que deberá debatirse en las letras cubanas. Si el dinosaurio de Augusto Monterroso dejó sobre el tapete un tema para reflexionar, ¿qué pensar de esta Disculpa, de Yonlay Cabrera -ganador del Primer Premio del Concurso Nacional de Microrrelatos?:
“Nena mi mamá yeba 2 días borracha m papá c yebó el $ y creo ke me van a botar del alkiler cjone claro k c me tiene ke olvidar tu cumpleaños”. ¿Puede concebirse este discurso como “literatura”?
Mucho ha dado para hablar la escritura a través de mensajes de texto electrónicos, a punto de juzgarla como un retroceso en el lenguaje: faltas de ortografía, pobreza de vocabulario… ¿Por qué no entender los “nuevos” enunciados como una consecuencia del tiempo agitado que se vive, como una exigencia de la propia tecnología: inmediata, que demanda la síntesis; o como una simple derivación del costo económico de los mensajes?
En una ocasión, el escritor portugués José Saramago dijo: sí se puede llorar sobre la página de un e-book, aunque no es recomendable. Y sin lugar a dudas, los cubanos abogan hoy por la “literatura de pulgares”.
Cuba se suma a la era de la literetura digital, no siempre por placer, muchas veces por necesidad. Los estudiantes de las universidades no tienen otra opción que consultar la bibliografía digital y ya es común entre muchos prefelirla antes que un libro impreso. Yo apoyo lo digital, no se puede negar el desarrollo.