Más de diez años le llevó a la investigadora María Matienzo armar la historia de la Orquesta Hermanos Castro, una de las primeras “big band” cubanas que triunfó en Nueva York allá por los años 1930 y de la que fue parte el saxofonista Marcelino Figarola: “Soy el último de los mohicanos”, dice a EFE.
La orquesta de 12 músicos, con sección de vientos (metales y madera), percusión y piano, fue fundada en 1929 por cuatro hermanos, Manolo, Andrés, Juan y Antonio, descendientes directos de españoles, y es considerada por musicólogos e historiadores una “academia” popular.
De ahí que Matienzo haya titulado Orquesta Hermanos Castro: La escuelita el, quizá, único libro que recorre esta historia de punta a punta, publicado en Miami y que entronca sin quererlo con un video de YouTube donde se ve a la orquesta en Nueva York en un cortometraje titulado A Havana Cocktail, de 1931, tocando una versión de “El manisero”.
Era la época de la recesión económica, pero aun así, la Hermanos Castro obtuvo contrato para presentar su espectáculo “Havana Night” en el teatro Palace de la “Gran Manzana” y en un crucero por el norte del país.
“La historia decidió que la escribiera yo y no al revés, como indica la lógica. Me casé con un nieto de Manolo Castro (el fundador de la banda) y ahí estaba la papelería de la orquesta y me fue inevitable no prestarle atención”, dice a EFE desde La Habana Matienzo, una periodista independiente que fue profesora de español.
“Comencé viendo fotos de familia y terminé con el compromiso de no dejarlos padecer una segunda muerte. Un recorte de periódico o una foto me fueron llevando a intentar reconstruir no solo la vida de la Orquesta, sino 30 años de una época que nos ha sido contada a medias a los cubanos”, explica la autora.
“Miénteme”, el bolero de Olga Guillot que eternizó a los Castro
La Hermanos Castro tuvo varias etapas hasta su desintegración en 1962 y por ella pasaron grandes figuras como la vedette cubana Rosita Fornés, recientemente fallecida en Miami, y Olga Guillot, una de las mejores voces del bolero a nivel mundial.
De la incursión de Guillot especialmente se recuerda el bolero “Miénteme”, grabado en 1954 por el sello Puchito junto a la orquesta, un LP de acetato con 12 temas que se puede comprar en Ebay.
“Creo que fue una concurrencia de talentos que resultó ser explosiva, tanto que terminaron vendiendo un millón de copias en un mundo sin internet. La Orquesta ya tenía una carrera hecha y Olga Guillot ya era la gran cantante que sabemos que es (no era), porque la música la inmortalizó”, puntualiza Matienzo.
Según el libro, con “Miénteme”, Guillot “obtuvo el primer disco de oro de su carrera y el primero también otorgado por altas ventas discográficas en Cuba”.
El volumen de Matienzo abarca 30 años de historia en 10 capítulos, fotos, entrevistas y recortes de prensa y el asesoramiento exclusivo de la única hija de Manolo Castro, Silvia. Acaba de ser publicado por la editorial Unos & Otros, de Miami, especializada en música.
Su editor, Armando Nuviola, tuvo que añadir “a última hora” una entrevista con Marcelino Figarola, que tocó con la banda y vive en el sur de Florida desde 1969.
A sus 82 años, el saxofonista pensaba formar parte del olvido hasta que el libro le sorprendió.
El tema del olvido, según el libro, parece no tener una explicación certera, pero en 1985, cuando murió el director de la orquesta, Manolo Castro, quien llegó a Cuba con siete años procedente de Cádiz, “en La Habana nadie se enteró porque ellos habían dejado de ser noticia”.
Al velorio de Manolo, también saxofonista, acudieron “la familia y unos pocos amigos”, entre ellos el afamado trompetista y jazzista cubano Arturo Sandoval, narra el libro de Matienzo.
“El último de los mohicanos”
En la ciudad de Hialeah, aledaña a la de Miami y donde más cubanos viven en Florida, responde al teléfono Figarola, que acompañó a los Hermanos Castro en la última etapa de la orquesta, entre 1951 y 1962.
Tenía solo 18 años cuando entró en la alineación con su instrumento de viento, pero dice que pudo cobrar de milagro pues el sindicato de músicos le puso un traspié porque “era menor de edad”.
“Maravilloso aparecer en este libro”, confiesa emocionado.
Figarola va al supermercado a menudo en una “scooter” y todavía toca el saxo alto. En Miami ha sido guardia de seguridad, albañil y también ha trabajado con Raúl Gómez, del cuarteto Los Astros, según explica.
El octogenario afirma haber sido tratado “muy bien, maravillosamente” por los hermanos Castro. Está sorprendido porque en el libro aparece en un par de fotos tocando con la orquesta.
“Creo que soy el último de los mohicanos”, dice a la pregunta de si sabe de otro músico vivo que tocó con la banda.
Matienzo, por su parte, no ha visitado Miami, pero esta ciudad, en la que según dice “los cubanos encontramos un lugar donde realizar algunos sueños”, se interesó en un libro que en Cuba no encontró editor, y no por falta de intentos.
La publicación del libro “ha sido un regalo en medio de la pandemia”, confiesa, y no duda de las sospechas o “el doble sentido” que pueda despertar el título.
“Es una tarea difícil que la gente no haga dobles lecturas políticas (…), dice la autora.
“Siento que la Orquesta Hermanos Castro ha regresado en el momento en que los otros Castro están retirándose de la palestra pública. Esta Isla es música, no ideología. Hay que empezar a deconstruir el odio desde lo que es nuestro patrimonio, así que ojalá quienes entren pensando que encontrarán política se queden bailando con la orquesta”, anheló.