Antes de abandonar el aeropuerto de Miami, en el salón de última espera, el compositor, guitarrista y productor Descemer Bueno (1971) hizo una transmisión por Facebook avisando a sus seguidores que viajaba hacia el sur. “La próxima parada es en Buenos Aires, Argentina. La Trastienda. Viernes 31 de mayo”, dijo.
Al otro día, en el Aeropuerto de Eizeiza lo recibieron las chicas del fan club “Nos fuimos lejos” que preside Cecilia Quiroga en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero una multitud virtual le daba la bienvenida o le deseaba maravillosa estancia desde las redes.
Por otro lado, Descemer Bueno no pisaba esta ciudad desde que lo hizo con Santiago Feliú. “Tengo tantos recuerdos de cuando venía con Santiago… Y ahora me veo en este lugar donde él tenía muchísimos seguidores”, dice sentado en el mueble de un departamento de la calle Medrano.
Era el día de atender a la prensa. Esta conversación ocurrió entonces, veinticuatro horas antes de su concierto en La Trastienda.
Ha invertido bastante en ofrecer detalles de su viaje para presentarse por primera vez en solitario y ya es de noche.
Noche fría, y luego de irse en busca de un suéter, cuando me llega el turno, le pregunto si mantiene la costumbre de leer, precisamente porque supe que Santiago Feliú lo incitaba a la lectura.
Descemer Bueno responde que así como ya no escribe prosa, como que hizo en el pasado, “sin embargo, las canciones no me salían”, tampoco lee. “Me ayudó mucho leer, pero también entender sus canciones. Santiago nunca fue fácil. Fue el más difícil de los maestros. Siempre me decía: ‘Cuando hagas un disco tráeme las letras para revisártelas’. Me veía como un alumno. Después hubo un tiempo en el que empezó a encontrase al Descemer Bueno de los conciertos multitudinarios e imagino que se sintiera orgulloso”, dice.
Afuera ya no quedan periodistas, he sido el último de la fila. Uno tras otro los ha atendido, aunque su representante habla de otro encuentro con la prensa a la una de la madrugada. Por un rato más le sigo preguntando por los años en que venía con Feliú, de su relación él.
“Santiago sigue estando, por eso siempre hay planes de trabajar con su música, cada vez más. Llegamos a componer juntos. Hicimos un par de canciones. Inclusive lo convencí para hacer una canción con Israel, de Buena Fe. No estuvimos nunca los tres en ningún lugar, pero la hicimos. Está la canción, siempre hemos querido grabarla, pero no hemos podido todavía. Para el verano creo que voy a tener el video de una canción suya: Ansias del Alba. Es muy importante.”
Redes sociales
“Por qué le das tanta importancia a las redes sociales”, pregunto. “Soy uno de los pocos artistas que viene más rezagado con las redes sociales si te pones a ver. Artistas como Gente de zona tiene ya más de un millón de suscriptores en Instagram y Facebook. Esto me hace tener una carrera acelerada, con sus pro y sus contra. Ahí tengo gente que me defiende a capa y espada y detractores acérrimos”.
“¿Qué les molesta de ti?”, quiero saber. “Creo que les molesta mi exposición, que mi exposición no es local. Hay momentos en los que uno no es lo suficientemente inteligente en la vida y yo he sido usado para salir de los localismos, para llegar a una diáspora que ni siquiera tiene que ver con Miami, pues cuando pensamos en diáspora pensamos en Miami, y realmente la otra mitad está fuera de allí, y cada vez más. Precisamente por lo difícil que es llegar a Miami, por la política que se ha ocupado de usar ciertas mentalidades que no están preparadas para entender cuál es el pollo del arroz con pollo”.
Insisto: “¿Te ha afectado esa política?” Responde: “Ciertos sectores de esa política, más tirados a la ultraderecha, intentan usarme insistentemente en algo a lo cual no pertenezco porque no sé nada de ella [de la política]. Cometería grandes errores; ya los cometí en el pasado, ya pedí disculpas, pero eso no importa. No importa que pidas disculpas porque siempre hay personas que revuelven el pasado, y olvidan. Sería un absurdo quitarle tiempo a la música, a la creatividad o a la escena sociocultural cubana para hablar de política, algo con lo que la gente se moja tanto”.
Detrás de algunos discos
Entre el 2005 y el 2006 toda Cuba supo de Descemer Bueno: “¡el hijo de La Habana Vieja!”, exclamaría un narrador deportivo. Lo conocimos gracias al filme Habana Blues, de Benito Zambrano, ganadora del premio Goya. Su trabajo musical (junto al de Kelvis Ochoa y X Alfonso) dejó una marca imborrable en la juventud que vio esa película.
Pero pronto empezamos a escuchar más seguido su nombre. No solo por ser la persona que estaba detrás de algunos intérpretes cubanos, dotándolos de un repertorio que los haría mucho más visibles, sino porque siendo joven todavía, él mismo parecía ostentar lo esencial de los compositores de un género que daría la impresión de avanzar a la extinción: el bolero.
“Mi trabajo como productor, creo que ya está… no hice mucho, pero sí cosas importantes. Para Cuba queda lo que hice con Haydee Milanés, con Diana Fuentes, con el mismo Santiago, como arreglista y productor; con Estado de Ánimo, Columna B, que se basaban en la música instrumental y el jazz contemporáneo. Está el trabajo con Fernando Álvarez, con Manolo del Valle, son cosas que se han ido perdiendo y siento que tengo que rescatarlas”.
“¿Por qué este interés tuyo por recuperar canciones y temas del pasado?”, pregunto. Y dice él: “El bolero es un género que se está perdiendo. Quiero rescatar el bolero. Casi voy llegando a mis cincuenta años y como quiera que sea represento otro tipo de música. No puedo seguir haciendo toda la vida música para jóvenes. Estoy en una etapa de más seriedad, aunque me sigo enfrentando a lo mismo, aunque todavía luzca bien. Eso es muy importante ahora. El bolero, las canciones, representan mucho para mí.”
Porque Descemer viaja asiduamente de La Habana a Miami, donde reside, pienso que pudiera tener dos perspectivas de la música cubana y le pido que me hable del asunto. Me dice que mantiene contratos con Sony, por lo cual tiene mucha responsabilidad con la industria y esto le hace componer y trabajar en función de ella.
“Pero tengo a una Cuba con una radio, que es mucho”, advierte: “A ese público también tengo que satisfacer. Es un público de canciones. Hay una dicotomía. El público de Cuba me pide las canciones de ayer, en Sony quieren otra cosa; pero, estoy yo, que sé lo que quiero, y también hay un mercado comercial donde siempre quiero estar a la cabeza”.
Reguetón-trova-trovatón
“Pablo y Silvio son lo más grande, los próceres de la música contemporánea cubana. Hasta Chocolate ha sentido la necesidad de versionar esa música. Para mí es importantísimo que Chocolate tenga la sensibilidad de acercarse a una canción de Silvio y que se dé cuenta de eso, de buscar nuevas fuentes de melodías. Que la música de Silvio tenga la trascendencia de llegar hasta él, con el tiempo que ha pasado, es una cosa para quitarse el sombrero. Hoy en día no se puede subestimar a nadie, no se puede hablar mal de los reguetoneros porque ellos mismos te pueden sorprender.”
La Trastienda
Así se llama un fabuloso club de San Telmo por donde han pasado tantos buenos músicos de todos lados. Dicen que es la prueba antes de pasar a espacios mayores como el Luna Park. La Trastienda. 31 de mayo. 11:30 pm. 14 grados Celsius.
“La idea surge de un amigo, David Morales, que trabajó conmigo hace muchísimos años en Cuba. Fue el tercer productor que tuve. Vino a vivir a Argentina, ha conocido a muchísima gente y ahora estoy acá”.
Y se abrió la puerta, y entró la cubanada y quienes en Argentina querían escucharlo, porque ya habían bailado con ese “Bailando“ que aún se escucha desde el auto que pasa a mil por la 9 de Julio o en el departamento de la vecina. Doy fe de eso.
Descemer Bueno aparece sobre las doce de la noche en el escenario. Sombrero, camisa colorida, con un estilo Nueva York; comportamiento a la antigua, digo yo, por los movimientos lentos y sensuales. Lo acompañan seis músicos. Dos argentinos y tres cubanos, dos residentes en Buenos Aires más la vocalista Mariela González Cobos, quien ha viajado con él desde La Habana. Los demás son Raúl Monteagudo (piano), Carlos Daniel Lissabet (bajo), Sergio Morán (batería), Pablo Martínez (guitarras), Ángel Frómeta (teclado y programación).
El primer número: “Guajira”, de sus tiempos con Yerba Buena, allá en Nueva York sobre el 2004. Ese trabajo le valió una nominación al Grammy.
Después interpreta uno de Leoni Torres y la gente va entrando en calor para quitarse del todo los abrigos cuando llega lo que fuera un hit y Premio Grammy latino en 2011, al ser popularizado por Enrique Iglesias y Juan Luis Guerra: “Cuando me enamoro”.
A partir de ahí, el público, la cubanada, canta con él, y él se lanza con ellos para dejarse abrazar y ponerles a cantar canciones que los estremecen, porque Descemer Bueno sabe cómo apuñalarle los sentimientos a los emigrados, y “Tus luces sobre mí“, “Ser de sol”, y, después, “Siete días en La Habana”.
Antes había cantado ese otro éxito suyo que puso a volar la versión de Gema Corredera y Pavel Urquiza “Esa lengua tuya”. También hizo dúo con Javier Calamaro. El músico argentino lo había ido a saludar al camerino y allí acordaron interpretar “Lágrimas negras”, de Miguel Matamoros. Unas trescientas personas coreando que “en vez de maldecirte con justo encono, en mis sueños te colmo… de bendiciones…”
También hay tiempo para la bachata, y el reguetón, la canción, y el son. “No crean que porque estoy con esta guitarrita no van a bailar”, dice Descemer en algún momento en el cual parece manso. Pero, al rato se torna nuevamente despiadado, y arremete con todo lo que puede arremeter un compositor que canta, y a veces lee (o leía): “Ella“, es la canción que canta, e improvisa, y, ¡pobre de la cubanada!, pero… no, en lugar de nostalgias, goza como en cualquier lado de la Isla.
Iba a cerrar con “Arenas de soledad” luego de una hora cantando sin perder (ni voz, ni ritmo, ni energías), pero interpretó otra junto a Ulises Bueno, un notorio cantante argentino de cuarteto junto al que se presentó la noche del sábado en Córdoba.
Llegado el final dijo Descemer Bueno: “Gracias, Buenos Aires, por hacerme esta noche el hombre más feliz del mundo”, y se metió tras el escenario para salir al rato a retratarse con todos los que quisieran hasta cuando casi todos se habían ido. Lucía feliz, algo cansado.
“Voy a dejar todo en ese concierto”, escribió en Facebook antes de viajar. Yo creo que lo cumplió.