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La Charanga Habanera conquistó una popularidad absoluta entre el público cubano —especialmente el juvenil— durante la década de los 90 y los primeros años de los 2000. Prueba de ello son los siete premios Lucas de la Popularidad obtenidos de manera consecutiva, un récord que hasta hoy no ha sido superado por ningún otro artista o agrupación.
Esta semana, David Calzado y La Charanga Habanera reaparecieron en Cuba, tras una ausencia casi total en los últimos años, período en el que la orquesta se asentó en Perú y, desde allí, emprendió el resto de sus compromisos internacionales.
El regreso a la isla coincide con el lanzamiento de su nuevo disco, 35 años charangueando, un álbum doble que reúne muchos de los temas que en su momento pusieron a Cuba en desenfreno, pero que también incluye novedades con las que la agrupación busca demostrar que continúa en plena fuerza creativa.

Además, este sábado 20 de diciembre, La Charanga Habanera ofrecerá su primer concierto en el Teatro Karl Marx. A pesar de su éxito y de sus años de carrera, la agrupación nunca había asumido en solitario el mayor teatro de Cuba. El concierto forma parte del Bis Music Fest, evento que la disquera cubana estrena estos días y bajo cuyo sello se presenta este nuevo disco.
Al frente de la formación timbera más sensual de la música cubana está David Calzado, violinista de formación, instrumento que abandonó hace más de dos décadas para consolidarse como creador, director e imagen viva de lo que, desde hace tiempo, los cubanos definimos como “ser charanguero”.
Un concepto que trascendió lo musical para convertirse en símbolo de virilidad, gusto estético en la moda masculina, forma de bailar y estilo de vida.
La Charanga es un referente para varias generaciones, y su director ha sido considerado, en más de una ocasión, una figura atrevida, que nunca ha temido dar el paso ni llamar a las cosas por su nombre.
¿Cuánto tiempo llevaba sin grabar un nuevo disco y por qué?
No hacíamos un disco desde 2021. Con tantas giras internacionales que hemos tenido, no encontrábamos el tiempo para meternos en el estudio y preparar un nuevo trabajo.
Este disco nos tomó alrededor de un año y medio. Tuvimos que hacerlo entre Cuba y Perú: mezclamos y masterizamos en Perú, grabamos una parte en Cuba y coordinamos con todos los invitados, buscando los momentos en que cada uno pudiera aportar su interpretación. Estoy contento, porque todo el mundo respondió con mucho cariño y profesionalismo. De alguna manera me sentí respetado, porque esos artistas dijeron que sí con mucha fuerza.

¿Por qué asumir el riesgo de reunir en una misma producción grandes éxitos y estrenos? ¿No es demasiado ambicioso?
No. Cuando pensé en hacer un disco por los 35 años, quise recoger los grandes éxitos, pero con interpretaciones completamente diferentes, con arreglos renovados, sin perder la esencia de las canciones. Al tratarse de un álbum doble, también me pareció lógico incluir temas nuevos, inéditos, que pudieran convertirse en un hit.
Los tiempos ahora están complicados. Hacer un hit de música bailable hoy es casi un milagro. Vivimos un momento marcado por otras tendencias musicales, donde la timba y la música popular bailable no están en primer plano. Por suerte, todavía existen grandes exponentes, con una calidad altísima, que seguimos defendiendo ese sonido. Pero si analizas el panorama, casi todos los exponentes de la música bailable han terminado incorporando elementos de lo que está en tendencia, algo que antes nadie se permitía.
Pero La Charanga Habanera ha hecho este tipo de cruces desde que comenzó a popularizarse la música urbana…
Desde el año 2000 empecé a trabajar con los urbanos. Mezclé mi timba con ese universo y tuve éxito con todos: Eddy K, Gente de Zona, El Chacal, Baby Lores e Insurrecto, El Micha, El Yonki, el difunto El Taiger… en fin, con todos.
Fui muy criticado por mis colegas, y siempre respondí lo mismo: yo no soy timbero, no soy salsero, soy músico. Ese ha sido siempre mi concepto, aunque no el de muchos de ellos. Hoy, con el tiempo, todos han tenido que reconocer que hay que unirse al supuesto enemigo, que en realidad no lo es. Ningún músico es enemigo mío. Cuando un género tiene éxito, hay que reconocerle su mérito, te guste o no te guste.

¿Por qué han estado tan alejados de los escenarios cubanos?
Es verdad que he estado lejos de los escenarios cubanos, pero por una razón linda: hemos tenido un éxito total fuera de Cuba. Eso nos ha dado muchos resultados, no solo musicales, también económicos y de vida. Mis músicos están felices y yo estoy loco por regresar.
Desgraciadamente, ese éxito no nos permite pasar mucho tiempo en Cuba. Aun así, no puedo quejarme: muchos músicos quisieran tener esta posibilidad. Hoy no es fácil lograr una acogida internacional tan fuerte. Somos unos suertudos. No porque seamos mejores o peores que otros, sino porque en la vida también hay que tener un toque de suerte, y nosotros la hemos tenido.
¿De ahí la decisión de lanzar este nuevo disco en Cuba y con una disquera cubana?
No es una necesidad, es un deseo. Tengo que reconocer que soy cubano 150 %, y a este país, con sus virtudes y sus defectos, lo amo.
Amo este país, amo a su gente, a mis amigos, a mi dominó en casa con mis hermanos de vida. Cuba es mi terreno, ese es mi vino, el vino que yo tengo y que amo. Por eso dije: el disco se lanza en Cuba. Y ese éxito se va a trasladar también a los nuevos momentos de la Charanga Habanera fuera del país. Este disco va a caminar muchísimo, y el DVD que se grabará en el concierto nos dará aún más contenido de trabajo.
¿Eres consciente de que La Charanga Habanera ya no tiene el mismo nivel de popularidad entre los jóvenes que tuvo en otro momento? ¿Cómo mides hoy el éxito?
Ahora mismo, La Charanga Habanera no puede ser el ícono de la juventud, aunque haga lo mismo que siempre ha hecho, porque lo que hacemos los grupos de timba no es la tendencia.
Ninguno de nosotros, por muy grandes músicos que seamos, puede competir con lo que hoy domina el mercado, ni tampoco podemos caer en hacer exactamente eso. Yo puedo incursionar con un artista, hacer uno o dos temas que puedan ser éxitos, pero no puedo convertir la carrera de la Charanga en eso, por respeto a lo que he hecho siempre y por respeto a mis sentimientos.
A veces no queremos reconocerlo, pero la música se mueve en ciclos. Hoy estás de moda tú, mañana hay otra tendencia. Lo importante es mantenerse como un artista respetado, que cuando te presentes la gente diga: “son lo máximo”. Eso es lo que intento en cada presentación y eso es lo que voy a intentar en el Karl Marx: que quienes entren salgan diciendo “no hay duda, son los mejores”.
Los músicos que integran hoy La Charanga Habanera, sobre todo los cantantes, no son muy conocidos por el público cubano. ¿Cómo crees que serán recibidos en ese concierto?
Es curioso, porque esos muchachos ahora mismo en Perú no pueden salir a la calle, no pueden dar un paso: es una locura. Pero en Cuba, como no hemos podido actuar, no hemos hecho videos ni salido en televisión, mucha gente se preguntará quiénes son estos chamacos. Lo que te digo es que están escapados.
En estos 35 años han pasado muchos músicos por La Charanga. ¿Quiénes consideras que fueron fundamentales en la historia de la agrupación?
Primero, agradecerles a todos los que han pasado, porque todos entregaron su corazón, trabajaron duro y sufrieron mucho con mis ensayos y mi nivel de exigencia. Pero, claro, siempre hay algunos que son clave: Leo Vera, el cantante más grande que ha tenido La Charanga Habanera. Importantes también Michel Maza, Dante, Leoni Torres, Yulien Oviedo, Ebblis “El Boni”, que fue un escándalo en Cuba, y Aned Mota, que además de ser un cantante con grandes cualidades tenía algo aún más importante: carisma, sabrosura, el verdadero espíritu charanguero.
Hay músicos muy importantes también, como Osmany Collado o Juan Carlos González, de la primera etapa. Han pasado muchas personas claves, incluso algunas que no son músicos, como Roberto Hernández, uno de los mánagers más importantes que hemos tenido en la historia, o Alejandro Otero, otro mánager fundamental.
Y algo muy importante: todas mis compañeras de vida, que han sido grandes inspiraciones y, de cierta manera, mis consejeras. Personas que miran desde afuera y pueden opinar. A veces hago caso, a veces no, pero lo importante es saber que hay alguien que piensa en ti y que vela por ti.
La sensualidad masculina es uno de los sellos de La Charanga Habanera. ¿En qué momento te diste cuenta de que eso tenía que ser parte del show?
Yo no me di cuenta, eso fue surgiendo solo. La entrega, la fuerza de las canciones, fueron proyectando movimientos que después se hicieron habituales y que hoy forman parte del concepto de lo que es ser charanguero.
Ahora ellos están a toda máquina. Yo creo que esa gente baja kilos en un concierto. Son unos locos, pero organizados, porque todo está pensado. Aunque parezca una locura, no lo es. Hay cosas que no se ensayan, pero que ya forman parte del concepto y van sucediendo en escena. Después yo digo: esto no me gustó, esto sí, y vamos limpiando.

La Charanga Habanera ha sido siempre una de las orquestas más polémicas. ¿Cómo has manejado ese juicio constante?
La Charanga siempre ha estado en entredicho. Y muchas veces creo que eso ha tenido que ver con un sentimiento de algunos colegas, al ver el éxito y la locura que se ha generado alrededor de nosotros. Nos han criticado por los movimientos de los cantantes, por los textos… y si comparas lo que se cantaba entonces con lo que se canta ahora, aquello no era nada. Aun así, nos querían matar.
Pero yo no dirijo una orquesta de música elitista. Para eso están Beethoven, Bach, Mozart, Tchaikovsky. La Charanga Habanera es una orquesta hecha para hacer disfrutar al público. Claro que es importante tener músicos idóneos y cantantes adecuados, pero esto funciona como un equipo de baloncesto o de béisbol: todo el mundo juega y se gana entre todos. Un solo jugador no gana el partido.
Al final, hemos sido criticados por un circuito pequeño y vitoreados por una masa enorme. Y la masa, casi siempre, tiene razón.
¿Cómo defines el sentimiento charanguero?
Ser charanguero es ser un gozador de la vida y no coger lucha con nada.










