El cubano Chucho Valdés vuelve este sábado a Madrid con un concierto que es “otra historia” porque es un mano a mano con la japonesa Mine Kawakami.
“Las etiquetas están bien pero no siempre valen, porque la música es algo más que eso y podemos hacer diferentes cosas”, asegura en una entrevista con la agencia Efe.
El pianista y compositor de jazz latino presenta en el Teatro Real, en su única cita en España, el concierto a dos pianos “De La Habana a Kioto, con parada en Madrid”, una “conversación” entre diferentes culturas que mantendrá con Kawakami.
“Esto no es un concierto de jazz ni de música cubana. Solamente es música. Está la música clásica, Cuba, Asia, el Caribe, América, España, está todo”, explica Valdés (Quivicán, 1941) sobre el concierto, con un sonido “totalmente diferente” y que “no se ha hecho antes”.
“De La Habana a Kioto, con parada en Madrid” es un “diálogo mágico” que comparte con Kawakami (Nagakute, 1969), una pianista que, asegura el ganador de 10 premios Grammy, hace música de las imágenes de la naturaleza y que le ha aportado “un mundo diferente”.
“El mundo de las imágenes de Mine me ha despertado nuevas ideas. La melodía sutil, tranquila y del alma es un mundo que no es el que más he trabajado, porque mi mundo es más africano y más rítmico, pero uno puede tomar elementos de otro estilo o de otras culturas, como esta”, explica el hijo del mítico pianista Bebo Valdés.
Ambos músicos se conocieron en 2004 cuando tocaron juntos en el Teatro Amadeo Roldán de La Habana, una presentación que les ha llevado a reunirse por la “interrelación y el diálogo” que mantuvieron sobre el escenario.
“Jamás he pensado con ningún pianista en una competición, a ver quién puede más. No. Hacemos un diálogo, hacemos arte y música”, asevera el cubano.
Esa sinergia que han creado, que demuestra que la música es “un lenguaje universal”, le recuerda a las ocasiones en que subió al escenario con su padre, con quien sostuvo “un diálogo” desde que era un niño, cuando no solo le enseñó a tocar la música cubana y el jazz sino también a trabajar con una orquesta y a dirigir.
“Tocar con mi padre era muy especial porque era mi maestro y mi padre; era tremendo. Cuando yo tenía 19 años hicimos un programa muy bonito de televisión. En la casa ensayábamos a cuatro manos y cuando tuvimos que tocar juntos solo nos decíamos los títulos porque ya los habíamos tocado siempre. Era maravilloso”, cuenta sobre la interacción que tuvo con su padre, fallecido en 2013.
Kawakami, que empezó a estudiar música clásica a los tres años, siente ahora algo similar por Valdés, cuya música ha sido “el impacto más grande” que ha tenido en su trayectoria profesional.
“Cuando conocí su música, que era completamente diferente a la mía, me di cuenta que era lo que mi alma estaba buscando. Conocer la música de Chucho abrió la puerta hacia mis raíces, que me permitieron componer”, explica la artista japonesa a Efe sobre Valdés, un músico con una “inmensa fuerza y capacidad” que le da “esperanza e ilusión”.
A sus 77 años, Valdés sigue trabajando en proyectos sinfónicos pero también en proyectos en los que rescata sus raíces, entre ellos Jazz Batá 2, el álbum que actualmente promociona y en el que recupera el “Jazz Batá” de 1973, un disco que fue “una revolución musical” en los años 70 porque “introdujo” los tambores africanos en la música.
“Este trabajo lo traduje al grupo Irakere pero era una banda grande. Ahora lo retomo con una banda pequeña y con un concepto muchísimo más desarrollado porque este disco supera todo lo que se hizo al principio, por supuesto por los años de experiencia. Ahora mismo es mi disco favorito”, añade.
Chucho Valdés, quien recibió este año el Premio a la Excelencia Musical de los Grammy Latino, tiene también entre sus próximos proyectos el nombrado Chucho en buena compañía, con el que tiene previsto realizar una serie de conciertos a partir de agosto de 2019 con músicos invitados como los estadounidenses Wynton Marsalis, Herbie Hancock, y Chick Corea.