El escritor cubano Leonardo Padura recorre en su último libro, Ir a La Habana, algunos lugares de su ciudad natal visitados en las páginas de sus novelas, una ciudad que, dice, “se aleja de mí, pero también se aleja de sí misma”.
Entre el libro de viajes y el de memorias, Ir a La Habana (Tusquets) ofrece un paseo por los barrios de la capital cubana en forma de historia autobiográfica del propio novelista, que va desde su Mantilla hasta las diferentes barriadas habaneras.
Como sucede con muchos de los grandes novelistas, en las obras de Padura hay un personaje tan importante como el protagonista, la ciudad en la que se desarrolla, en su caso La Habana.
En la presentación del libro en Barcelona, este jueves, el novelista dijo que ha tenido la fortuna de “haber conocido la ciudad del pasado colonial, la de la revolución socialista y la actual Habana”, tantas ciudades como etapas en su vida, en las que fue explorando sus distintas partes, desde la infancia, cuando era estudiante de instituto, luego de universidad, cuando ejerció como periodista, y ya finalmente como escritor.
“Cuando comencé a escribir me di cuenta de que desde el niño que nació en un barrio de la periferia de la ciudad, conforme iba creciendo, me iba apropiando de nuevas partes de la ciudad”, explicó.
Para Padura, era necesario “escribir la historia de esa ciudad desde una perspectiva propia, con un sentido de pertenencia” y abocar “el testimonio de una época, después de haber conocido, muy poco pero de forma conmovedora, la ciudad prerrevolucionaria, la revolucionaria y la del actual proceso de deconstrucción”.
En el origen de este libro está un pequeño ensayo editado en Cuba en una pequeña editorial, La Habana nuestra de cada día, sin poca fortuna pues se publicó poco antes de la pandemia; una entrevista en la que participó, ‘Hablando de…’; y la historia personal de esa relación con su ciudad que le pidió su editor español, Juan Cerezo.
Posteriormente, el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015 se dio cuenta de que esas referencias estaban en sus novelas, tanto las de Mario Conde como las otras, y en esa labor su mujer Lucía buscó los fragmentos que casaran con ese discurso.
En la segunda parte del libro, Padura reúne varios reportajes sobre los aspectos más sorprendentes y desconocidos de la historia de la ciudad que le vio nacer en 1955, artículos en los que el lector avezado descubre el embrión de muchos de los casos de Mario Conde, o el pasado evocado en tantas novelas suyas, que le embarcan en un viaje en el tiempo.
“En esos reportajes —explica— aparecen el Alberto Yarini que acabará protagonizando la mitad de la novela Personas decentes; la historia del barrio chino de La cola de la serpiente; o la de los catalanes en Cuba, que proporcionaron multitud de referencias en mis novelas, entre ellas en El hombre que amaba los perros o en La transparencia del tiempo“.
Padura es un símbolo para lo cubanos amantes de la buena literatura. Siento mucho que en su tierra natal las autoridades no lo tengan en buena estima.
Felicidades Padura por tus éxitos.