La medalla original del Premio Cervantes, entregado por el rey Juan Carlos I de España a la gran escritora cubana Dulce María Loynaz, fue donada al centro cultural que promueve su obra y la de sus hermanos en Pinar del Río.
Luis Enrique Rodríguez Ortega, director de esa institución, recibió la pieza de manos de María del Carmen Herrera Moreno, heredera de la familia Loynaz, quien hace 31 años acompañó a Dulce María en la ceremonia de premiación en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares.
Junto a la medalla del Premio Cervantes, el centro cultural recibió además el acta original que acredita ese galardón y un ejemplar de la última edición del libro Un verano en Tenerife, una de las obras en prosa más conocidas de la premio nacional de Literatura 1987, según reseñó el periódico pinareño Guerillero.
“Pensé mucho esta decisión, Dulce María pidió que la medalla se quedará en la familia, pero creo que no he traicionado en absoluto su voluntad porque este centro es también la familia”, declaró Herrera Moreno al entregar la donación.
“Ella defendió mucho a Pinar del Río, porque fue Pinar del Río quien la devolvió a la vida pública de su país. Me siento muy orgullosa de entregar la medalla a ustedes, es mucho mi agradecimiento por todo lo que han hecho por la familia Loynaz”, agregó, reseñada por el medio local.
El 19 de febrero de 1990, la poetisa donó a Pinar del Río su biblioteca personal, así como las condecoraciones que había merecido por su creación literaria. Este hecho propició la creación del Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura Hermanos Loynaz, actualmente denominado Centro Cultural Hermanos Loynaz.
La institución atesora más de 2 mil títulos que pertenecieron a las bibliotecas de la familia, entre ellos numerosas ediciones príncipe, y obras autografiadas por sus autores.
Igualmente cobija el escritorio y los estantes que la madre regalara a Dulce María el día de su graduación como doctora en Derecho Civil, por la Universidad de La Habana, además de varias piezas de artes decorativas de la autora de Jardín, novela simbolista escrita en prosa poética que marcó un hito en la literatura hispanoamericana.
Dulce María y Pinar del Río
En la década de 1960, el pianista pinareño José Antonio Martínez de Osaba comenzó sus indagaciones sobre Dulce María Loynaz. Entonces se dio a la búsqueda de su paradero, en medio de versiones que la hacían en el extranjero junto a su esposo, el cronista social Pablo Álvarez de Cañas, quien había partido para Estados Unidos en el mismo principio del triunfo revolucionario.
Luego de una tenaz indagación, dio con el paradero de la Loynaz en 1969 y, mediante una amplia correspondencia y visitas periódicas, ambos construyeron una gran amistad.
Tras ese primer acercamiento de la escritora con un representante de Pinar del Río, quien selló su fluida relación con la provincia famosa por sus habanos fue el periodista y crítico de arte Aldo Martínez Malo, a quien la poetisa conoció personalmente en 1971.
Ambos sostuvieron una intensa correspondencia que luego sería recogida en el epistolario Cartas que no se extraviaron.
Trazo biográfico
Nacida en La Habana el 10 de diciembre de 1902 y fallecida en la misma ciudad el 27 de abril de 1997, a los 94 años de edad, María de las Mercedes Loynaz Muñoz —quien fue siempre conocida como Dulce María— es una de las principales voces líricas del panteón latinoamericano del siglo XX.
En su producción poética aparecen libros como Juegos de agua (1947), Carta de amor al rey Tut-Ank-Amen (1953) y Poemas sin nombre (1958).
Anfitriona en La Habana de personalidades de la literatura hispanoamericana como Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez y Gabriela Mistral, igualmente ejerció con maestría la crónica periodística y el género testimonial con textos como Fe de vida (1995).
Asimismo, Dulce María fue una apasionada viajera, al recorrer países de Europa, África y Oriente Próximo, además de Estados Unidos y Centro y Sur América.