“Dicen que los dioses mueren jóvenes. Pues bien, Chano Pozo murió a la edad de Cristo, a los 33. Vivió tan intensamente como para dejar una historia cinematográfica. Su vida tuvo de todo: aventura, thriller, romances y mucho más. Sin embargo, lo mejor de todo fue cómo creó su propio personaje y además un cambio dentro del jazz en los Estados Unidos, eso en poco tiempo y sin él mismo darse cuenta”.
Así me presenta Rosa Marquetti a Luciano Pozo González, el llamado Tambor de Cuba, uno de los músicos más sensacionales y todavía desconocidos que haya dado la Isla. Esto, poco después de presentar su nuevo volumen, Chano Pozo. La vida (1915-1948), donde recoge la historia de este personaje tan singular.
“Para mí, Chano es absolutamente apasionante, lo suficiente como para que cualquiera decidiese lanzarse tras sus pasos”, dice. “Sin embargo, su figura se ha tratado siempre como un mito. Por eso yo sentía que merecía un estudio más sedimentado, un poco alejado del folklorismo y el anecdotario”.
Durante poco más de dos años Marquetti, autora también del blog Desmemoriados. Historia de la música cubana, se sumergió por completo en archivos viejos, tanto de dentro como de fuera de Cuba. Allá donde Chano fue noticia, atrás fue la investigadora a atar cabos sueltos.
“Decidí prescindir de testimonios de personas que no lo conocieron y enfocarme, en cambio, en fuentes primarias: la prensa de la época, que me dio mucho; archivos públicos y privados, memorias y entrevistas de músicos que en su momento lo conocieron y trabajaron con él”.
El resultado es un libro milimétrico y apasionante, la ventana a una vida corta pero diametralmente intensa, marcada por una genialidad desbordante.
“Chano fue un iletrado musical, pero eso no le impidió nada. Su grandeza no descansa únicamente en su manera de tocar el tambor, sino también en la forma de abordar la composición. Chano componía con el tambor, lo basaba todo en el ritmo. Más allá de un gran percusionista y bailador, fue un compositor con un sentido tremendo, alguien capaz de atrapar lo popular, lo que emanaba naturalmente del pueblo, y convertirlo en un éxito”.
Las páginas del libro, publicado por Editorial Oriente, repasan su vida en detalle: la infancia de Chano en los solares de Centro Habana, los años que pasó recluido en el reformatorio de menores, sus comienzos artísticos como bailarín y tamborero de comparsas habaneras, los primeros pasos dentro de la radioemisora RHC Cadena Azul, su relación con grandes artistas de la época como Miguelito Valdés o Rita Montaner, el vínculo con hechos de sangre, su personalidad simpática y marginal, su vertiginoso ascenso dentro del ámbito musical cubano, el salto definitivo a Estados Unidos y Europa, su muerte a balazos en un bar de Nueva York por un enfrentamiento con un portorriqueño.
“Sobre todo tenía mucho interés en seguir su segundo viaje a los Estados Unidos”, recalca Rosa Marquetti. “En ese entonces, Chano tuvo sentido de la oportunidad y lo aprovechó. Se unió a la formación de Dizzy Gillespie justo en el momento en que este estaba cambiando la sonoridad del jazz dentro de los Estados Unidos.
“Dizzy estaba interesado en incorporar las percusiones afrocubanas al jazz cuando se encontró con Chano. De entrada no se entendían, porque ni Dizzy hablaba español ni Chano inglés, pero aprendieron a comunicarse mediante el tambor. Los esclavos hablaban con el tambor. De esa unión surgieron clásicos como ‘Manteca’, probablemente el primer gran éxito del Latin Jazz, incólume todavía, y eso gracias a la interpretación de Chano más que nada”.
Además del recuento de su recorrido musical por los grandes escenarios del mundo jazzístico, incluido el Carnegie Hall, donde se bautizó en la inmortalidad con un presentación histórica, Chano Pozo. La vida… incluye la única entrevista realizada a Chano en Cuba de la que se tenga noticia, olvidada en una vieja revista de época y rescatada por Marquetti para la posteridad.
Se trata, en fin, de un libro oportuno, de rescate, el retrato fiel de un genio cuya marca en la música cubana puede medirse desde el dolor de Benny Moré cuando cantaba: “Oh, oh Chano, murió Chano Pozo / Sin Chano yo no quiero bailar”.
“Los aportes de Chano a la música son inmensos. Primero, el hecho de haber incorporado la tumbadora al formato de jazz, otorgándole una reminiscencia sonera. Segundo, el haber situado la percusión afrocubana a nivel internacional. Yo no encuentro otro momento en que la música cubana haya cambiado la música de los Estados Unidos, salvo en su época. Él no fue el único involucrado en ese proceso, pero sí quien definitivamente le dio el cierre de oro.
“Además, no puede dejar de mencionarse su relación con la vestimenta. Durante mucho tiempo busqué referentes cubanos que le hubiesen otorgado tanta importancia a la imagen y no encontré ninguno, salvo Chano.
La representación del músico triunfador acá en Cuba está marcada por él. Le gustaba mucho impactar, cambiarse de ropa tres y cuatro veces al día para impresionar. Eso de lucir cadenas ostentosas, prendas y zapatos, que lo vemos hoy a diario con los salseros, reguetoneros y demás, en realidad viene de Chano, no hay otro antecedente. Su impacto en el imaginario popular es incuestionable”.
Disponible ya en la red de librerías de Cuba, Chano Pozo. La vida (1915-1948) será presentado nuevamente en septiembre próximo, en el Festival de Jazz de Barranquilla por la editorial La Iguana Ciega. A partir de entonces estará a la venta en Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Panamá.