La familia López-Nussa sostiene uno de los apellidos que sería imposible ignorar al construir el relato histórico de la música cubana. Harold creció con el peso de las herencias, pero muy pronto supo convertirla en continuidad. Llegó al jazz como un juego, una tentativa, y desde entonces se ha convertido en adicción. Pianista obligatorio si se intentara reunir un equipo estrella del jazz cubano.