¡Los invito a Cuba!
Nada disfruto más que enseñar mi casa. De Cuba conozco muchos recovecos, la he recorrido de punta a cabo, pocos rincones aún se me resisten. No puedo decir que tenga un sitio preferido en Cuba, me conmueve el monte cubano, la sana ingenuidad de su gente; me impresionan sus ciudades coloniales, de armonía o desarmonía impecables; adoro las playas cubanas, cuando me zambullo en ellas es como estar dentro de casa. Pero cuando cierro los ojos y pienso en Cuba no hay ningún paisaje deshabitado, siempre está la gente.
Por eso les digo a mis amigos: si tienes deseos de estar solo, de coger sol, de disfrutar del verano, de aislarte en la tranquilidad de una hermosísima playa; no vayas a Cuba. Tenemos todo eso, pero es un desperdicio ir a Cuba y no aprehender su cultura, no relacionarse con su gente.
No se puede entender Cuba y a los cubanos, yo dejé de intentarlo, pero no hace falta. Se puede ir a Cuba y sentirse vivo, gozar y sufrir; cuestionarse, sorprenderse. Puede gustarte más o menos, pero de Cuba no te vas a ir indiferente, emoción, una marca te va a quedar para siempre.
Esta revista es la invitación que le hago a mis amigos a visitar mi casa. Intentaré mostrárselas toda, me complacen sus luces y no le temo a sus sombras, solo quiero que se acerquen con honestidad, que suelten todas las máscaras que puedan y se adentren, y gocen, y sufran, y vivan.