Leo Brouwer, uno de los creadores más innovadores y lúcidos de la historia de la música cubana, celebra hoy sus 80 años con la satisfacción de haber fraguado una obra que distingue mundialmente a la cultura de su país y que ha impulsado el desarrollo de la creación a escala internacional.
Brouwer, nacido en 1939 en La Habana, ha sentado pautas insoslayables en la música cubana tanto por su labor como guitarrista y compositor como por su trabajo como director de orquesta. El músico dio muestras de que se consagraría en los planos más icónicos de la música cubana desde que en el último tramo de la década del 50 dio forma a “Preludio en conga” y “Danza característica”, dos obras que avizoraban el compositor que estaba por llegar.
Innumerables son las piezas firmadas por Leo con las que se ha situado a la vanguardia de su tiempo y se ha adelantado a las distintas maneras de interpretar la música que llegarían con los años. Como muestra, un botón: Brouwer se puso a fines de la década del 60 al frente del Grupo de Experimentación Sonora del Icaic (GES) y convocó a un grupo de jóvenes músicos que como él reventaban de ganas por darle forma a nuevos conceptos sonoros que finalmente expandieron la cultura del país, aunque, en su momento, no fueron lo suficientemente valorados.
En un tiempo de volcánicos cambios en la música y llena de experimentos sonoros dentro de las vertientes populares a nivel mundial como el rock, el pop o los ritmos folclóricos, este grupo, nacido bajo la atenta mirada de Alfredo Guevara, compartió desde Cuba el podio de los conceptos más revolucionarios de una época que marcaría definitivamente la cultura universal.
A más de cinco décadas de distancia de la fundación del GES habría que situar en su justa medida toda el quehacer de Brouwer y de los músicos nucleados en el GES, especialmente este año cuando se cumple el 50 aniversario de este adelanto colectivo de creadores que se situaron en la primera línea de los distintos ámbitos en los que luego comenzarían a desempañarse. Por solo citar algunos nombres ahí está la obra de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Sara González o Eduardo Ramos.
Brouwer siempre ha tenido el don de la versatilidad, de la permanencia. Su trabajo en el cine, entre otras manifestaciones, ha resultado un acompañamiento vital en cintas como Lucía, Cecilia, y Memorias del subdesarrollo, cuyas bandas sonoras han sido otras de las tramas fundamentales de filmes que como la obra de Brouwer relatan pasajes memorables de la historia cubana.
Como guitarrista, compositor y director de orquesta ha sido un músico cuya sola mención despierta admiración y respeto a partes iguales en el circuito internacional. De hecho, gracias a su poder de convocatoria ha podido traer a La Habana a descollantes nombres de la creación sonora universal que han actuado para los cubanos en las distintas versiones del Festival Leo Brouwer, un evento que también da fe de la vocación social del cubano, quien se ha convertido además en un infatigable promotor cultural para que se conozca en este país muchas de las músicas que pasan desapercibidas en los horizontes más homogéneos de la industria.
En este sentido hay que poner el foco en su interés por hacer trizas las fronteras entre la música clásica y la popular, algo que se percibe desde los mismos inicios de su trayectoria. Leo nunca ha respondido a los estereotipos a través de los cuales algunos definen a un “músico clásico”, sino que se ha aplicado a fondo para llevar estos géneros a la mayoría del público, lo que ha tributado además a su percepción de la cultura como un universo de posibilidades infinitas.
Brouwer siempre ha estado abierta a la indagación con todos los ritmos que puedan aportarle a la música y se ha adentrado en los sitios más recónditos donde late la identidad sonora del país. Bien recordados son los documentales en los que muestra su afición por los aportes de la rumba a la cultura nacional y a su reconocimiento internacional.
La búsqueda de la diversidad ha sido por tanto uno de los objetivos de este músico que lo mismo puede compartir un juego de dominó entre amigos que entablar una conversación apasionada con algún seguidor de su trabajo que, obviamente, se cuentan por miles.
Numerosos son los reconocimientos que ha recibido en todo el planeta. Brouwer ha sido una presencia habitual en los premios Grammy y en días recientes fue distinguido por el Instituto Latino de la Música (ILM) como embajador cultural, un lauro que compartió en La Habana con el pianista Frank Fernández y Los Van Van.
El cumpleaños 80 del autor de la suite “Decamerón Negro”, una obra de referencia obligada en el repertorio del cubano, será celebrado hasta el domingo con varias acciones orientadas a ponderar su talento y sus contribuciones al panorama sonoro cubano e internacional.
Pero cualquiera que conozca sus rituales sabe que el mejor regalo que se hará Leo en sus 80 es seguir pensando en la obra que está por venir.
Muchas felicidades, Leo. Te las mereces.