Cuando murió Juan Formell, Cuba perdió sin dudas al mayor relator musical de su cotidianidad en los últimos 45 años, un cronista de pura cepa y sensibilidad única. De hecho, uno de los grandes méritos de su orquesta Los Van Van fue poner a bailar a su pueblo cantando historias que la prensa, si acaso, esbozaba tímidamente.
Es más, la vasta discografía del llamado Tren de la Música Cubana incluyó crónicas notablemente gráficas, estampas costumbristas, personajes y frases que forman parte del patrimonio cultural de este país. En sus textos, la agrupación trató desde fenómenos migratorios (“La Habana no aguanta más”), hasta la pérdida de valores (“Se muere de sed la tía”), o la furia de las barbacoas (“Artesanos del espacio”).
Detrás de todo estaba la visión y el deseo de marcar una diferencia, en Formell, hijo ilustre del folclórico barrio de Cayo Hueso, creador de ritmos como el changüí-shake y el songo. Desde el primer disco, Los Van Van sorprendieron por su irreverencia conceptual: era una onda inclasificable que, sin dudas, tenía aires de charanga, pero también sonidos del funk, el filin, el pop-rock y la balada. Toda una bendita herejía…
En aquella primera producción se notó esa capacidad para describir ambientes, poner el habla popular en función de su lírica y aportar, a su vez, algunas perlas a la poética urbana. Ahí están las dispares historias de Marilú, de Laura Chancleta y Yuya Martínez, o frases lapidarias como “qué fea esa vieja, por Dios”, o “es una bola de humo, que saca de quicio a cualquiera”.
En los siguientes fonogramas se consolidó el ansia testimonial de los “vanvaneros”, con temas como “La Habana joven”, “Chirrín chirrán” y “El martes”, y más acá “TV a color”, “Con el bate de aluminio” o “Cuéntame”.
En los años 1980, Formell habló de la superación (“De 5 a 7”), las microbrigadas (“Constructores por derecho”), los virus (“Eso que anda”), el pan (“Artesanos de la harina”), el estrés (“Tú, tranquilo”), los viejos verdes (“La titimanía”), o los rumores (“El negro no tiene ná”). También legó clásicos de la picaresca en la voz de Pedrito Calvo, como “Que le den candela”, “El negro está cocinando”, o “La fruta”, todo un alegato a los derechos del consumidor.
Aquella fecunda década terminó con un disco titulado precisamente Crónicas (1989), en el cual abordó la bronca entre lo culto y lo popular (“No soy de la gran escena”), o ciertos vicios de la empresa socialista (“Se cambia el turno”).
Con los años 1990 llegó el boom de la salsa, y aunque Los Van Van no fueron impunes a cierta tendencia al autobombo en sus letras, la agrupación mantuvo la tradición de cantarle al cubano y a sus nuevos desafíos y decires. Valga aclarar que muchas de esas obras fueron fruto de la fecunda yunta creadora que constituyó Formell con César Pupy Pedroso, cuya impronta marcó a Los Van Van hasta su salida de la orquesta, en 1999.
Algunos clásicos de entonces acá fueron “La sorpresa”, “Soy todo” (a partir de un poema de Eloy Machado El Ambia), “Soy normal”, “Un socio pa´ mi negocio”, “Pura vestimenta”, o “Temba, tumba, timba”, de Pupy. En los últimos años, Los Van Van se han consolidado como la agrupación insignia de Cuba, la más longeva en el gusto del bailador y un referente mundial por defender lo universal en lo local.
Esa capacidad para cronicar lo cubano caracterizó a Formell, cuya muerte vistió de luto a este país que muy pocos supieron contar como él.
Se nos fue el mas grande de los musicos de los ultimas 50 años de nuestro pais y de el mundo. Honores y respetos para juanito.
Buen comentario, honor para el más grande de todos los de nuestro tiempo. Fue tanto su talento y su visión que pareciera que hasta para dejarnos escogió un día de fiesta. Gracias Formell.