El barrio de San Isidro aun conserva varios misterios por develar. Es una zona de la Habana Vieja con muchas historias ocultas e intrínsecas y sus calles centenarias siempre dan de qué hablar.
Entre los que quedaron atrapados por la magia de esta conocida barriada habanera se encuentra el escritor Leonardo Padura, quien ha recurrido a las calles y los personajes que habitaron y habitan allí, en particular los que se relacionan con el que fuese el chulo más famoso de La Habana. Alberto Yarini, “el gallo de San Isidro”, será uno de los leitmotiv de la más reciente novela del reconocido autor, quien vuelve al policiaco de la mano de su personaje más querido: el detective Mario Conde.
“Dos historias que ocurren de forma paralela: una ocurre 1908 y 1910 y tienen como epicentro el barrio de San Isidro y como figura principal un policía (Arturo Saborit), mitad real y mitad ficción, y su contraparte, mitad real y mitad ficción que será Alberto Yarini y Ponce de León”, develó el escritor en una lectura de fragmentos que tuvo lugar este 10 de febrero, organizada por Aurelia Ediciones y con sede en la terraza del Bar Yarini, a la cual Padura acudió “disfrazado” con un sombrero panameño, como dicen que solía usar el famoso chulo.
¿Huracanes tropicales o La isla y el delirio? Aun no está decidido el título de la que será la novela más policiaca de las que ha escrito hasta el momento, precisó el Premio Nacional de Literatura, quien también contó durante la velada que la otra historia paralela ocurre en el 2016 y está protagonizada por Mario Conde. En ella, con la ayuda de un grupo de amigos, el famoso detective busca resolver el salvaje crimen de Reinaldo Quevedo, uno de los viejos represores culturales de los años ’70 en la Cuba del pasado siglo.
Ya Padura nos acercó a esta cruenta etapa de nuestra historia, el tristemente recordado “quinquenio gris”, desde su novela Máscaras, aunque ahora intentará acercarnos otro tanto a la perspectiva de aquellos oscuros personajes de la policía cultural y que tanto dolor causaron entonces.
“En cada una de las historias hay varios crímenes, algo que tampoco es muy usual en mis otros libros porque con un muerto me alcanza para escribir una novela”, bromeó poco antes de develar detalles de su más reciente obra al público presente en el Bar Yarini.
Escogió el 2016 como contexto pues explica que fue esta una época en que ocurren muchas cosas en Cuba, marcada por la expectativa de cambios a partir de las relaciones que se vivían con los Estados Unidos, situación similar a lo ocurrido en la Isla durante la primera década del siglo XX.
Aquellos años de esplendor de la capital cubana de inicios de siglo pasado son relatados en primera persona en el texto, donde se avizora una nueva Cuba. Era la posibilidad de un cambio, el porvenir entrando a la Isla devastada por tantos años de guerra gracias a la mano, aparentemente generosa, de los estadounidenses.
¿Nota la similitud con el contexto cubano de 2016? Es esta la intención del escritor al rememorar la etapa del restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. La visita del entonces presidente Barack Obama, el concierto de los Rolling Stones, la apertura económica en el sector privado, emprendimientos por doquier… una realidad resplandeciente al margen, una vez más, de las buenas relaciones con los “vecinos del Norte”.
“Todos estaban muy esperanzados, excepto Conde”, —precisó Padura— quien afirma que en ese entonces solo estábamos viviendo unas vacaciones, según su querido personaje, con la sabiduría que puede tener este policía-escritor-borracho, de 62 años.
En 2016, Conde se encuentra en un nuevo trabajo en uno de estos establecimientos que pululan en La Habana. Es una suerte de vigilante encubierto que debe velar por la tranquilidad del establecimiento y evitar algún que otro infortunio, principalmente la entrada o consumo de drogas en el local, pues sabe que este tipo de negocios siempre trae alguna que otra mirada y esto pudiera perjudicar el funcionamiento del nuevo emprendimiento.
A medida que avanza la lectura de estos fragmentos que nos regala el escritor, camina la noche sobre la terraza del bar, y con ella alguna que otra risa con las ocurrencias de Conde (Padura), pero de a poco empieza a caer también cierto halo de nostalgia, y no precisamente por la remembranza de los sucesos de hace ya más de 100 años.
Aquel 2016 que figura en la nueva novela parece un pasado extremadamente remoto en el tiempo, como si no fuese casi ayer que las visitas a Cuba desde Estados Unidos era un suceso común, y disfrutar de una reunión entre amigos y familiares con un cerdo asado y una caja de cerveza de por medio no resultaría un lujo, por no decir un milagro, ahora mismo.
Se emocionan el autor y los presentes al terminar el primero de leer las últimas líneas de su texto, aun sin editarse del todo y que debe ver la luz para la venidera Feria del Libro de La Habana, según adelantó Padura ante los presentes.
Aquel discurso de Conde, en boca de Padura, tan emocionado como lo pudiera estar su policía preferido en ese momento, decía algo así: “Y estamos todos aquí, felices y contentos, porque a pesar de las patadas en el culo, de las distancias, de las ilusiones perdidas, de los cuentos que nos metieron y nos meten, de las promesas que se hicieron polvo en el viento, como dice mi amiga Clara, nos merecemos esto porque hemos trabajado para esto.
Nos merecemos unas vacaciones de todo lo feo, lo jodido, lo malo, lo perverso, de la tristeza que nos persigue, de la realidad de que no hay, de lo que se acabó, de lo que no te toca. Qué historia la nuestra, coño. Mira que nos han jodido. Y bueno hoy, ahora mismo, nos merecemos ser felices”.
Y hubo aplausos, risas y algún que otro llanto camuflado.
Mis respeto y claro que nos merecemos unas vacaciones saludos