Era la tarde del 24 de diciembre y Daniel Alarcón estaba en los estudios Abdala para evaluarse de músico profesional. Con toda una vida como estibador del puerto de Manzanillo es posible que estuviera viviendo el día en que oficialmente dejaría de ser un artista aficionado, lo cual significaba, entre otras cosas, que podría comenzar a cobrar por ser músico.
Lo peculiar del caso de Daniel es que tiene 87 años. Y que no está solo en esta aventura. Junto a él se encuentran Carlos González Paseiro, Abelardo Arzuaga Figueredo, Wilfredo Aguirre Rodríguez y José Ángel López Diformaos. Todos integran el proyecto Vieja Trova Manzanillera, “descubierto” en la filmación del documental Arrollando, del canal cubano “Clave”, de la televisión digital, y que cuenta la historia de la producción cultural underground de Manzanillo que se estrenó el 26 de diciembre.
Antes eran solistas o se integraban a conjuntos de diversos formatos. Los une el haber tenido el mismo empeño a lo largo de sus vidas: cultivar una canción propia que sea a la vez tradicional, ingeniosa, clara y auténtica.
En la Casa de la Trova y la Casa de la Cultura de Manzanillo son conocidos y demandados tanto por el público local como por el foráneo, y han tocado en varios espacios de los que han dispuesto. Pero ¿cómo llega un buen artista a los 80 años de edad sin vivir de lo que hace?
“Yo vivo enamorado de mi pueblo, pero algo es verdad: no es un pueblo que se ocupe de los artistas, hay que llegar a otro más organizado”, confiesa a OnCuba Daniel Alarcón y luego comenta cómo le han prometido espacios para actuar o cuotas por cobrar que no han sido cumplidas.
El reconocimiento de la autoría de sus temas es otro asunto que a veces le inquieta: “La gente piensa que Celos del viento y del mar es de Manolo del Valle, porque él la cantó mucho, pero la canción es mía”.
Todavía no había cumplido los 12 años cuando Daniel le pidió a su padre que le enseñara a tocar guitarra. Al principio no accedió; estaba convencido de que si lo hacía su hijo terminaría siendo un “bueno para nada”.
Una tarde llegó a casa más temprano que de costumbre y lo sorprendió con el instrumento acabado de afinar y con los acordes puestos. Desde entonces comenzaron las clases. Pronto Daniel no solo dominó las seis cuerdas, sino que descubrió que también podía componer.
Alarcón entregó la vida al puerto de Manzanillo, donde trabajó hasta el día de su jubilación: “Los sacos pesaban 225 libras y había que correr con ellos, aquello fue una desgracia porque ahora padezco de las várices”.
Hoy, cuando ya no pasa sus días bajo el sol y se dedica a la música, sus desventuras no han terminado. Daniel afirma que para recibir un pago por su esfuerzo, muchas veces sólo cuenta con la colecta de los músicos profesionales con los que trabaja.
Si la descarga de la tarde del 24 de diciembre logró impresionar a los auditores aún no se sabe. Tampoco si el nombrar profesionales a estos artistas cambiará el rumbo de sus carreras después de tantos años de trabajo sin retribución ni respaldo. Lo cierto es que, de obtener el aval, la Vieja Trova Manzanillera grabará un disco en los Estudios Abdala. Y eso puede que no lo sea todo, pero es un buen comienzo. Es uno de los mejores comienzos en la carrera profesional de un viejo artista.
Vivo en la ciudad de Manzanillo desde los tres años de edad y ahora paso los sesenta. Fui testigo del otrora virtuosismo cultural de la “Perla del Guacanayabo”. Ahora entristece conmovedoramente la desidia, la desatención, la ineptitud, de los que deberían velar por la cultura en esta tierra legendaria.
Conozco de cerca lo que pasa con los músicos; no es solamente el caso de Alarcón, son muchos los artistas que han sido y son defraudados por la realidad inconcebible del tratamiento de que son víctimas.