Hay voces destinadas a grandes empeños. Lo pienso cuando escucho cantar a Camila Guevara (La Habana, 2000), mientras sobrevuela la dulce sensación de que cualquier canción le saldrá bordada.
A sus 24 años, la joven artista da sus primeros pasos por los caminos de la música profesional, antesala de un tránsito creativo que se prevé largo y exitoso. De ello dan fe sus presentaciones en vivo, algún live session que pulula por Youtube, sus colaboraciones en los proyectos de otros artistas —Cimafunk y su reciente álbum Pa’ tu cuerpa —, así como los dos temas que se conocen hasta la fecha de la que será su primera producción discográfica, Dame flores (SonyMusic) que verá la luz este 2025.
Son doce canciones que muestran la mirada poliédrica de esta “cantautora en pleno parto”, cómo se define en su cuenta oficial en Instagram. En el material, la también compositora se pasea por distintas emociones y géneros musicales. El productor Javier Sampedro fue determinante en el producto final. Lo conocido hasta la fecha con “Cómo arde” y “Lluvia” es el aperitivo.
Poseedora de una dulzura y un talento intuitivo para la canción, Camila suma a su entendimiento cuasi natural de la música el hecho de haber crecido entre artistas. Nieta del célebre cantautor cubano Pablo Milanés (1943-2022) e hija de la también cantante y productora Suylen Milanés (1971-2022) y de Camilo Guevara (1962-2022), Camila Guevara Milanés es la artista más joven de una familia marcada por el arte.
En octubre pasado, la revista estadounidense Rolling Stone recomendó a sus lectores el nombre de Camila Guevara como una artista que debían conocer. Antes de eso, ya Magazine AM:PM la incluía en un artículo titulado “10 artistas de la escena alternativa cubana que debes escuchar en 2024”.
Conocí a Camila en 2020, en una fiesta, durante un tiempo de alivio en las restricciones de movilidad y socialización en la etapa pandémica. En esa oportunidad, un amigo en común, cuando nos presentó, llamó la atención sobre el camino creativo que aquella joven de 20 años emprendería próximamente. Poco después grabó un live session en Play room (el cuartico musical), un canal de YouTube que, durante la pandemia, se propuso mostrar parte del panorama de la música cubana a través de sus exponentes más jóvenes.
En aquella sesión, la joven, guitarra en mano, redefinía el espacio con su voz y tres composiciones de su autoría. Desde entonces, la hija de Suylen y Camilo, nieta de Pablo, ha dado pasos, tanto en la interpretación como en la composición, hacia un sello y personalidad propios a la hora de ejecutar la canción.
Con su interpretación de “Otra Canción” para el disco Fascinantemente mundo (Producciones Colibrí, 2022) —un tributo en forma de álbum a la obra de Santiago Feliú— ya nos daba pistas de su talento. La aparición en ese material, premio Cubadisco (2023) en la categoría de antologías y versiones, vino aderezada con presentaciones esporádicas en algunos espacios de la escena alternativa habanera, ya fuera acompañando los performances de otros artistas de su generación o asumiendo presentaciones propias, siempre arropada por buenos amigos músicos, jóvenes o veteranos.
Desde esos conciertos, Camila ya proponía al público algunas de sus letras y también interpretaba covers de artistas nacionales e internacionales que tiene como referencias.
En 2023 firmó un contrato con Sony Music México para su debut discográfico. Dame flores está a punto de hacerse realidad para el público este 2025. A lo largo de doce temas, la artista se hace acompañar de distintos músicos cubanos que conoce bien, como el percusionista Yaroldy Abreu, el pianista Lázaro Peña, Adrian Aguiar en la guitarra, Julito Padrón en la trompeta, Juan Carlos Marín “El trombón de Santa Amalia”, entre otros.
Desde tracks como “De frente”, “Cómo arde”, “Crueldad”, “Sardina brava”, “Vienen curvas”, hasta “Desiertos”, “Cariño”, “Tengo miedo” y “Alguna nostalgia” —ahora “Kintsugi”—, Camila propone un cuadro plural y expresivo de su visión del mundo, el amor, la vida. Se pasea por sonoridades urbanas, r&b, trova, algún tema de salsa, entre otras, hasta llegar a ese canto en clave de plegaria que es “Vida”.
“Cuando estos pechos no sean firmes y mis mejillas no estén tan doradas, cuando mi espalda no aguante ya el peso, quisiera ser una niña en el alma. Resucitar con la muerte que venga, difuminar esa ira inmediata, componer canciones bien hondas para aliviar la tristeza más ancha. Lluvia, dame flores, llévate todos, toditos, los rencores”, dice la artista en su single “Lluvia”, un tema que cae en nuestros oídos como gotas frescas de llovizna en tiempo de verano.
A la tarea de llevar adelante este empeño se sumó el productor cubano Javier Sampedro (Holguín, 1998), quien dio con el toque que necesitaba ese amplio crisol musical que puede escucharse en este álbum de Camila Guevara. Sampedro llegó a este proyecto con un talento predictivo y una nutrida experiencia de trabajo con otros artistas cubanos de esta joven generación, como Frank Mitchel, Liana Milanés, Melanie Santiler, así como en proyectos con el productor venezolano radicado en Cuba Andrés Levin, y con el dúo Isla Escarlata, del cual es fundador. Esa mixtura de elementos define el trabajo creativo en Dame Flores.
Quien haya tenido la oportunidad de presenciar las más recientes presentaciones de Camila Guevara en La Habana —conciertos como los ofrecidos en la Nave 4 de Fábrica de Arte Cubano y el bar Yarini, a finales de 2024— habrá comprobado parte del talento musical que estará contenido en este primer disco.
De momento, mientras llega el esperado lanzamiento, Camila prepara el terreno con algunos de los singles del material. A la vista está el estreno de la canción “Crueldad”, este 16 de enero.
El jardín y las flores que vienen
Son las 2:30pm de un sábado caluroso de octubre. Camila Guevara recibe a OnCuba en su apartamento en El Vedado habanero. Apenas media hora antes la zona volvía a contar con servicio eléctrico, después de un “apagón programado” de cuatro horas.
Camila, de la mano de Sony Music México, lleva algún tiempo en las agendas de varios medios promocionando su primer sencillo “Cómo arde” y lo que vendrá en 2025 con su debut discográfico. Pero conversar sobre este material en Cuba es para Camila una excusa para presentarse ante un público para el cual su voz aún resulta un enigma por descubrir.
“Es la primera vez que digo el nombre del disco aquí en Cuba, a viva voz”, aclara con cierto alivio. “Nos costó un poco llegar a ese nombre y ahora siento que engloba bien el concepto. No creo que tuviera un concepto predeterminado con el disco; simplemente tenía pinceladas de lo que podía ser y después, al reunir todas estas canciones, salió. Todas, de alguna manera, tienen que ver con un lugar de dolor, vienen de un lugar oscuro: si no era el miedo, era la ira o la muerte. También era una forma de sanar y buscar, desde mi imaginario, un lugar más divertido y ligero; por eso brotan el rap y todos estos caminos que abre el álbum”.
¿En qué momento decides hacer un disco?
Muchas veces los artistas, al principio de sus carreras, empiezan lanzando canciones sueltas, para que el público sepa de qué va la cosa. Ese era mi objetivo: un demo, después un EP (extended play). Tenía tantas canciones acumuladas que no salieron por cosas de la vida; primero porque no me sentía preparada, luego porque fallecieron mis padres. Se estancó todo y sobrevino un momento de reflexionar, sanar, componer más. Entonces, junto con mi equipo pensamos que lo mejor era trabajar en este disco, ya que había tanto material y era algo que yo necesitaba para mi propia sanación.
Las primeras canciones que escribí fueron “Lluvia” y “Desiertos”. Son letras que vienen conmigo desde hace tiempo; “Lluvia” la escribí con 21 años y “Desiertos” al año siguiente. Ahora tengo 24. También hay canciones que surgieron nuevas en el proceso de producción del disco, junto a Javier Sampedro; “Crueldad”, una salsa, y “De frente”, que primero se llamó “Respiro”. “Vienen curvas” la terminé en esa época también, pero la había empezado a principios de 2023.
Al final se llamó “De frente” porque así se siente con más power, una energía linda para este tema que abre el disco. Los números y la dramaturgia del material han ido cambiando con el tiempo, pero el último tema sí será “Vida”; es como una plegaria, un cierre del statement.
El sonido lo fuimos encontrando poco a poco. Javi (Javier Sampedro) me ayudó mucho a nutrirme desde el punto de vista musical. En ese proceso crecí mucho hacia intereses también más urbanos.
Probé antes con varios productores, pero con Javi me pasó algo. Su visión me gustó. Me pasó lo que sabía que me iba a suceder cuando encontrara la persona correcta. Me emociona mucho el resultado.
Tienes 24 años y escribes letras desde la adolescencia. ¿Cómo surge la necesidad de componer tus propias canciones?
Fue como un impulso, algo que pasó. Nunca lo he concientizado. Había escrito versos y cosas así cuando estaba en el preuniversitario, a modo de juego, porque siempre andaba distraída en las clases. Escribir canciones era un escape; así empecé a bocetar versos.
Mi primera canción fue en inglés. Me siento muy influenciada por los Beatles, la música estadounidense y británica, las películas. Era más fácil para mí, en ese momento, componer en ese idioma. Escribir en español era un reto grande. Tampoco me lo planteé.
A los 17 o 18 compuse una canción. Tuve una conversación con un amigo y me quedé pensando. Brotó de un impulso. Después fui perfilando un poquito la letra. Unos meses después de eso empecé a escribir ya con más regularidad y comenzó un tiempo de mucha inspiración.
Esa primera canción en inglés, ¿la guardas todavía?
¡Ay, es horrible! (sonríe). Era sobre desamor, bien dramática (Camila intenta recordar la canción tarareando una melodía). Creo que nunca le puse nombre, pero lucía muy empoderada. Me inspiran mucho ese tipo de temas, que dan ánimos y ayudan a encontrar el aliento para salir adelante a través de la música.
¿Cuánto ayuda el desamor a la composición, desde el punto de vista creativo?
Mucho. La catarsis que implica, esos momentos de incomodidad, dolor. Las composiciones son un desahogo total de todo eso. Y también yo lo distorsiono; me doy la libertad de hacer mi película dentro de la canción. Así lo he sentido desde que empecé este camino.
Estudié música en el conservatorio Alejandro García Caturla, dos años, en canto coral. Como era una niña dispersa y poco motivada por los estudios, me quise ir de la escuela. Le dije a mis padres y me fui para una secundaria básica. Luego entré en el preuniversitario militar; supongo que buscaban para mí como una salvación para mi rebeldía, o algo así (sonríe).
Terminé el pre y empecé la carrera de Química, en la que estuve por dos meses. Entre los 19 y los 20 años recibí clases esporádicas de guitarra y de canto, pero cuando empecé a componer y a integrarme a grupos musicales de mi generación como Flor de Loto y M.A.S., fue cuando se me despertó esta cosa de querer hacer mi carrera, un disco, con todo lo que eso conlleva.
Siento que fue súper importante decirle a mis padres: “no quiero hacer la universidad, no me veo como esta persona; quiero dedicarme a la música”.
¿Qué sientes cuando le pones voz a una canción y empiezan a brotar de ti las letras, con la complicidad de las melodías?
Es un proceso muy divertido. Me siento como una niña, poniendo lo que se me ocurre, agrandando las situaciones, jugando con diferentes ritmos, con diferentes maneras de escribir. Siento que se me da muy natural. Empiezo a conectar cosas; me inspiro mucho cuando veo entrevistas a otros artistas o cuando escucho música. De repente me descubro queriendo hacerlo todo de una vez.
Los seres humanos somos personas muy coloridas. Defiendo la idea de que no somos de una única manera. Yo soy muy dulce y me presento así en mis canciones a veces: vulnerable, pero también tengo otras facetas que no todo el mundo conoce. Me gusta resaltarlas en mi música. Para mí es importante apelar al drama, como vemos en esas interpretaciones de artistas como Elena Burke, La Lupe, Mon Laferte, divas importantes que me han influido demasiado.
¿Y dónde situarías las influencias directas que te definen en tu disco Dame flores?
“Lluvia” y “Crueldad” están conectadas. Hay un momento en “Crueldad” donde yo digo “Lluvia, dame flores” y, a su vez, hay una conexión en el estilo con “Puro teatro”, de La Lupe. Una canción de despecho, como diciéndole al tipo: “¿Qué bola?”. En ese momento estaba escuchando mucho esa música para inspirarme. De repente me vino la canción y empecé a hacer conexiones.
Estoy influenciada por personas distintas entre sí. Nathy Peluso es una de esas artistas en las que me veo mucho, en su discurso musical, en su manera de expresarse, en sus ideologías también y en sus letras. Su manera de hacer, para mí, es muy distinta, auténtica; me ha marcado.
También me marcan Rosalía, C Tangana, Ca7riel. Es un batido de pasado y presente que me gusta reivindicar. Además, tuve la suerte de crecer en una familia donde se ama y se hace música. Mi mamá escuchaba mucho a Gal Costa y a Elis Regina; mi abuelo a José Antonio Méndez. Con el tiempo —porque no sucedió de un día para otro— te vas dando cuenta de la magnitud, la fuerza, el carácter, el sabor y la importancia que tienen.
Yo soy cubana. Es algo que está en el disco. No lo niego y me parece importante tenerlo claro. Me encantan los boleros, el chachachá, el son, la timba, pero a la vez tengo otras inquietudes: me encanta el rock argentino, me gusta experimentar y llevar las cosas a mi mundo, a mi manera. Intentarlo por lo menos.
En el camino salió la colaboración con Cimafunk para su disco, “A tu merced”. Fue una sorpresa para mí. Hace tiempo Erick (Cimafunk) me decía, “oye, me gusta tu voz” y de repente recibir esa propuesta para compartir un tema con él, Pancho Céspedes y Rubalcaba al piano, fue muy fuerte. La pasamos súper en el proceso. Me encantó el resultado.
Dame flores será tu primer disco, pero ¿cómo recuerdas tu debut frente a un micrófono?
Siento que he tenido muchos debuts, no sé (sonríe), es raro. Cuando tenía siete años participé en un concierto en casa de mi abuelo, una fiestecita familiar donde cantaron todas mis tías y los hijos de los amigos. Recuerdo que fue muy importante para mí porque canté una canción que me encantaba de él, “Diario de Mauricio” y la gente se emocionó.
Ese hecho me cambió un poco la perspectiva, aunque no lo entendía en ese momento. Luego canté en la escuelas, en algún matutino con una amiga. Cuando crecí lo hice con amigos de mi generación como Fito del Río, Gianluca, Flor de Loto y otros. En Eyeife —festival internacional de música electrónica, impulsado por su madre, Suylén Milanés— también hicimos nuestras cosas. Nos apoyábamos. He cantado en algunos bares de La Habana Vieja; en el Tabarish hice mi primer concierto sola, con mis canciones. Recuerdo que hice dos covers, uno de Michael Jackson y otro de los Beatles, pero las demás canciones eran mías. Fue una experiencia heavy.
En tus presentaciones hasta la fecha, ¿encuentras más cómodo interpretar tus propias letras o jugar con alguna canción ya existente?
Me gusta hacer ambas cosas, pero prefiero cantar mis canciones. Me gusta que la gente conozca lo que estoy haciendo. Pero a veces es lindo, como el disco y las canciones aún no son una realidad pública, proponerle a quien me escucha algo que a mí me gusta, que sepan que es algo que me emociona y a la vez ellos conozcan. Muchas veces canto canciones de mi abuelo. “Ámame como soy” la he cantado bastante, pero sobre todo me gusta traer clásicos de todo tipo a los covers. Me gustaría experimentar más con canciones urbanas.
¿Cuál es tu canción preferida del repertorio de tu abuelo, Pablo Milanés?
Se llama “Plegaria” (1995). Es una canción suya que no es tan conocida, creo, del disco homónimo. La adoro desde la primera vez que la escuché. Yo estaba en España —tendría 15 o 16 años—, en una presentación suya y me quedé estremecida. Luego conversamos y me dijo que casi nunca la cantaba. También me encanta “Pueblos tristes”, que no es de él pero adoro cómo la interpreta con la venezolana Lilia Vera; es bellísima.
Antes hablábamos de tus influencias y me imagino que la obra de Pablo sea un prisma desde el que mirar el mundo, para ti y tu familia, como para tanta gente amante de su música.
Desde siempre. Mi abuelo nos recibía en su casa los domingos; teníamos esa tradición cuando él estaba en Cuba. Siempre ponía música. Nos sentábamos alrededor de él, en varios sofás que había, y sonaba de todo, desde música cubana a jazz internacional.
Íbamos a sus conciertos, al principio un poco forzados (sonríe), cuando éramos pequeños. Mamá decía “oye, tienes que ir al concierto de tu abuelo” y una en ese momento no entiende mucho, pero, como te dije, al crecer te vas percatando de la influencia, de la fuerza, de todo lo valiente, lo honesto, lo grande que fue, de lo que hizo y de su obra.
Entonces empecé a estudiarlo. Estudié mucho su manera de cantar, su fuerza a la hora de transmitir, algo que me impactaba mucho. Aparentemente era clásico, pero realmente era un transgresor, desde los tiempos del Grupo de Experimentación Sonora. Siempre buscaba saciar sus inquietudes creativas y complacer también a su público, pero eso ocurría desde un lugar de necesidad creativa desbordante.
¿Estuviste en su último concierto en Cuba, en el Coliseo de la Ciudad Deportiva? ¿Cómo lo viviste?
Fue muy fuerte y muy triste. Era triste para mí porque ya no estaba mi mamá; él estaba muy delgado, consumido físicamente, pero ver a todas esas personas cantando las canciones así, a todo pulmón, es algo que te impacta. Después de tantos años de carrera, es lindo ver cómo la música trasciende. Eso es fuerte.
Y seguirá trascendiendo, gracias a voces como la tuya que lo seguirán cantando.
Sí, siempre.
¿Cuáles son tus expectativas con Dame flores? ¿Qué esperas que la gente reciba de ti y de tus canciones?
Ojalá les pase lo que me pasa a mí con las canciones de los artistas que sigo. La sensación de sentirte acompañado, entendido, como que alguien está diciendo lo que a ti te está pasando. ¿Qué sé yo? Ojalá se reciba con mucho cariño y que la gente se abra al juego.
Si puedo aportar ese granito de arena a la gente joven que, sobre todo en Cuba, somos medidos por ciertos estereotipos sobre cómo debemos ser, qué debemos decir, cómo debemos mostrarnos o en qué zonas debemos movernos, siento que este es un material que también quiere ayudar a buscar esa autenticidad que nos hace especiales.
Es un disco para cualquiera que pueda sentirse identificado. La música no tiene barreras. Es super lindo ver gente que, incluso cuando no domina tu idioma o no comparte tu grupo generacional, puede escucharte y estremecerse.
¿Cómo ha recibido la familia a la nueva artista?
Siento que están orgullosos de todo lo que está pasando con mi música. Recuerdo ahora una historia graciosa con mi abuelo, que era muy tajante y honesto. Cuando hice mi primer demo, recuerdo que lo escuchó y dijo “esto se parece mucho a tu mamá, esta voz no es tuya”. Yo salí con el corazón roto total, pero después me di cuenta de que era algo positivo. Si se tomó el tiempo para decirme esas cosas es porque me veía potencial y sabía que podía mejorar. Al tiempo le enseñé otras canciones, a medida que fui encaminando el rumbo. Me dijo: “ya lo estás encontrando”. Cuando grabé “Otra canción” para el disco homenaje a Santiago Feliú (Fascinantemente mundo, 2022), me dijo: “¡Ah, nació una estrella Milanés!”. Me quedé con eso. Fue súper bonito que me lo dijera.
¿Estás envuelta en otros procesos de composición ahora mismo, o estás solo enfocada en la divulgación de tu primer álbum?
Tengo quince canciones más que quiero ponerme a grabar, pero hay que darle espacio a todo lo que uno hace, porque si no se te hace una bola y estás en otro lugar sin darte cuenta. De momento, me dedico a cantar y a promover los temas; ya veré cómo van pasando las cosas.
En medio de estos primeros pasos en tu carrera, ¿cómo ves tu futuro en la música?
Intento no tener expectativas, porque después te puedes decepcionar, pero a la vez me veo haciendo mucha música, creando, saliendo de mi zona de confort, haciendo todo lo que imagino hacer de alguna manera. Por supuesto, visualizo el Grammy, Coachella, el Madison Square Garden (sonríe), todo eso. Pero que venga lo que vaya a venir, y lo que no que no venga. Estaré bien.
De momento, dar forma a un primer disco es un paso importante.
Claro, yo terminé este disco siendo otra persona. Aprendí herramientas de comunicación, porque es importante saber comunicar lo que quieres, por lo menos con las palabras básicas, expresarte desde el lugar de producción con referencias y trabajar en equipo hacia el objetivo de hacer brillar las canciones. En esa ruta, todo lo que se meta en medio hay que saber quitarlo, no pensar en el resultado final e ir paso a paso.
Fue una búsqueda. Las canciones me fueron diciendo: “yo me quedo, yo me voy; necesito esto, necesito esto otro”, e hicimos en el momento lo mejor que pudimos. Pero yo siempre quiero más. Ojo, estoy complacida, por lo menos sé que Dame flores refleja quién soy, de alguna manera.
Muchas veces mis canciones han representado un reto: yo me libero a través de ellas, también por cómo tengo que cantar, por cómo tengo que escribirlas. Todas esas cosas me ayudan a formarme como artista. A veces digo: “¡Ño! No podré llegar a esa nota”, pero estudio para lograrlo y después me sale con tremenda facilidad. Entonces, no creo que haya que ser un experto para hacer ningún género musical; es suficiente con aportar la manera en que lo ves, como pasa en la pintura. Pero sí es importante estudiar, saber por dónde va la cosa y ya después desarmarla y hacer lo que tú quieras (sonríe).
Lo haces parecer fácil ¿Hay algo imposible en la canción para Camila Guevara?
Mi mente es muy cambiante. Me aburro con facilidad de las cosas. Me gusta mucho buscar esa inquietud. No descarto nada por ahora, ni el reparto, ni la ópera, nada. Todo lo puedo llevar a mi mundo si me parece interesante. Últimamente estoy haciendo recortes, collages, poniendo mi vida, pegando las cositas que quiero. Me gusta mucho meditar, el yoga. Me encanta bailar, el mar, me gustaría aprender paddle surf. Y en medio de todo ese torrente estoy convencida de que necesito vivir de esto y florecer a través de la música.
Me dijeron las cartas…
“Tranquilo, que estas cartas son súper espirituales. Nada feo”, comenta Camila Guevara al finalizar la entrevista, mientras saca de una caja sus cartas del tarot. El entrevistador se convierte en entrevistado —su pronóstico es reservado— y por unos instantes vive una experiencia cotidiana para la artista, un acto que influye, hasta cierto punto, en sus procesos creativos.
Cuenta la joven que se tira las cartas con cierta frecuencia, en una especie de canalización de energías, como un pasatiempo. “De este hobbie han salido letras para canciones. Muchas palabras, reflexiones del libro —un manuscrito orientativo del significado de las imágenes de cada carta— se me han quedado y a veces terminan en canciones”.
De hecho, el primer single conocido del disco, “Cómo arde”, abre envuelto en esa atmósfera esotérica que se escucha en el primer verso. “Me dijeron las cartas que tú eras tremenda condená. Ay qué condena”.
Camila Guevara habla sobre frases presentes en canciones del disco que, de alguna manera, le parece importante resaltar. Del tema”Desiertos” destaca: “tu furia fue un espejo para mí”.
“A veces, cuando estamos en una relación tóxica, dura, difícil —explica el motivo del verso—, nos quitamos responsabilidades y proyectamos más en la otra persona. Pienso que los momentos incómodos son reflejo de quiénes somos, en qué momento estamos, de cómo estamos con nosotros mismos. O sea, tú no permites ciertas cosas si te valoras, si te quieres. Y es verdad que hay gente que es heavy y hace cosas duras, pero a la vez, parte de la responsabilidad de lo que tú atraes y de lo que tu permitas en tu vida es tuya”.
También escoge el verso “tragué un cielo oscuro, ahora me devuelvo en un beso”, de “Alguna nostalgia”. “Siento que engloba mucho lo que puede escucharse en el disco entero, porque es como transformar las cosas difíciles en algo lindo y, en mi caso, canalizarlo a través de la música y llevarlo a un lugar más poético, de imaginación”.
“Qué la imaginación se eleve y el corazón se emocione”, alcanzo a leer en una página marcada de un libro que está sobre la mesa, junto a la baraja del tarot. Lo firma Natalia Lafourcade, otra referencia en la creación de Camila. Lecturas como esa acompañan su espiritualidad y su trabajo para lograr sus objetivos creativos.
“Me gusta mucho indagar en cómo me veo y direccionar cada vez más mi vida con pequeños gestos como prender un incienso, poner una vela, tirarme el tarot, ir a ver el mar y cosas así. Y, por ejemplo, el collage me ayuda a entender cómo quiero ver mi vida, cómo me imagino. Aparte, es súper entretenido”.
Camila entonces se incorpora, se muestra colaborativa con la fotógrafa de esta entrevista, entusiasmada con el acto de posar para el lente. Incluso colabora con la iluminación y propone ideas de composición. “Este tocadiscos no funciona hace mucho tiempo”, comenta mientras agarra unos vinilos que están junto al artefacto sonoro. Entre discos de La Lupe, Spinetta (Almendra), puede verse en ese puñado, artistas fundamentales para la joven cantante y compositora cubana. También habla de Jodorowsky y Poesía sin fin (2016), su película favorita, aunque más recientemente cuenta que quedó conmovida con Poor things (2023), de Yorgos Lanthimos.
Sobre la escena musical habanera, de la que ella forma parte y en la que ha ido ganando terreno, considera que están surgiendo muy buenas propuestas jóvenes, a pesar de la amplia movilidad del talento con los procesos migratorios. “Tengo amigos en el hip hop, en la música urbana, sobre todo, y en otros géneros. Me encanta el dúo Elitricia —guitarra y dos voces—; tienen mucha sensibilidad. Siento que están pasando cosas lindas, que hay variedad. Quisiera ver más cosas todavía, por supuesto, porque siempre hay lugar para más riesgo, diversidad. Muchachos como Mamá Estoy Brillando, Chezca Zana, Melanie Santiler, están haciendo cosas bien lindas y seguro seguirán creciendo”.
Por nuestra parte, el público, toca estar pendientes, no perderle la pista al crecimiento de jóvenes artistas como Camila Guevara, de quien seguramente escucharemos grandes noticias en el futuro. Acaba de ser anunciada su participación como artista invitada en el próximo concierto de Fito Páez en el Auditorio Nacional de México, el próximo 22 de enero. Seguiremos disfrutando su talento y sensibilidad para la canción. No se pierdan Dame flores, que vienen curvas.