Todo está demasiado lejos en el pasado, o misteriosamente demasiado cerca.
Marguerite Yourcenar
La literatura es como algo sagrado. Lo que hay en la escritura no aparece en otro lugar, en los periódicos, en la televisión. En los libros están las verdades, las personalidades más profundas de la naturaleza humana.
Pedro Juan Gutiérrez
Acaba de ser publicada una colección de cuentos de Pedro Juan Gutiérrez que confirma su indiscutible destreza narrativa asociada a una irrefrenable vocación autobiográfica. Las diecisiete narraciones cortas que integran Mecánica popular (2024) son una suerte de viñetas de su propia vida (estampas, las llama su autor), plasmadas a través de personajes literarios interpuestos. Es un recurso empleado desde siempre por el escritor y que vuelve ahora, quizá con mayor fuerza y presencia, a poner en práctica en su libro más reciente.
Nostalgia a pulso, recuerdos grabados con fuego en la memoria, escenas imborrables que lo acompañarán hasta el final y que el autor fija con su escritura, quizá corroborando aquella controversial idea de Gabriel García Márquez de que la vida es realmente lo que se recuerda de ella. Pedro Juan rememora y escribe; trae a las páginas del libro experiencias vitales que necesita exorcizar o al menos ponerse a bien con ellas. Ficción y recuerdos. Evocar puede ser doloroso. La memoria es el terreno donde opera esta transacción. Así se me antoja el mecanismo original que dio pie a estos relatos.
El título del libro alude a una revista estadounidense de mucha presencia en América Latina y que circuló en Cuba en las décadas del cincuenta y sesenta del siglo pasado. Hace pocos años Pedro Juan compró algunas en una librería de segunda mano y su lectura le provocó la inspiración necesaria, nostalgia mediante, para desempolvar recuerdos. De ahí a llevarlos a la literatura fue solo un paso.
Si en sus libros más conocidos y leídos, desde el inicial Trilogía sucia de La Habana, con los que se dio a conocer internacionalmente, y en otros que le siguieron con similar éxito de ventas y crítica como Fabián y el caos y El nido de la serpiente, su mirada se mezclaba armónicamente con las vivencias del barrio y la ciudad donde vivió los duros años de los noventa del siglo pasado, así como recuerdos anteriores de las ciudades de su juventud (Pinar del Río y Matanzas); ahora, con estas narraciones escritas durante dos años de trabajo, se completa un diorama de imágenes vivenciales que el autor nos muestra crudamente, como ha sido su estilo característico.
Hay cambios perceptibles en los textos de Mecánica popular; en primer lugar, el equilibrio y el sosiego que muestran los personajes y la trama, menos dados a la violencia y a lo escatológico, a lo extremo. En segundo término, el personaje de Pedro Juan cede el papel protagónico a Carlitos (el infante y joven Pedro Juan), no menos autobiográfico. Las razones de esta última modificación residen, según me expresó el escritor, en cierto cansancio que le producía el otrora alter ego; con el nuevo empleó la tercera persona, más propensa a la libertad de movimientos, algo que, según ha manifestado en recientes entrevistas, deseaba hacer desde hacía un tiempo. También aquí la intensidad de lo sexual es suavizada, aunque brota en algunos de los cuentos como algo que es consustancial a la obra del autor y a su propia personalidad, de manera particular el surgimiento del deseo, los amores ilusionados del adolescente por mujeres maduras y las tribulaciones propias de los primeros escarceos del cuerpo sexuado.
En sentido general, este aflojamiento de la violencia en las escenas descritas salta a la vista ostensiblemente. Hay menos transgresiones. ¿Rasgo de la madurez del septuagenario? No lo creo, al menos no como causa exclusiva, más bien es la intención manifiesta de describir con objetividad los cambios que suceden en la vida del personaje Carlitos, más que a sus excesos.
Es, además, el tono y el ritmo que Pedro Juan decidió darle al libro, en el que el decursar de la existencia humana es observado con minuciosidad retroactiva y con la capacidad de sorpresa inherente al niño y al adolescente.
La maestría narrativa le permite al autor gobernar tales componentes de su literatura de forma tal que no hay nada fortuito en los textos, todo ha sido pensado y ponderado hasta en los detalles. Por otra parte, abandonar el alcohol y adentrarse en la filosofía y práctica budista, conductas seguidas disciplinadamente en los años más recientes, también han aportado lo suyo a este cambio del escritor que se refleja en la obra y su visión de la vida. Particularmente lograda es la manera en que describe la sorpresa del joven Carlitos ante la inminencia del mundo inexplorado que se abre ante él.
Otro de los rasgos principales de estos cuentos es el reiterado uso de finales abruptos, un recurso que propicia que el lector pueda hacer sus propias conjeturas, pero que, de manera indiscutible, posee una función de corte final que a veces nos deja perplejos. Sin embargo, funciona.
Son relatos escritos con la habitual limpieza y minimalismo de la prosa del autor, obtenida a base de oraciones cortas, la expresión directa, su contención adjetivadora y la general economía de palabras. Pedro Juan parece poseer aquel “detector de mierda” que Hemingway consideraba como uno de los dones esenciales de quien escribe, que le evitaba caer en situaciones ridículas, lo alejaba de la hojarasca verbal y lo eximía de las penosas faltas de inteligencia.
En los libros de Pedro Juan la prosa está podada en extremo y eso facilita su lectura. Como se conoce, es el resultado, tanto de una práctica previa e intensa del periodismo, como de una decisión estética. Pero lo fundamental radica en su íntima convicción de que la literatura es la forma más completa de examinar y conocer la condición humana, idea que expresó y reiteró en su libro Diálogo con mi sombra, un título que todo aquel que pretenda un dominio, siquiera elemental, de la obra de Pedro Juan, debería leer de principio a fin. Las narraciones de Mecánica popular lo confirman.
Los cuentos abordan los años de la década de los cincuenta y sesenta del pasado siglo (uno de los cuentos se adentra un tanto en los setenta), el momento de la historia del país cortado por el período revolucionario. Hay perfiles críticos de los rasgos de ambos períodos. Pedro Juan es un autor que practica el espíritu crítico de lo social a través de las descripciones del entorno o por situaciones de los personajes, más que por cualquier otro recurso literario. Así, por ejemplo, para Carlitos la llegada de la Revolución al poder no fue más que “música de fondo” (Pedro Juan dixit); para el niño y el joven los asuntos propios de la vida, la suya y la de los que le rodean, son los fundamentales, en particular el tratamiento de la familia. La política no era su problema.
De esta forma, podemos leer en las narraciones correspondientes a los sesenta incisivos apuntes críticos a la homofobia oficial, al miedo al disenso entre los jóvenes y otras falencias del sistema político puesto en marcha. En cualquier caso, en algunos de los relatos se aprecia un balance sutil del daño antropológico sufrido por la población cubana al cabo de los años posteriores a 1959, el año bisagra, aunque no con la fuerza implacable de los primeros libros del escritor sobre la catastrófica década de los noventa, donde tal asunto era, es, una de sus lecturas fundamentales desde la perspectiva sociológica.
El libro, de la Editorial Anagrama (sello que ha publicado casi toda su narrativa), comenzó a circular recientemente en España (finales de junio), con fortuna crítica, y estoy hablando solo de sus iniciales repercusiones en los medios.
Pedro Juan tiene ahora mismo otro conjunto de cuentos inédito, Un período de estupor, sobre el cual no ha brindado mucha información, salvo que su trama se desarrolla entre La Habana y Tenerife. Actualmente el autor sigue escribiendo poesía y se mantiene exhibiendo (y creando) sus collages pertenecientes al género de la poesía visual, a la vez que retoca sus memorias (tiene doscientas cuartillas escritas), es decir, no se detiene en su grafomanía, algo que los lectores le agradecemos.
No como los otros libros suyos que son… cómo viñetas de su propia vida!