¿Por qué José María Vitier jadea cuando habla por teléfono? Tabaquismo aparte, tal vez por un principio aristotélico: caminar activa la mente. Es así que durante toda la conversación, rayana en la hora, el autor de Misa Cubana a la Virgen de la Caridad del Cobre ha estado teléfono en mano de un lado para otro en su casa del oeste habanero respondiendo preguntas de OnCuba y desempolvando alguno que otro adorno y estantería.
“Estaba limpiando”, dice a manera de disculpa, al tropezar con un mueble y casi cortar la comunicación. “Yo escribo y compongo caminando”, añade para normalizar la extravagancia.
Oportunista, porque aprovechó cada resquicio temático entreabierto por el entrevistado, el cuestionario recorrió desde sus influencias poéticas, pasando por el miedo escénico y el pudor intelectual ante sus padres, hasta la opción de permanecer en la isla.
Todo respondido con una meditada soltura, después de que el artista pudo “resolver algunas cosas en el barrio” —como un cubano más, atrapado en el galimatías nacional— antes de que sobreviniera el anunciado apagón de la tarde-noche.
Este domingo 24 de noviembre a las 6 de la tarde lo tendremos en el Ateneo de Madrid, “un sitio muy venerable y hermoso”, que ha sido bruñido desde el siglo XIX por Concepción Arenal, Unamuno, Valle-Inclán, Clarín, Galdós y un largo etcétera de ilustres de las letras españolas.
Después de veinte años de su debut ibérico, acompañando a su amigo Pablo Milanés, estará delante de su infaltable mueble de más de 12 mil piezas y de algo totalmente nuevo, pero no (des)concertante: un puñado de versos escritos desde hace poco más de una década y contenidos en el libro Poemas, prosas y piano acompañante (Huso, 2024).
El tomo viene a ser el violín de Ingres (1) de José María y, si pensamos que su padre, el gran poeta y ensayista Cintio Vitier (1921-2009), ciertamente tocaba el instrumento y “lo hacía bien”, según su hijo, estamos ante aficiones cruzadas.
Sin embargo, las intercambiadas aptitudes paterno-filiales (se evita con toda mala intención la palabra pasatiempo) no se superpusieron en la línea de las fechas.
Ni Cintio ni Josefina García Marruz (1923-2022) jamás supieron que el hijo escribía versos, un oficio del que ellos eran maestros. “Nunca se los mostré. Nunca”, afirma. Fue el secreto mejor guardado por el pudor de un escritor entonces esculpido en el aire.
Un poeta adolescente que terminó siendo tardío
¿Publicar a los 70 lo convierte en un poeta tardío?
(Risas) Yo creo que se podría decir así. Yo siempre me sentí cerca de este oficio, entre otras cosas, porque el escritor de música también es un escritor, al menos el tipo de música que hago se escribe, y siempre sentí que participaba del oficio de escribiente. Aunque escribí algunos poemas en mi adolescencia, muy personales, puntuales, sin ninguna pretensión.
¿Pasó mucho tiempo antes de retomar ese antiguo impulso?
Hace unos quince años, más o menos, que empecé a escribir con regularidad en las redes sociales, y eso me hizo bien; aunque realmente no sentí que estaba haciendo un gran cambio en mi forma de expresarme. Lo sentía como una extensión del propio trabajo de músico.
¿Y cómo venció su timidez editorial?
Me han insistido mucho y han vencido mi férrea resistencia a publicar durante años. Finalmente, decidí hacerlo en este momento de mi vida con una editorial que dirige una amiga nuestra, Mayda Bustamente, compatriota, editora, que tiene un largo historial como promotora cultural y que está al frente de la editorial Huso, que había publicado textos familiares, de mi madre, por ejemplo. Es una editorial pequeña, pero muy exigente en su catálogo. Así que me pareció una forma discreta de hacerlo y suficiente para mí.
Una de las cosas que me impedían decidirme a publicar es que todo lo que escribo lo someto a cambios constantes. Es un proceso que, por otra parte, me agrada hacer, y todo lo que escribo es una especie de work in progress, porque quiero que sea mejor, simplemente, y porque no quedo totalmente satisfecho.
Publicar significa detener ese bucle creativo. Da Vinci decía que una obra nunca se termina, sino que se abandona.
Sí, ese intento incesante de buscar un modo mejor o más exacto, cesa, ahí se detiene. Lo que esté publicado así va a quedar. Eso me desanimaba un poco, porque, como decía, disfruto del proceso de volver a leer las cosas y cambiarlas. También tengo buenos lectores en mi propia familia, empezando por mi esposa y por mi hijo, que es editor y escritor también.
¿Este volumen qué trae?
Este volumen iba a ser muy grande, pero de todas formas es un libro generoso, en el que hay poesía tanto rimada como de verso libre, relatos y una sección como de aforismos, de pensamientos sueltos. Por eso se llama Poesía, prosa y piano acompañante, porque la música entra y sale a cada rato, dentro de la temática e incluso dentro de los tempos de la escritura.
Canciones anunciantes de poesía. La sombra de San Juan de la Cruz
Aunque José María puso a salvo sus primeros poemitas de la mirada de sus padres —ambos poetas y pensadores esenciales del siglo XX cubano—, algunas de sus escasas canciones contenían un sustrato lírico innegable que anunciaba al poeta textual que vendría después.
“Estos poemas de adolescencia no los mostré nunca, pero alguna canción con texto mío sí les mostré a mis padres. Concretamente una de mis primeras, que se llama ‘Tus ojos claros’”, recuerda el compositor.
La pieza contiene “deliberadamente” un estilo que comporta “alguna sonoridad reminiscente de San Juan de la Cruz”, incluso “en la forma de rimar, en la estructura estrófica”.
Cantada por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, también por el mismo compositor, “Tus ojos claros” fue del encanto de Cintio y Fina. “Decían que les gustaba mucho”.
Sin tener una relación de causa-efecto, José María comenzó a escribir “de manera compulsiva” en 2009 luego de la muerte de su padre, autor Lo cubano en la poesía, de 1958, un texto fundamental para entender la poética de la isla, desde los diarios de navegación de Cristóbal Colón hasta los poetas que se habían dado a conocer en Orígenes ( 1944-1956) con la voluntad de descifrar en ellos las ocultas claves de lo cubano.
Fina, las influencias, la vanidad
Esa primera producción literaria, tampoco se la mostró a su madre, Fina. ¿Por qué?
Realmente siempre tuve aprehensión de hacerlo, no por temor, porque sé que ella habría hecho una lectura seguramente muy amorosa; probablemente también muy exigente, pero sobre todo amorosa. Lo que pasa es que era una persona que estaba llena de poesía, que mantuvo una memoria poética no tanto de su propia poesía, como de la poesía que más le gustaba, y ese era un mundo que siempre tuve la precaución de no invadir. También su mente ya estaba cansada, y no me pareció oportuno ponerla en la situación, como inevitablemente habría sido, de opinar o de darme una sugerencia. Creo que algunas cosas le habrían gustado, estoy casi seguro, tanto de los poemas como de los relatos.
Sus influencias, sus lecturas de poesía, están directamente conectadas con sus padres, con Orígenes, con el Siglo de Oro, con la mística española. Es casi obligado presuponer todo ello, pero… ¿hay otras ascendencias?
Mira, creo que en las cosas que hago, comenzando por la propia música, el asunto de las influencias es algo que puede verse solamente dentro del ámbito de la música, porque mis influencias musicales proceden de la música, pero también de otros sitios; entre ellos, el de la poesía. Con la poesía me pasa un poco igual. En cuanto a las influencias podríamos mencionar esas que has señalado, todas son válidas para mí. Y también está la poesía escrita por otros poetas cubanos que me fascinan y que no son familia mía. Puedo mencionar a Raúl Hernández Novás, por ejemplo, y otros de esa generación. Pero en el caso de la poesía, un poco simétricamente de lo que he dicho de la música, siento que las influencias mayores no proceden de la propia poesía, sino de las otras artes.
¿Cómo cuáles?
En primerísimo lugar, de la propia música y, más recientemente, sobre todo a partir de que mi esposa comenzó a pintar —cosa que ocurrió más o menos en paralelo con mi decisión de escribir poemas, y escribir literatura—, tengo una gran influencia de su pintura y de la pintura de mis amigos pintores, y de la pintura en general que me ha emocionado a lo largo del tiempo.
Como soy músico —y es lo único que soy realmente, es a lo que me he dedicado por cincuenta años—, ahora soy muy sensible al acto de escribir como a algo destinado a ser escuchado, incluso más escuchado que leído. Por lo tanto, en lo que escribo siempre estoy buscando el sonido de la palabra, la poesía como canto, sea o no cantábile en el sentido técnico, o sea o no rimada, pero siempre parto de la escucha. Y me gustaría pensar que las personas que lo leen también perciben algo de esa eufonía.
Podría hacerte un listado alfabético de los poetas que me emocionan y que me gustan. No te mencioné ni a Martí, ni a Vallejo, y a tantos que he musicalizado incluso, porque sería una lista interminable, pero sería incompleta porque la variedad de las influencias que siento en lo que hago casi siempre se sale de los límites de ese oficio en específico y son otros vasos comunicantes, que son la vida sentimental, emocional, ciudadana incluso, con las emociones del día a día. Todas esas cosas pueden convertirse de alguna manera en arte; así seas músico, escritor, pintor. Y por ahí andan las influencias más profundas. Lo otro es un poquito de vanidad y decir “mira cuántas cosas he leído y cuántas influencias más importantes tengo”. Me parece un poquito demagógico. Claro, yo me he pasado la vida leyendo. Lo que más he hecho en mi vida es leer. He leído mucho más literatura que música.
“No he hecho de la tristeza un asunto de mi música”
Con un catálogo que comenzó en 1979 con “En silencio ha tenido que ser”, música del serial homónimo compuesta junto a su hermano Sergio, suma José María Vitier más de una treintena de obras discográficas, además de una profusa cartera de composiciones para cine, teatro, ballet y danza en géneros que pendulan desde lo sacro hasta el son, pasando por el jazz, el rock, lo operático, lo electroacústico, lo sinfónico, lo coral y la cancionística. Todo ello le valió en 2021 el Premio Nacional de Música.
Y ahora parece llegar al súmmum de su biografía de creador con la escritura poética, la que considera “un gesto de continuidad de la comunicación, digamos, por otros medios”.
Según el autor de la obra sinfónico-coral Salmos de las Américas, en su música los oyentes aprecian optimismo. “No he hecho de la tristeza un asunto de mi música. Sin embargo, en la poesía sí y en ella me siento más libre para tocar temas de más conflicto, incluso de más dolor.
¿Es razonable o disparatado decir que en su poesía Ud. emplaza una dimensión que la música le niega?
A mi gusta una frase que usaba papá y que la empleó cuando hizo unas notas para mi disco Canciones del buen amor, donde yo musicalizo a Sor Juana, a Martí, a Neruda. Él consideró que la música y el verso habitaban la misma morada; o sea, como si vivieran juntas. Esa sensación es precisamente la que yo quisiera transmitir.
La prosa que aparece en el libro, ¿es prosa poética o es narrativa pura y dura?
Es prosa porque no está hecha en renglones cortos, aunque algunos de esos pequeños relatos también fueron poemas en algún momento y decidí convertirlos en relatos. Algunos podrían considerarse poemas, pero por la estructura y la forma en que están organizados son relatos, son ficciones. Son breves y tratan los asuntos más diversos y están hechos desde el mismo punto de vista creativo. Me cuesta hablar de esto, porque uno no es bueno etiquetándose.
¿A qué le teme más: a un pentagrama vacío o a una página en blanco?
A una mente en blanco.
Eso suena inapelable.
Lo que pasa es que no es exactamente lo mismo tener un miedo paralizante, que tener temor. El temor es una de las maneras en que se expresa el amor muchas veces, igual que la duda. Son factores que parecen circunstancias negativas, pero son fértiles, porque del vencimiento del temor nace lo mejor que se ha hecho en el arte. O de la asunción de la duda.
Yo creo que, al contrario, la página en blanco y el pentagrama en blanco y el lienzo en blanco son extraordinariamente inspiradores. La página en blanco es como el silencio en la música. Es de donde sale todo.
Ofrendas, la portada: Silvia, una vez más
La economista, productora, compositora y artista de la plástica Silvia Rodríguez Rivero, su compañera de toda la vida, es la autora de la ilustración que aparece en la carátula de Poemas, prosas y piano acompañante y de las que se han intercalado en el interior de sus páginas, que “desgraciadamente” son en blanco, negro y gris.
La obra Ofrendas, que se empleó en el disco homónimo de José María, es la portada del libro, “un cuadro precioso que me pareció perfecto” y la opción que “mejor resolvía cromáticamente por la sobriedad”, según el músico, quien le debe a su esposa el diseño de muchas de las carátulas de sus compactos.
Miedo escénico
“¡Dios me libre!”, exclama José María cuando le pregunto si declamará algunos de sus poemas en el Ateneo de Madrid.
“Voy a tocar un concierto que lleva por título Música y otros rituales, y lo hemos organizado para crear un marco propicio para lanzar el libro. El Ateneo es un sitio muy venerable, por cierto, y hermoso y céntrico en Madrid y donde lo literario es más frecuente que lo musical, aunque también es un sitio de conciertos. Me parece perfecto. Entonces voy a tocar un concierto generoso”.
Esta vez, el artista defenderá su obra a puro piano. “Voy solito y, si Dios quiere, entonces tendremos algún púbico”.
La estrategia —“para que no parezca que fui a declamar”— es leer entre tres o cuatro poemas o narraciones del libro en los paréntesis con que en sus conciertos habituales suele explicar al auditorio la música que interpreta. En esta ocasión madrileña habrá de todo. Desde sus clásicos hasta estrenos.
¿Ud. todavía tiene miedo escénico?
Claro, claro… eso es una sensación que creo es inseparable de la profesión. El día que uno no lo tenga, ha perdido algo quizá importante. Es una sensación que se concentra sobre todo en el instante antes de salir a escena y enfrentarse al público. Pero, a medida que las cosas transcurren en la escena, esa sensación desaparece, y el vencimiento de ese miedo escénico es una de las cosas más bonitas que le pasan a un músico; y si no te pasa es una de las peores cosas que te pueden pasar.
Una pareja en ósmosis
¿En el proceso propio de escritura Ud. se hace acompañar por música propia o ajena?
No, chico. Me parece que trato de no usar nada, porque estamos acostumbrados a una polifonía exterior y doméstica de todo tipo y yo… Bueno, escribir música oyendo música me parece un exceso, ¿no? Una vez leí que Villalobos ponía el fútbol en la radio y componía, cosa bastante inaudita también, aunque recuerdo haber escrito música viendo la televisión sin audio. A lo mejor, un juego de pelota, por ejemplo. Lo visual no me molesta. El sonido sí, es disruptivo y se vuelve incompatible. Uno necesita partir de un silencio interior y también exterior. De todas formas, aunque uno esté rodeado de cosas, aun hasta de ruidos, es una actividad muy solitaria.
Ambas, escribir música y escribir texto…
Sí, las dos. Incluso cuando estoy escribiendo una obra que es de mucho pensamiento, que tenga mucha especulación, teórica incluso, en esa etapa no escucho música en lo absoluto. Escribiendo creo que podría hacerlo, pero no lo hago. Lo que sí es muy agradable cuando estoy componiendo o escribiendo, por ejemplo, es que casi siempre Silvia está al lado o cerca pintando, que es otra actividad silenciosa, más silenciosa que escribir música, por cierto, y eso sí me produce un efecto benéfico y creo que a ella también. Es así.
¿Dependen uno del otro para crear?
(Suspira) Bueno, ¡dependemos uno del otro prácticamente para vivir! También es algo que conocemos, y somos los primeros espectadores de lo que hacemos. Ella es la primera persona que oye lo que yo compongo y yo soy la primera persona que ve lo que ella pinta. Eso queda en una especie de complicidad.
¿Y no hay mucha indulgencia de ambos?
Y mucha exigencia también. Nos pasamos la vida diciéndonos “esto no sirve para nada, ¡mira a ver cómo lo arreglas! ¡Olvídate de eso, eso no sirve!”.
¿Pelean?
No, porque hay conocimiento mutuo. Nosotros vivimos juntos hace tantos años… hay una transparencia muy grande.
Evadir las trampas de las fórmulas
Hace medio siglo que José María compone música. Para su suerte, dice, desde sus inicios comenzó escribiendo música aplicada, por encargo, “por necesidad y por placer también”, y tal ejercicio lo convirtió en un creador ecléctico, “una flexibilidad que protege bastante del cliché”.
A pesar de esa suerte de inmunidad adquirida, algunos le sorprenden diciéndole que su música tiene un sello que la personaliza. “Seguramente tengo algún cliché, porque lo tienen todos los compositores”, admite.
La experiencia es que en el 90 % de los casos, cuando lo llaman para una banda sonora cinematográfica, la petición está motivada por el regusto de un director o productor que previamente ha escuchado músicas para la gran pantalla del autor de las premiadas partituras para El siglo de las luces (1992) y Fresa y chocolate (1993).
“El comercio y el mercado de la música es más bien el responsable de las etiquetas y de crear imágenes un poco repetidas del mismo producto o del mismo artista, buscando crear una adicción para que la gente siga consumiendo”, explica.
Para tal peligro, el compositor posee un antídoto cuando acepta un encargo, ya sea para cine u otra de las artes escénicas: hace todo lo contrario al modelo que le proponen imitar cual tema con variaciones.
“Lo que me seduce, y me inspira y me motiva es hacer algo diferente. Una regla del propio comportamiento del mercado de la música es tender a encasillarte, pero en lo personal no me he sentido encasillado”.
Y aquí lo testifica con un experimento. Cierta vez lo invitaron a un programa radial. Con micrófono abierto, uno de los ganchos del espacio era colocar música y que los oyentes identificaran al autor de la pieza. De su autoría, José María puso un bolero de victrola y también una pieza estridente de género electroacústico. Nadie acertó.
Realidades y elecciones: el juego de la balanza
La realidad se escribe con mayúscula y con minúscula. ¿Cómo Ud., que no vive en una torre de marfil, lidia con la realidad en relación con su propia creación, cuánto le afecta?
Me dan ganas de responderte con una pregunta. ¿Acaso hay otra opción? Porque esa es la que no se me ocurre. Uno elige muy pocas cosas en la vida, poquísimas, muchas menos cosas que las que es capaz de reconocer incluso. A veces uno está orgulloso de cosas que no son méritos propios, que son cosas que te pasaron y que no fueron elegidas, por lo tanto lo interesante es encontrar dónde están aquellas cosas en las que uno puede tener un nivel de elección, y en ese caso sí ejercer ese espacio de libertad, que básicamente reside en la conciencia.
Y Ud., pudiendo elegir otro país, eligió el suyo para vivir hasta el final. ¿Por qué?
Mira, ese es un buen ejemplo de una elección. Eso está en el acápite de las elecciones que, repito, son pocas las que pueden hacerse. Esa es una opción que ha estado rondando y es normal y casi inevitable en la vida de un artista, sobre todo hoy día, cuando es un asunto vital el lugar donde puedas trabajar mejor; pero en cierto sentido lo que constituye una elección es lo que es más importante para ti. Cuando pienso que, en el balance de las circunstancias, lo más importante con lo que cuento no es la música que yo escribo, ni la que voy a escribir, ni la que voy a dejar de escribir… Eso no es lo más importante: largo rato antes que eso, está mi vida personal, mi vida emocional, mi vida familiar; eso es infinitamente más importante y es ahí donde se define la jugada. Y el vínculo que uno tiene con Cuba, y que ha producido en definitiva las emociones que después se han convertido, mejor o peor, en arte, no me las imagino —ni lo necesito— en otro lugar. Yo me imagino que en otro lugar hubiera tenido otras emociones, pero les tengo apego a estas que viví aquí, sobre todo los años de formación, que es el Big Bang de la vida, y después eso dura mucho, porque se mantiene el eco y eso hace que uno tenga un sentido de pertenencia. En mi caso, además, está muy relacionado con mis raíces, la familia en que nací, y también la familia que creé. Ahí está la esencia a la que respondo y, bueno… sí vale la pena aguantar y resistir.
Post scriptum
Segundos antes de colgar: “Mira a ver cómo editas todo eso. Ahora me preocupan los lectores, no quiero ser tedioso ni tecoso”.
Muy empático de su parte ponerse en los zapatos del lector. No se preocupe. Ellos saben lo que hacen…
El concierto único Música y otros rituales, de José María Vitier, se celebrará el domingo 24 de noviembre en el Ateneo de Madrid. Las entradas pueden adquirirse aquí.
(1) Fue el estadounidense Man Ray, (1890-1976) el famoso fotógrafo surrealista, quien acuñó la frase “violín de Ingres”. Ray, quien vivió en París en los años 20, tomó el cuadro Bañista del pintor francés Jean Auguste Dominique Ingres, lo fotografió y luego, en la espalda de la mujer, dibujó con tinta china, las dos efes que tiene el violín en su caja de resonancia.
A partir de esa fotografía, el concepto “violín de Ingres” se utiliza para destacar a aquellos escritores que, además de su oficio, mantienen otra afición artística, como la fotografía, la música o la pintura.