Haydée Milanés subió un peldaño más en su ya consagrada carrera con el concierto que celebró en el Museo Nacional de Bellas Artes, en La Habana, para repasar su disco Amor Deluxe.
No hubo sorpresas en la presentación, que tuvo como maestro de ceremonias al cineasta Fernando Pérez ante una multitud conformada por personas de todas las edades y generaciones. Aunque, viéndolo bien, la propia Haydée fue la sorpresa.
La cantante ha alcanzado el don de desdoblarse en cada concierto en mil mujeres diferentes sin dejar de ser ella misma. De ahí que pueda acoplar a voz canciones de legendarias artistas latinoamericanas como Lila Downs o Omara Portuondo o, sencillamente, recordar a la Haydée que era hace 20 años cuando debutó con su disco homónimo, producido por Descemer Bueno y grabado en Nueva York.
A sus 39 años recién cumplidos la cantante es dueña de una de las carreras más sólidas en la música cubana contemporánea, que tiene como bazas fundamentales su sensibilidad, su hermosa y equilibrada voz y la armonía que ha logrado con su grupo, en el que resalta esa cumbre de la escuela de la batería cubana que es Enrique Plá. Se trata de un sistema muy bien hilvanado que permite a la cantante expandir su trabajo y acercarse tanto a sus propios intereses artísticos como a la obra de músicos que han marcado época o tendencias en la escena nacional y foránea.
El regreso de Haydée a Bellas Artes fue una muestra convincente de la comunión que ha logrado con su público, un vínculo emocional que trasciende la creación sonora y entra en ese territorio tan caro a otros artistas que es el de la sinceridad de los afectos compartidos. Porque Haydée volvió a demostrar que ella es una sola, que no existe división entre la persona y la artista.
No hay poses ni prácticas preestablecidas en su presentación. Ya perdida la timidez de sus inicios, le impregna a cada canción una carga emocional que la desborda y la hace cómplice de un público que ha llegado admirarla por su trabajo y su compromiso con lo que canta y lo que siente. Y lo que dice sin tapujos. Sin medias tintas. Lo hace cuando le canta a La Habana, cuando agradece al público por acompañarla, cuando pide ayuda para los protectores de animales, cuando le lanza un guiño a un espectador que rompe su propio muro de contención y le lanza desde el fondo palabras cargadas de “bendiciones” y deseos de “mucha salud”.
Haydée ha sabido acompañarse de músicos con los que comparte el arte de no olvidar, de saber dónde están las raíces y a partir de ahí traerlas al presente cubiertas con las matrices de la contemporaneidad. Son muchos los ejemplos que se podrían nombrar, pero en esta noche fue escoltada desde la fila de los invitados por Cucurucho Valdés, nieto de Bebo Valdés y sobrino de Chucho, dos de los mas grandes genios de la música cubana.
Con Cucurucho todo fue una fiesta. La cantante lo arropó de forma cómplice mientras el pianista la secundó para que el esplendor de su voz llegase hasta lo más hondo del Museo, donde el público se hizo un lugar a como fuese, en una esquina, en un pequeño rincón, en un asiento improvisado o a los pies del escenario. Nadie quiso perderse ni un detalle de esta presentación donde Haydée demostró, que para ella, la máxima fidelidad radica en seguir siendo Haydée.
La cantante interpreta canciones de su padre, Pablo Milanés, de Frank Domínguez, de Lila Downs, de Silvio Rodríguez. Su manager y esposo, el fotógrafo Alejandro Gutiérrez, irrumpe en el escenario y deja todo listo para la entrada de otro de los invitados. Los asistentes, bien experimentados en los rituales que definen el mundo de la artista, aplauden, se levantan de sus asientos. Saben que en cualquier momento aparece Pablo, como sencillamente nombran a ese emblema de la música cubana.
El trovador, con una sonrisa en el rostro, sube al escenario y se pone la mano en el corazón para saludar al público. Las personas aplauden con fuerza, con una energía apabullante. Pablo se sienta y su hija lo abraza. Ambos interpretan “De que callada manera”, “Para vivir y “Vestida de mar”, tres canciones firmadas por el trovador en distintas épocas que expresan el significado del amor en sus acepciones más amplias y profundas. “Vestida de mar” da refugio, además, a la esperanza de Pablo en el renacer, en la llegada posible o utópica de una época en la que todo pueda ser renacimiento y sueños.
Ni Haydée ni Pablo se detienen a esperar. La cantante sabe que está ocupando por méritos propios un lugar en el mundo de la canción, que en su voz descansa unas las fortalezas más edificantes de la música cubana, que tiene el don de expandirla y llevarla más allá del horizonte conocido, aunque quizá no sepa que de golpe se ha convertido en uno de los símbolos artísticos de una generación.
No en vano se ha dedicado a repasar la obra de su padre y compartirla como quien se va de viaje a un territorio conocido y desconocido por igual, con figuras del calibre de Chico Buarque, Lila Downs, Joaquín Sabina, Carlos Varela o Pancho Céspedes. Todo ese experimento, todo ese trayecto hacia sí misma, está presente en Amor Deluxe, el disco que viene defendiendo en escenarios cubanos e internacionales desde su estreno mundial.
Cuando Pablo se despide el público lo agasaja, lo acuna, le da las gracias. Su hija le sonríe y el trovador, con la satisfacción en el rostro, se baja de la noche. Haydée sigue cantando en un concierto que, dice, le quedó muy corto. Se despide con “La conga de Juana, de Kelvis Ochoa y baja bailando en medio de la fiesta que deja encima del escenario. Abraza a Fernando Pérez, a Luis Alberto García y le dice algunas palabras en voz bajo a su manager.
El público trata de cruzar la barrera que la separa de la artista para que le firme los ejemplares del disco puestos a la venta en el concierto por la disquera Bis Music. Pero Haydée demuestra que para ella no existen los muros, solo las puertas. Ella busca a sus seguidores, les habla y les firma los álbumes con una calidez muy particular.
Haydée volvió a cantar como si hablara con cada uno de los espectadores de su concierto. Como si quisiera que su mensaje llegará lo más lejos posible. Como si supiera que está ahí para creer que su obra y la responsabilidad social que la acompaña, pueden ayudar a levantar ese mundo hermoso y diverso, que desde el respeto a sus raíces, a las de todos los cubanos y a las de su país, ha dibujado en su mente y en sus propias canciones. Esas en las que trata de juntar todos esos sentimientos para hacer más bello el camino.
Gran persona y artista!