Alain Daniel gasta en el escenario toda la energía que lleva consigo. El artista lleva a sus actuaciones tres cartas credenciales: las canciones compuestas por más de dos décadas, los aprendizajes de su formación artística, y otras clases recibidas en cada proyecto en que ha participado.
Popular con su más reciente sencillo, “La carta”, grabado junto al grupo Buena Fe, Alain Daniel asegura a OnCuba que agradece sobremanera cuando descubre que ha sido versionado por reconocidas voces caribeñas.
En el año 2000 la portorriqueña Lucecita Benítez escogió una pieza de Alain Daniel para su album. Benítez es considerada una de las voces más significativas de ese país:”Imagínense –dice Alain– me dijeron que ella grabaría “Avísale a mi gente” y que con eso abría su disco Renacer”.
Este tema le había dado título al disco debut de Alain Daniel, hecho en una época en que su obra pasaba inadvertida por los circuitos internacionales y locales: “Entonces era más conocido por mi trabajo en Bamboleo. De hecho, ese volumen lo hice estando en la orquesta”.
El gesto de la Benítez le abrió muchas puertas. Gilberto Santa Rosa, con quien tiene una amistad de muchos años, seleccionó “Bendita locura” y después se interesó por “Arrancándome la vida”, aunque no la grabó. “Hay un tema que yo quiero grabar con él: “Cuba y Puerto Rico son”. Ya tenemos la banda sonora, simplemente no le hemos puesto voces porque, aunque nos hemos visto mucho recientemente, no hemos hablado de trabajo”, adelanta Alain Daniel.
No solo los artistas en Puerto Rico empezaron a fijarse en sus canciones, el grupo europeo Limón y Menta también interpretó sus composiciones y al dominicano José Alberto El Canario le gustó “Me quedo en La Habana”, que terminaron grabando a dúo.
¿Cuál es tu formación musical?
Me titulé de Dirección Coral, aunque no la estudié para ejercer. Fue un “oportunismo sano”, vamos a llamarle así. Como muchos niños, transité por varios gustos. Quise ser guitarrista, flautista y percusionista. Terminé estudiando Dirección Coral porque me interesaba para tener un dominio de lo que quería hacer con mi carrera.
Pero nunca me vi ni delante ni detrás de un coro. Confieso que es una especialidad que respeto mucho y en Cuba hay grandes directores y directoras.
¿No te atreviste a formar parte de una agrupación vocal?
Quizá alguna que otra vez en el coro de la escuela, pero mis maestros me visualizaban detrás de un instrumento de percusión o en un solo de piano. Nunca mentí y se sabía que me dedicaría a la música popular bailable por las canciones que escribía en aquellos tiempos, y la música que escuchaba. Eran mensajes directos de lo que sería mi futuro. Y para mi suerte fue lo que terminé haciendo realmente.
¿Tus inicios fueron en Bamboleo?
Mi carrera comenzó en el norte de México, pues me fui a trabajar allá. Regresé a Cuba en 1995 y di muchos “tumbos”mágicos. Estuve en cuanto proyecto aparecía, desde uno de baladas y pop con Roberto Javier, o el Estilo Fantástico, de rap y salsa (una iniciativa de vanguardia en Cuba que se anticipó al movimiento de música urbana actual), hasta formar parte en La Constelación que lideró Arnaldo Rodríguez, quien todavía no había creado el Talismán.
Luego estuve por más de un año trabajando con José Luis Cortés en su estudio, en la parte de programación y teclados. El Tosco es una de las grandes bendiciones de mi carrera. Aprendí mucho con él. También le debo mucho a Pablo Milanés, pues en PM Récord grabé mi primer disco, producido por Dagoberto González. Allí mismo fue donde Lucecita Benítez escuchó mis temas.
En El Parisien del Hotel Nacional también dejaste una huella…
Es que el Tosco es un tipo genial. Un buen día me dijo: “Oye chama’, están probando cantantes para El Parisien”. Esa fue su manera de ayudarme. La verdad es que estuve en ese cabaret por cinco años, en el mundo maravilloso de los espectáculos, de las mega producciones, de las bailarinas, las orquestas…
El Parisien era uno de los cabarets más importantes de Cuba, como Tropicana, el Tropicana Santiago y el de Matanzas, o el Copa Run del Hotel Riviera. Las enseñanzas de allí las aplico hoy. Es que el cabaret es para los músicos lo que el teatro para los actores. El Parisien me aportó mucha disciplina y fue esencial para mí la guía de Rafael Hernández. Allí me buscaron las orquestas porque se corrió la voz de un muchacho salsero en ese mundo.
Quizá oyeron el rumor de que en El Parisien cantaba un joven con un timbre muy parecido al de Manolín, el Médico de la Salsa…
Pensaban que éramos hermanos o primos. Hay quien nos sacó hasta nuestro árbol genealógico. La verdad es que somos amigos, colegas de carrera. Lo cierto es que varias agrupaciones empezaron a disputarse aquel cantante que, además, escribía. Lazarito Valdés me propuso irme a su orquesta, con la responsabilidad de cantar y también de componer para el repertorio.
Demoré siete meses en entrar a Bamboleo. Tenía un contrato firmado con un show en el casino más antiguo de Europa. Pero quería probarme en una orquesta popular, ya que escribía más cercano a lo que se conoce como salsa internacional. Era el año 2000, pura efervescencia de la timba. Lazarito esperó el tiempo de mi contrato y eso es algo que le agradezco.
Bamboleo cambiaba contigo su visualidad y su timbre de voces, rompía así con el reinado absoluto de las vocalistas femeninas…
Llegué a Bamboleo a la salida de Haila María Mompié. Su director quiso asumir el reto de incluir cantantes masculinos. Hasta ese momento Lazarito había apostado por la estética femenina y estaba vigente el look inicial que llevaron Vania y Haila, aquellas mujeres bellas con tanto talento y gracia. Ellas marcaron una moda en Cuba y fuera de la Isla.
A mí me tocó ser parte de ese desafío de cambiar las voces. Empecé con mis canciones y afortunadamente pegamos “El chisme”, “El zorreo” y “El pum pum”…, temas míos que escribí en las giras con el grupo.
Estuve allí cinco años y me aportó muchísimo como artista. Bamboleo me dio la posibilidad de participar en festivales internacionales. Me ayudó a darle rostro al autor de los temas que ya había compuesto para grupos como Charanga Habanera y Clave y Guaguancó, y a intérpretes de la talla de Haila. También ayudó a diferenciarme de Manolín, pues la gente reconocía cierta similitud en los colores de los timbres de las voces, pero ya me veían de otro modo.
Aunque todo el mundo piensa que me fui para hacer mi propia orquesta, no fue así. En 2005 tuve la certeza de que había aportado todo al grupo. Tenía varias propuestas, incluso fuera de Cuba; sin embargo, no pensaba en una agrupación para mí.
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Lo que motivó a Alain Daniel a lanzarse como líder de un grupo fue el consejo de un bailador desconocido. Este “visionario”, como le gusta llamarlo, le sugirió que continuara su trabajo y aprovechara el éxito de “El zorreo” para el despegue en solitario.
Armó una banda solo para grabar ese tema. Tenía claro que debía volver al estudio para retomarlo con un arreglo completamente suyo. Entonces sonó mucho en la radio.
El artista ganó tiempo mientras se promovía el número en los medios para reunir a los músicos de su futuro grupo. Tomaron como local de ensayos el Salón Rosado de La Tropical. El 7 de agosto de 2005 debutaron en la Casa de la Música de Miramar.
¿De dónde te viene tu conexión con la canción y la balada?
Se la debo a mi familia. Mi abuela estudió piano, fue directora de un trío y grabó con la RCA Víctor. Mi abuelo era un cantante frustrado, que siempre quiso encaminar a los suyos por la música. Él siempre contaba que las dos veces que participó en “La corte suprema del arte” le sonaron la campana.
Ellos fueron dos viejitos mágicos que me adentraron en esos géneros. Eso influyó en que compusiera temas como “Arrancándome la vida”.
El 17 de diciembre de 2014 no solo abrió una puerta entre Washington y La Habana, quizá marcó también el inicio de una escalada musical cubana en el mercado estadounidense. ¿Qué piensas sobre esto?
Ese día cumplí 20 años de carrera. Creo que sin duda ha habido un interés hacia nuestra música y hay pruebas de eso. En 2011 tuve en mi mesa un contrato con Warner Récord. No se firmó, entre otras cosas, precisamente porque yo era un cubano que vivía en la Isla.
Lo que sucedió a finales de 2014 abrió una puerta para Cuba. Regresó la mirada de las grandes trasnacionales sobre la gente que vive en la Isla y que hace su arte desde aquí. No es que no existiera esa atención desde antes, sino que muchas barreras la impedían hasta ese momento.
Anteriormente a la fecha, en la música era impensable que artistas cubanos firmaran con las grandes discográficas. Cuba siempre fue conocida, desde la época de Matamoros, de Arsenio Rodríguez y muchos más. Me alegro mucho de lo que pasa hoy con mis hermanos de Gente de Zona y de lo que ha sucedido desde hace 20 años con Buena Vista Social Club, un fenómeno que se anticipó a todo este escenario que tenemos hoy y que contó con mecanismos reales de promoción para llegar al mercado.
Pero la verdad es que, quitando el indiscutible éxito del Buena Vista, de Pablo y Silvio, de Chucho Valdés o de Los Van Van, el resto esperaba por un canal de apertura. Por eso siento que van a pasar muchas cosas con la música cubana. Cada vez nuestros músicos estarán más nominados a grandes premios o nuestros discos se colocarán más en el mercado. Llegará el momento, pienso yo, en que se normalizará todo y habrá más presencia de la cultura cubana en los planos internacionales.