A Karla Suárez la conocí en la década del 90. Cuba estaba de moda y unos editores italianos querían hacer una antología de escritoras que después sería publicada por la prestigiosa editorial Fertrinelli. Ella era una de las elegidas y yo, otra. Al principio muchas de las que estábamos en el libro dudábamos de ella. Jamás habíamos leído un texto suyo y quizás teníamos el prejuicio de que era demasiado bonita para ser buena escritora. Cuando la leíamos tuvimos que reconocer nuestro error. Ella es lo que se dice una novelista y una cuentista natural. Sus argumentos y su prosa tienen atractivo, poder de comunicación y dice muchas cosas con pocas palabras.
Sus mayores éxitos los obtuvo fuera de Cuba pero ha seguido publicando la mayoría de sus libros en la Isla, a la que viaja con frecuencia. Yo he sido más de una vez su editora y me he encargado también de las presentaciones de sus obras en Cuba, la mayoría publicadas por Ediciones Unión.
Ahora mismo los lectores cubanos podrán disfrutar de su novela Habana, año cero, que tendrá su lanzamiento este mes en la Sala Martínez Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Ella estará conmigo. Como siempre y desde ahora recomiendo este libro a los que la conocen y a los que no la conocen.
Karla Suárez es relativamente famosa pero sigue siendo la muchacha modesta de siempre. Por eso no fue difícil que accediera a esta entrevista para OnCuba donde nos cuenta de su vida pasada y presente, de sus obsesiones y su manera de ser. Nos dice que nunca ha dejado de ser la ingeniera electrónica que se graduó en la Universidad de La Habana a pesar de que su talento para la literatura la coloca en los más altos sitiales de la prosística cubana contemporánea.
Aquí van entonces mis preguntas y sus respuestas que comparto gustosamente con nuestros lectores.
Háblame de tu carrera como escritora, primero dentro y después fuera de Cuba.
Lo primero que publiqué, aunque te parezca raro, fueron unos poemas en la revista cubana Alma Mater. Yo estaba en la universidad y desde niña escribía poemas y cuentos, pero muy pronto descubrí que no soy poeta y me dediqué solo a la narrativa. Más delante, a mediados de los 90, publiqué un cuento en La Gaceta y para mí fue importantísimo porque, además de mi familia y mis amigos que eran mis lectores, ya el cuento podía ser leído por otras personas. En esos años ya sabes que en Cuba se publicaba muy poco. Muchos jóvenes escritores nos reuníamos para leernos y así empezamos a conocer un poco el trabajo que hacía cada cual.
Luego publiqué en una de las antologías del premio Pinos Nuevos e incluso en dos antologías italianas. Mi primer libro de cuentos lo envié a una editorial cubana y ahí estuvo unos años sin que saliera. En 1998 me fui de Cuba. Cuando eso estaba escribiendo Silencios, mi primera novela, que al año siguiente ganó el Premio Lengua de Trapo en España (junto con otra de Ronaldo Menéndez). Y coincidió entonces que, saliendo esta en España, ese mismo año –1999– salió el libro de cuentos en Cuba.
Pasé de no tener ningún libro a tener dos y ahí empezó todo más en serio. Fui traducida a varios idiomas, comenzaron a invitarme a festivales internacionales en diferentes países y, poco a poco, fui dedicando más tiempo a la literatura y todo lo relacionado con ella porque durante años trabajé como ingeniera e informática, que fue lo que estudié en la universidad.
En el tiempo que he vivido fuera de Cuba han sucedido muchas cosas en mi carrera: publicaciones en diferentes países, adaptación a la televisión cubana de varios cuentos míos, dos adaptaciones al teatro de la novela Silencios en Francia, y otros premios (como el Carbet del Caribe por la novela Habana, año cero).
¿Sientes que perteneces a alguna generación o grupo de escritores cubanos?
Yo tengo muchos amigos escritores de la llamada generación del 90. Como te decía –y como sabes– en esos años en Cuba apenas se publicaba y de la gente de mi edad muy pocos habían publicado antes del 90, por tanto éramos como una generación fantasma que aparecía en antologías, plaquets o en los estudios que hacía el profesor Salvador Redonet. Y que frecuentaba peñas donde podíamos leer nuestros textos y así fuimos conociéndonos, era el único modo de hacerlo.
Teníamos varias cosas en común: haber nacido después de 1959 y crecido en los 80, haber llegado muy jóvenes a la caída del mundo de Berlín y la desaparición del mundo al que Cuba pertenecía y querer escribir en un país donde no había papel pero sí había muchas preguntas por responder. Yo no siento que pertenecí a un grupo específico, pero sí a una generación que compartió muchas experiencias y, como decía, tengo muchos buenos amigos de aquellos años, aunque no todos siguieron siendo escritores.
¿Cómo es un día de Karla Suárez?
La verdad es que no hay ningún día igual a otro. Actualmente soy profesora de la Escuela de escritores de Madrid, pero doy cursos por Internet así que trabajo en casa. A eso le dedico parte del día, aunque no todos los días tienen la misma carga de trabajo. También coordino el club de lectura del Instituto Cervantes de Lisboa, que es donde vivo. A veces escribo artículos para algunos periódicos, sobre todo crónicas de viaje que es algo que me gusta mucho hacer. Viajo bastante invitada a festivales literarios, a dar conferencias o a impartir talleres literarios.
En estos momentos no estoy haciendo nada de informática, aunque con frecuencia me ocupo de los sitios web de amigos escritores (una parte de mí se niega a abandonar del todo las computadoras). Y escribo cuentos o trabajo en una novela, aunque hay periodos en que estoy viajando todo el tiempo y no puedo escribir como quisiera. En todo eso ocupo mis días y, aparte del trabajo, monto bicicleta regularmente y me reúno con mis amigos. Yo sin amigos y sin un libro por escribir me muero.
Entre el cuento y la novela, ¿en qué genero te sientes más cómoda?
En los dos me siento cómoda, pero son muy diferentes. Yo casi siempre estoy trabajando en una novela, puedo demorar años en hacerla y todo ese tiempo vivo con sus personajes, escucho las músicas que ellos escuchan, me preocupo con sus problemas, los amo o los detesto y hasta implico a mis amigos que luego me preguntan qué tal les va a mis personajes.
Mientras eso se desarrolla por un lado, por otro voy escribiendo cuentos; aunque al final no todos me interesan, suelo descartar muchos cuentos porque me parece que les falta algo, que no tienen ángel, no sé. El problema es que necesito escribirlos, un cuento nace, se impone y hay que escribirlo. Después ya “en frío” decido si vale la pena que sea publicado o no, pero esa decisión viene después.
¿Fue el Premio Lengua de Trapo el que te dio la oportunidad de acceder al mercado del libro internacional?
Sí, porque con el Premio vinieron las traducciones de la novela a diferentes países y así empecé a darme a conocer.
De todas tus novelas, ¿con cuál te sientes más identificada y por qué?
Esta pregunta es muy difícil. Mira, hace unos meses estaba terminando una novela y me sentía muy identificada con ella. Vivía día a día con el personaje, sufría con él, le daba consejos, lo criticaba y, a ratos, hasta me divertía cuando las cosas le salían mal. El problema es que un día puse el punto final y, como me sucede casi siempre, unos dos meses después escribí el primer capítulo de mi próxima novela. No sé cuanto tiempo me demoraré en escribirla, pero ahora la que me interesa es esa. La otra quedó atrás, como quedaron atrás las anteriores.
Yo tengo hasta el momento cuatro novelas, todas giran en torno a temas cubanos que a mí me interesaban: la familia, la emigración, el período especial y la guerra de Angola. Son temas del país donde yo crecí y viví, porque lo que me interesaba era recrear de algún modo aquellos años y poner un foco en determinados asuntos. De hecho, entre esos cuatro libros hay una sutil relación, personajes secundarios de unos aparecen en otros y cosas así, porque todos se desarrollan en el mismo mundo de aquellos años. Pero ese mundo ya no existe y yo, aunque viajo a Cuba con frecuencia, hace muchos años que no vivo aquí, por eso creo que con la cuarta novela he cerrado un ciclo. Ahora empiezo otra etapa literaria y es esa la que me entusiasma en estos momentos.
Has publicado una gran parte de tu obra en Cuba aun cuando no resides en la Isla. ¿Por qué?
Como soy cubana me gustaría que todos mis libros estuvieran publicados en mi país, por eso insisto e insisto. Además, como te decía, de las cuatro novelas que tengo hasta ahora sus protagonista son cubanos y muchas de las cosas que les suceden tienen relación directa (de causa o consecuencia) con nuestra compleja realidad política y social.
Yo no escribo pensando particularmente en un lector cubano porque me interesa que los libros vayan mucho más allá, el país es el marco, lo fundamental son las historias humanas, pero sé que a un lector cubano no le va a faltar ninguna referencia de ese marco, que va a entender todos los detalles, por mínimos que sean.
Si yo escribo, por ejemplo, “era día de agua”, un lector extranjero no va a entender a qué me refiero, pensará en la lluvia o algo sublime, pero un cubano sabe inmediatamente de qué estoy hablando y pensará en el tanque que tiene que llenar. El cubano va a entender el antes y el después de todos los detalles y puede sentirse más identificado. Por eso me interesa que mis libros lleguen a este público y me siento tan feliz cuando sucede y la gente encuentra identificación con mis personajes.
De todos los países europeos en los que has vivido, ¿dónde te has sentido mejor para escribir?
Yo viví en Roma, en París y ahora estoy en Lisboa y la verdad es que para escribir me he sentido bien en todas los sitios. El momento más difícil fue al principio, cuando llegué a Italia, porque tuve que empezar una nueva vida en una sociedad distinta de la que yo conocía. Los primeros meses como emigrantes suelen ser complicados, por eso escribí mucho, sí, pero no literatura.
Ya luego me acostumbré, la ciudad se volvió mía y entonces pude escribir sin problemas. Los cambios a París y luego a Lisboa no fueron tan fuertes porque aunque hay diferencias, de idioma y otras cosas, hay ciertas normas sociales que más o menos son las mismas. Por eso no me costó nada seguir escribiendo; es más, me mudé a ambas ciudades a mitad de una novela, me cambió el entorno, pero los personajes creo que ni se dieron cuenta.
¿En qué trabajas actualmente?
Tengo empezada una novela, pero recién empezada y por tanto sé muy pocas cosas. Tengo un principio y a ver adónde me lleva.
Si te dieran a escoger los diez libros más importantes de la literatura cubana, ¿cuál sería tu elección?
Para mí las listas siempre son complicadas, porque nunca entran todos y depende del momento en que la escribas. Además, aquí habría que incluir todo, narrativa, poesía, ensayo y diez son poco. Por tanto, me voy a tomar la libertad de cambiarte un poco la pregunta. Te voy a dar mi lista de diez libros de narrativa que he leído más de una vez y me siguen sorprendiendo (todos de escritores anteriores a los de mi generación).
La Condesa De Merlin – Viaje a La Habana
Alejo Carpentier – El siglo de las luces (y todas las demás)
Lydia Cabrera – Cuentos negros de Cuba
Virgilio Piñera – Cuentos completos
Onelio Jorge Cardoso – Cuentos completos
Guillermo Cabrera Infante – Tres tristes tigres
Antonio Benítez Rojo – Mujer en traje de batalla
Edmundo Desnoes – Memorias del subdesarrollo
Jesús Díaz – Las iniciales de la tierra
Leonardo Padura – La novela de mi vida
¿Quién es Karla Suárez como persona y como escritora?
Como persona y como escritora soy la misma. Curiosa y optimista. Me gustan los gatos, el mar, escuchar música, montar bicicleta y viajar a lugares que no conozco. La única diferencia entre una y otra es que en el momento de escribir prefiero estar sola, completamente sola. El resto del tiempo, sin embargo, me gusta la gente, las fiestas y las reuniones con amigos. Mi esposo también es escritor y nuestra casa es un punto de encuentro. Tengo grupos de amigos en todas las ciudades en que he vivido y cada vez que llego a una de ellas los reúno a todos para contarnos cómo nos va la vida y pasarla bien y hacer planes y reírnos. Eso, tanto a la persona como a la escritora le encanta reírse.
¿Para quién o para quiénes escribes?
Sinceramente no pienso en nadie cuando escribo. Me gusta escribir, lo hago desde niña, siempre digo que es una enfermedad adquirida en mi infancia y que, por fortuna, no tiene cura. Por eso cuando estoy escribiendo no existe nadie más allá de los personajes que están conmigo. No visualizo a un lector, no me interesa, vivo eso que estoy escribiendo y así me la paso bien. Por tanto no sé para quién escribo, quizá para que mis personajes puedan contar sus historias. ¿Quién sabe?
Marilyn, creo haber conocido a Karla Suárez en 1990, cuando siendo estudiante universitaria vino a un encuentro nacional de talleres universitarios en Santa Clara, donde yo fui jurado. Dice ella que no es poeta, pero venía en poesía, con un buen poema al que le dimos mención. Algo sorprendente es que físicamente no ha cambiado nada, si me atengo a la foto de esta entrevista. Creo que no me equivoco de Karla. Me alegra que haya hecho todo lo que cuenta. Les envío mi saludo a ambas.
Ingeniería Electrónica en la Universidad de La Habana?
ay, qué bonito!!