La cantautora cubana Liuba María Hevia cree en las cosas que fluyen en el arte, en la inspiración, en las musas y en las señales. “Cuando una idea melódica o una frase llega a torturarme deliciosamente tomo la guitarra y empiezo a buscar dónde está”, reveló la compositora de temas como Ausencia, Si me falta tu sonrisa, Estela granito de canela, Como un duende y Ángel y Habanera.
Pese a tocar sensibilidades con sus composiciones, Liuba no se considera poeta, y la voz que los musicólogos califican de excepcional a ella le resulta ajena pues se escucha a sí misma diferente a las grabaciones. Por el contrario, quienes la rodean admiran la invariabilidad de su voz colorida en ensayos y escenarios. Pudiera parecer difícil de creer en esta contemporaneidad tan tecnológica que suma artificios a las voces con cierta apariencia de natural, pero los discos de la Hevia reflejan con fidelidad sus tonos, timbres y melodías.
Hace apenas un año, entre las cortinas del teatro Karl Marx de La Habana, un grupo de bailarines invitados calentaba antes de danzar algunas canciones cuando el sonido invadió la sala, todos creímos que el técnico de audio probaba un disco y muy avanzado el tema la cantante detuvo la pieza porque algún instrumento no se escuchaba de modo óptimo. Solo en ese instante nos percatamos de que no se trataba de ninguna grabación sino de Liuba en persona. “Ella tiene la capacidad admirable de escucharse igual en los discos y en los teatros”, comentó entonces Lisandra Gómez, del Ballet Contemporáneo Endedans de Camagüey.
Dueña de una dulzura que le facilita el éxito en el repertorio propio y otros ajenos, la cantante prepara un concierto para celebrar por lo alto su medio siglo de vida y la más reciente producción discográfica. La cita es el próximo 13 de diciembre en el Teatro Mella de La Habana.
El espectáculo, titulado Luna del 64, ofrecerá un recorrido por una carrera en la cual confluyen con elegancia guajiras, sones, danzones, habaneras y hasta tangos, sin importar la moda del momento.
“La libertad es para usarla y así lo he hecho en el mejor sentido, he cantado lo que he querido, más allá de las modas, por eso tengo una sensación de paz”, confesó minutos antes de comenzar un ensayo en su estudio, ubicado en la calle de los Oficios, en el llamado Centro Histórico de la capital cubana.
“Ser diferente no es un planteamiento que uno se haga consciente, ser diferente tiene un costo, es defender lo que quieres decir, de la manera en que quieres hacerlo”, afirmó con su valentía habitual.
En el concierto, la Embajadora de Buena Voluntad del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia dedicará momentos a los niños, pues ese eslabón básico de la sociedad motivó algunos de sus discos y ella misma se siente muy joven aún.
“La gran Teresita Fernández decía que una cosa es la edad del cuerpo y otra la del alma, y yo me siento como una adolescente empezando la carrera”, afirmó la cantante que en 2012 grabó un álbum con las canciones seleccionadas para ella por esa extraordinaria compositora cubana de música infantil, fallecida en 2013.
“Yo fui una niña muy enfermiza y una de las cosas que a mí me hacía mucho bien era la música. Me acuerdo bastante de eso cuando trabajo con los niños, del placer que yo sentía cuando escuchaba alguna melodía”, comentó con brillo en los ojos, porque hablar de música la enciende.
Tras tres décadas de experiencias profesionales y varios lauros, Hevia todavía experimenta cierto susto antes de salir en público, pero le encantan los teatros y en este concierto de cierre de 2014 compartirá la escena con la intérprete Beatriz Márquez, a quien popularmente llaman la musicalísima de Cuba.
En más de una docena de discos, Liuba ha contado con colaboraciones de los cubanos Silvio Rodríguez, Chucho Valdés, José María Vitier, Pancho Amat, David Torrens, la cantante y actriz española Ana Belén, el cantautor portugués Luis Represas y el estelar gaitero español José Ángel Hevia, entre otros.
Manifestaciones artísticas como la danza y el teatro volverán a acompañarla en el venidero espectáculo, que abrirá un espacio al más reciente álbum, El mapa de mis canciones, con el cual la compositora desea homenajear a todos sus maestros y saldar una deuda pendiente con la guitarra.
“Son 31 años de vida profesional, pero yo creo que desde que tengo uso de razón estoy soñando con música. La guitarra fue una obsesión reiterada de la infancia que llevó a mi madre a llevarme a un hospital y todo, porque era una idea fija desde que descubrí el instrumento”, subrayó.
Una familia muy humilde no le pudo obsequiar un ejemplar hasta los 13 años de edad, así que desde los ocho tocó en guitarras prestadas de amistades. Por aquel entonces, escuchaba radio a menudo y una grabadora de cassettes en casa de su tía, en el municipio Habana del Este.
“Yo creo que a mí me cambió la vida, siendo una niña, el estar en casa de mi tía en el reparto Guiteras, escuchando La era está pariendo un corazón y Te doy una canción, de Silvio Rodríguez. ¿Imagínense qué puede pensar un niño de esas canciones? No lo puedo explicar, pero es algo que yo quería tocar, hacer, dialogar desde el instinto de la sensibilidad, porque no había un conocimiento en ese momento”, reconoció pensativa.
“Pero seguramente yo y otros trovadores, sin ese referente, fuéramos otra cosa. Estoy convencida de que sin la presencia de la Nueva Trova, yo hubiera sido una enamorada de la guitarra y de la música, porque llegaron a mí antes, pero fuera otra persona, otra artista y otro ser humano, y viera la música y la canción de diferente manera”, reflexionó.
Como acostumbra en cada entrevista, la cantautora agradeció a Pablo Milanés la oportunidad de grabar su primer disco Coloreando la esperanza, en 1993, y aseguró que para ella la creación es una consecuencia de vivir, no al revés.
Aún le embarga la sensación de la palabra inconclusa, pero también la tranquilidad de haber hecho lo que ha querido. En 2014, Liuba presentó un libro recopilatorio de la letra de sus canciones e ilustrativo de algunos detalles de su biografía. Uno de los maestros fundamentales en la adolescencia de la artista le adelantó a la madre que la hija tenía la cabeza llena de canciones.
Escucharla hace bien, aunque ella apenas se percate de que platica con poesía y que todavía pudiera escribir mucho más.
A Liuba María le hizo mucho daño el brillante, sin comillas porque honor a quien honor merece, Rufo Caballero. Quien destrozaba sus Videos Clips y en el incidente, naufragaban las bellas melodías y dignas letras de sus canciones. Por esas rendijas, por esos espacios abandonados, se fue colando la música que hoy nos hace más daño que bien pero que es muy popular. Cuando matas los intentos de poesía, se imponen los instintos animales. Y al gran Rufo no le dio tiempo para rectificarlo. Liuba es buena, siempre lo fue. Merece más.