El periodista Rafael “El Chino” Lam ha investigado por más de 30 años los valores de la música cubana y sus figuras. Cuba, comenta, “es un país en donde en cualquier rincón sale un músico. La gente dice que das una patada o que debajo de cualquier piedra puedes encontrar un cantante o un instrumentista”. Ha publicado, entre otros, los libros Tropicana, un paraíso bajo las estrellas, Esta es la música cubana, Polvo de estrellas, Los reyes de la salsa, Juan Formell y los Van Van: la leyenda.
Lam acaba de presentar su última producción literaria: El imperio de la música cubana, en el que teoriza sobre nuestros ritmos e incluye semblanzas biográficas de alrededor de cien figuras clave en nuestro panorama musical a lo largo de la historia.
OnCuba se acerca al Rafael cronista, primeramente motivados por el título de su volumen.
¿No le parece un nombre exagerado y atrevido para su libro?
Realmente no. Cuba es la isla de la música. Más de 25 ritmos triunfadores que nuestro país ha llevado por el mundo no tienen igual, hasta donde conozco, en la historia de este planeta. Países enormes como Estados Unidos, Brasil, México, Venezuela y Argentina no han podido crear tantos ritmos con éxito internacional.
Se reconoce a la habanera como un género fundacional, que ayudó a casi todas las músicas del continente americano y más allá. El tango, el merengue, la samba, y el ragtime de Nueva Orleans, por ejemplo, parten de la habanera. Cuando escuchas bien la habanera y cambias el ritmo, te puedes dar cuenta de que de ella se ha alimentado casi toda la música hasta hoy en día. Además, nuestra música gusta en casi todo el continente y en algunos países de la región se han apropiado de ella como suya. Nuestra sonoridad ha sido patente y fundamento de la música americana.
Y según sus palabras, somos también una tierra de músicos…
Es que son incontables. Llegaron a unificarse cerca de un millón de aficionados y se habla de unos 12 000 músicos profesionales, sin contar los independientes, los que andan en busca de integrar alguna agrupación musical o de crearla.
Más los que debutan cada día tratando de demostrar su talento en los medios de comunicación…
Lo más importante es el hecho de que se están presentando valores desconocidos hasta ahora y que se les nota que van a ser los cantantes del futuro. Los intérpretes nacientes —y estoy seguro de que pueden aparecer muchos más—, van a ayudar mucho al rescate de la música cubana y han emocionado realmente al público. De ahí van a salir las Lupes, las Celestes Mendoza… Lógicamente, a tono con estos tiempos.
¿Cómo es posible que un país tan pequeño llegara a ser un imperio musical?
Son varias las razones que convierten a Cuba en una Isla de la música: el encuentro de culturas, el poderío rítmico africano presente aquí, los espacios de diversión, el carácter popular y gozador de los cubanos, el clima de recreación de sus ciudades, principalmente de La Habana; la atmósfera tropical, la vida festiva, alegre.
Hay también factores históricos: el puerto de La Habana fue, durante mucho tiempo, un sitio de confluencias, de diversión, de población flotante de marineros y de aventureros. Allí los lugares de diversión se multiplicaban…
¿Realmente cree que la música cubana siga siendo fuente nutricia para la internacional?
La música cubana está en una etapa de zig zag. Está buscando un nuevo camino. La juventud es muy atrevida, pero en su momento el son, la conga y la rumba van a echar a un lado a todo el mundo y van a decir: “Aquí estamos”.
En la música actual hay rumba, hay conga. Algunos me dicen que es solo un poco de conga. No, no, es la música vieja, de fundación, pero remodelada. Lo que falta en Cuba es un diseño, un concepto, un plan a gran escala sobre la proyección de nuestra música. Espero que se haga en su momento, con la ayuda de todos los músicos y conocedores. Es importante saber adónde vamos.
En su libro afirma que en Cuba la música enfrentó todos los avatares y que nos salvó como pueblo. ¿Por qué?
La música ha estado en todos los momentos memorables de la historia de Cuba. En tiempos en que ha habido grandes diferencias, nos dio la unidad. El chachachá, por ejemplo, unió a blancos y negros. Fue el café con leche. Nos ha dado identidad: somos cubanos ante todo por nuestro gusto por la música y adicción por el baile. Y nos dio la alegría, que no hay nada que pueda ser más importante. Son tres elementos fundamentales en la cultura y la vida de la nación cubana.
En los tiempos de la esclavitud, de la colonia, la música fue un bálsamo contra el sufrimiento. En el denominado Período especial, la música de Adalberto Álvarez, Chucho Valdés y José Luis Cortés, entre otros, alivió a los más humildes, a mucha gente que disfrutaba con escucharlos. La música ha sido nuestro ejército de salvación, por eso creo que también hay que valorarla por su utilidad. Esta es una historia que, desde luego, está por contarse.
Para no salirnos del esquema habitual de las entrevistas, cuéntanos de los planes inmediatos…
Dice un musicólogo estadounidense que en Cuba no se ha hecho un estudio de lo que es su vida nocturna, de los cabarets, que son partes de nuestra cultura. Próximamente presentaré un libro sobre el espectáculo en La Habana durante 500 años. Es un texto sobre los cabarets, las grandes sociedades y academias de baile, salones, en fin, sobre la vida bohemia de urbe antillana, como saludo a su medio milenio.
De conjunto, tenemos la idea de reunir a todos los grandes músicos cubanos, como lo hicimos con el texto Los reyes de la salsa, en el Museo del Ron Habana Club, donde se juntaron músicos de la vieja guardia y de la música actual, y todos tocaron juntos.