A solo un día de la inauguración del VI Festival de Música de Cámara Leo Brouwer, se advierte en el Maestro, batuta siempre en mano, una inquieta tranquilidad, la gran bocanada de aire que todo artista necesita antes de comenzar su obra, quizá la más inmensa y abarcadora de todas. Esta vez dedicada a su aniversario 75. Esta vez, según se ha informado -ojalá no- la última.
Choco, artista cubano de la plástica, le ha ordenado públicamente a Brouwer, con toda la idiosincrasia cubana y la confianza de una vieja amistad: “tú no puedes parar esto. Yo no sé qué tú vas a inventar, pero tienes que sacarlo pa´ lante”. Choco es además quien dará la señal de arranque del evento, con su exposición Pintura en acción, mañana viernes 26 de septiembre a las seis de la tarde en Fábrica de Arte Cubano (F.A.C.). Será esta la antesala de Dónde está la vida, concierto de Pancho Céspedes en el Karl Marx, que inaugurará oficialmente el Festival.
La mayor celebración que se le hace a Brouwer es el poder reunir talentos de todas partes del mundo en eso que él mismo llama “un maridaje perfecto de músicas inteligentes”, y que ha devenido slogan del Festival. Para esta ocasión, ya han aterrizado en la Isla el violinista noruego Henning Kraggerud, el acordeonista italiano Marco de Russo, los directores del taller argentino de instrumentos autóctonos Alejandro Iglesias Rossi y Susana Ferreres. Se esperan para la próxima semana al también argentino cellista Yo-yo Ma, al violoncellista español Jordi Savall, y al guitarrista checo Pavel Steidil.
En un encuentro con los periodistas el Maestro fue presentando uno a uno los conciertos que reúne el programa.
Brouwer, asumiendo esta vez el rol de reportero, quiso saber de parte del intérprete cubano Augusto Enríquez, sobre la preparación del concierto Las cartas de Julieta, en conjunto con el Cuarteto Latinoamericano (México) y Niurka González (Cuba). “Es un performance de ópera contemporánea escrito para un cuarteto de cuerdas y una voz tenor, pero la magnitud de la obra es tal, que solo tocan cuatro instrumentos, y parece que suenan dieciocho”, expresó Augusto Enríquez. Y agregó luego lo que a Brouwer provocó una para nada disimulada emoción: “Hacía muchos años que yo no me estudiaba durante cuatro meses una obra. Esa –dijo- es la quintaesencia de este Festival”.
Se adelantó asimismo, en unos segundos de sonidos mágicos, a la Orquesta de Instrumentos Autóctonos y Nuevas Tecnologías, un grupo argentino singular que ha viajado desde la pampa con 600 kilos de máscaras precolombinas e instrumentos perdidos de las Américas. Presentes los rituales y significados de la vida, la naturaleza y la muerte, el martes 30 de septiembre a las 8:30 pm en el Teatro Mella Cuba conocerá, frente a frente, parte de la cultura cuna del folklor latinoamericano.
Para la Noche Blanca del Jazz, la segunda de las seis que tiene previsto el Festival (Rumba, Jazz, Flamenco, Trova, Humor y Son), tiene Brouwer reservadas anécdotas como amigo que fue de Julio Cortázar, a quien se dedica la noche con motivo de su centenario y, quizá, también Silvio. Un team único de jazzistas: Chucho Valdés, Ernán y Ruy López-Nussa, Rolando Luna, Roberto Fonseca, Gastón Joya, Yassek Manzano, Giraldo Piloto. Acompañándolos, el cubano-mexicano Pancho Céspedes. Un jam session de esos apocalípticos.
Sonoridades como murmullos, gritos, suspiros, toques… La trova, rumba, son y un flamenco venido de todas partes menos de España, invadirán La Habana vertiginosa de cláxones, justo a partir de mañana. Desde esta tarde, Leo Brouwer va haciéndose del aire con que inhala el Festival.