Como “historias de crimen y enigma” han sido catalogadas las treinta piezas de narrativa breve que se reúnen bajo el título Regreso a la isla en negro (Ed. Hurón Azul, Madrid 2022). Esta colección de relatos fue preparada y prologada por Rafael Grillo, docente, periodista y narrador, y su nombre remite a un volumen similar de 2014, compilado por Leopoldo Luis García y el mismo Grillo, y que en su momento constituyera uno de los más sonados éxitos de público de la habanera Casa Editora Abril: Isla en negro.
El calificativo “negro”, pienso, no le encaja del todo a este meritorio empeño editorial. Como se sabe, el género fue tipificado por Raymond Chandler en su ensayo El simple arte de matar (1950) como “la novela del mundo profesional del crimen”. Y en este título de 388 páginas hay muchas historias que desbordan el ámbito cerrado de delincuentes y agentes de la ley. Constituye, para decirlo rápido y quizás no del todo mal, un fresco de la Cuba actual, vista desde sus ángulos más dolorosos. Eso sí, la tónica general de los cuentos va más allá de la mera investigación policial –cuando la hay– para hurgar en el entramado social que condiciona las transgresiones de la ley, sea esta un asesinato, un delito de cuello blanco o se trate de tráfico de seres humanos. Es decir, que no es tan importante el descubrimiento de los comisores de los crímenes como sus móviles, y esa actitud, ese punto de vista, sí corresponde a la propuesta inicial de autores como Chandler, Hammett y Cain, paradigmas fundadores de esta corriente literaria.
Pero, a esta altura del siglo XXI, ¿a quién le interesa la pureza de los géneros y la ortodoxia estética? Lo que quiere el lector es recibir relatos de suficiente interés temático y solvencia narrativa, que le muevan tanto el pensamiento como las emociones más primarias, si es que ambos hemisferios de la mente pudieran separarse. Y en este punto es obligatorio señalar que Regreso… cumple con creces las expectativas.
Junto a las de autores con mayor difusión internacional, como Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez y Amir Valle, encuentro, entre otras, muy notables historias de Lorenzo Lunar, María del Carmen Muzio, Mario Brito, Leopoldo Luis García, Luis Pérez de Castro, Danny Echerri, Elizabeth Lunar y Yamilet García.
Aunque siempre eso de los inicios es asunto discutible, puede fijarse el comienzo del género policial en Cuba hacia 1948, fecha en que Lino Novás Calvo comienza a publicar una serie de cuentos de ese carácter en la revista Bohemia. 1 Otros hitos destacables son la puesta en circulación, en 1955, de la novela El ojo de vidrio, de Leonel López-Nussa (Ed. Constancia, México); la aparición en 1971 de Enigma para un domingo, de Ignacio Cárdenas Acuña, todo un suceso, con la que se acciona la “llave de cristal” del “policial cubano revolucionario”, que se ramifica hacia el subgénero de espionaje con novelas como Y si muero mañana (Luis Rogelio Nogueras) y Joy (Daniel Chavarría), ambas de 1977. El neopolicial iberoamericano tiene su primera expresión en la isla con Pasado perfecto (México, 1991), de Leonardo Padura, que da entrada en la literatura cubana a uno de los personajes más entrañables de finales de siglo XX y hasta donde va transcurriendo el XXI: el detective atípico Mario Conde, estrafalario, desencantado, héroe romántico de férrea eticidad, que luego se desarrollaría en la tetralogía Las cuatro estaciones y en algunos volúmenes posteriores.
Según muestra Regreso a la isla en negro, la literatura policial cubana y sus alrededores se encuentran en un excelente momento, con fuerte presencia de escritoras, toda vez que ya se han trascendido los viejos esquemas maniqueos, los deficientes diseños de los personajes positivos, seres de una pieza, de pureza intocada, con los que era muy difícil sintonizar: más arquetipos que personas expuestas en su contradictoria diversidad.
El talón de Aquiles de la literatura cubana sigue siendo su difusión más allá de nuestras playas, aunque de la línea costera hacia adentro tampoco se puede decir que nuestros autores sean objeto de acciones de promoción sistemáticas y bien estructuradas que contribuyan a crear jerarquías y acorten las distancias entre potenciales lectores y creadores. En ese sentido, proyectos como la antología que nos ocupa pueden contribuir al más eficaz conocimiento de los trabajadores de la palabra artística de la Isla, oficio solitario y escasamente ¿remunerado?, pero de una importancia capital en el desarrollo de cualquier sociedad.
Regreso a la Isla en Negro responde algunas preguntas constantes a escala universal, dada la peculiaridad de nuestra historia en las últimas seis décadas: ¿cómo son los cubanos?, ¿qué tal su día a día?, ¿qué necesidades los atribulan y cuales circunstancias los exaltan?… Ya dije que se trata de un corte en la contemporaneidad cubana, y no precisamente por su lado más amable, ese que también es fuerza conocer.
Ahora falta que alguna editorial del patio ponga al alcance de los cubanos, su público natural, este volumen que seguro será de referencia, tanto por la buena selección de los textos como por el enjundioso prólogo y la imprescindible cronología que lo acompañan.
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Nota:
1 En 1926 la revista Sociales publica por entregas la novela Fantoches, suerte de cadáver exquisito policial en el que participaron once autores del Grupo Minorista. Entre éstos se citan a Jorge Mañach, Rubén Martínez Villena, Carlos Loveira, Enrique Serpa y Alfonso Hernández Catá. Cronológicamente hablando, es el inicio del policial cubano. Doy como punto de arrancada del género en Cuba a las narraciones de Lino Novás Calvo por su mayor jerarquía literaria.