Cuando el Nueva York latino descubrió su voz cristalina y su temperamento desbordado, ya Lupe Victoria Yoli Raymond había sido, con un triunfo de proporciones infrecuentes, fugaz profeta en su tierra, dueña de un camino iniciático que no dejaba dudas de la determinación con que andaba por la vida. Algunos de los que la conocieron en su natal Santiago de Cuba afirman con vehemencia que aquel espíritu alocado sustentaba una decisión muy firme de ser y hacer lo que quería, y que no era otra cosa que cantar.
El día de 1955 que se sentó en el lunetario del teatro Rialto en Santiago de Cuba, como un parroquiano más que asistía a disfrutar de aquel programa radial de aficionados, el joven Rodulfo Vaillant no podía imaginar nada de lo que ocurrió después con la muchachita que tenía delante. Acompañada por el pianista Nené Valverde y metida en el personaje y la tremenda emotividad de la diva Olga Guillot, cantó el bolero “Miénteme” de un modo tan rotundo y convincente, que ganó el primer premio del concurso de aficionados convocado por el programa La Escala de la Fama, también conocido como La Corte Suprema Oriental, que animaba Alberto Rosales “El Profesor Chang-Ly” y que radiaba cada domingo la emisora santiaguera CMKW. La revista Radiomanía y Televisión en un breve comentario de su sección Radiofónicas Orientales había mencionado antes a Lupe Yoli entre los candidatos que, hasta ese momento, “…se distinguen como futuros artistas.”1 Vaillant y Lupe eran compañeros en la Escuela Normal para Maestros de Santiago de Cuba, se conocían bien, él sabía de su vocación por el canto, pero La Lupe rebasó en ese certamen todos sus pronósticos: había vencido de modo inobjetable a la cantante rival Adis María Cupull ganando el máximo premio en metálico y un viaje de ida y regreso a La Habana, con la oportunidad de realizar dos presentaciones en Radio Progreso “La Onda de la Alegría”.2
Enrique Bonne sí lo tenía claro: “Yo la conocí bien. Siempre fue un poco loquita, nerviosa. Pero siempre supo lo que quería. Por eso no me extrañó que llegara a donde llegó. Y porque tenía mucho talento musical. Formalmente nunca estudió mucha música, excepto la que le enseñaron en la Escuela Normal donde estudiaba para maestra. Lo suyo era natural”—diría muchos años después.3
Es muy probable que sus padres hayan prestado atención a las inclinaciones de Yiyi —así le decían en Santiago— y que, aguijoneados además por la situación económica que atenazaba aún más la precaria situación del barrio de San Pedrito, uno de los más pobres, hayan decidido trasladarse a la capital del país en 1955. Yiyi retoma sus estudios de magisterio, y en paralelo inicia su carrera artística cuando se vincula a dos muchachos que tenían idénticas inquietudes musicales: Eulogio Reyes Messias “Yoyo” y Agustina del Pilar “Tina”4. Yoyo, con el carisma que todos le reconocían como cualidad suprema, conquista a Lupe y prospera una relación íntima que se tornaría complicada y destructiva, pero eso sería después. Forman Los Tropicubans —así se llamaron en sus comienzos—, un trío con un repertorio afincado en géneros más tradicionales y populares, como la guaracha, el chachachá y otros, e impactan por el fuerte atractivo de cada uno de sus integrantes y a la vez, la coherencia que demostraban en el escenario.
Ya en septiembre de 1958 se les podía ver en el Autopista Club, en la zona de La Coronela, en un espectáculo junto a Gina León, quien daba los primeros pasos de una prometedora carrera.5 Al mes siguiente, en octubre, Los Tropicubans ya estaban en el céntrico club Las Vegas, uno de los más concurridos y afamados night clubs habaneros en ese momento, donde compartían cartel con Juana Bacallao, triunfante ya en su peculiar estilo.6 En meses tempranos de 1959 son contratados para permanecer cuatro semanas en México, estancia que se prolonga por un año, ante el éxito alcanzado por los cubanos, principalmente en el escenario del cabaret “Río Rosa”.7 En las semanas finales de 1959 regresan a La Habana y la revista Show anuncia a inicios de enero del recién estrenado 1960 la salida al mercado, bajo el sello Peerless, de un disco de 45 rpm del trío Los Tropicubas con los temas No mi China y Don Pantaleón.8 En febrero son contratados para una temporada que sería memorable en el club El Rocco, en la calle O entre 17 y 19, en El Vedado. Allí les acompañaba, según la misma revista, el Maestro Centrich al piano y Oney Cumbá en la guitarra. El cartel lo completaban Nelo Sosa y su conjunto rítmico, y en el elenco otra figura con gran calado popular: Orlando Vallejo.9 En marzo cumplen breve contrato en la capital venezolana y se presentan en el programa El Show de Renny, de Radio Caracas, alternando con actuaciones en espacios de la cadena de hoteles Conahoutu.
El Trío Tropicuba —así se llamaban ahora— comenzaban a hacer del Rocco su plaza indiscutible, como sugería el subtitular que insertaba la revista Show en su edición de abril de 1960, y que los etiquetaba como “el estupendo trío rítmico y bailable, el de más sabor en La Habana.” Y ciertamente, Yoyo sabía sacar lo mejor de las talentosas Lupe y Tina, que revolucionaban cualquier pista donde plantaran sus esculturales figuras y sus lindos rostros, y eran expresión de una fuerza que, al menos en el caso de Lupe, estaba a punto de estallar, con implicaciones fuera de todo cálculo: Lupe era Lupe, demasiado original para quedarse tranquila ante cualquier intento de disciplinarla, demasiado arrestada para callar cuando no estaba de acuerdo. Tras muchas desavenencias, Yoyo expulsa a Lupe Yoli del trío con la manida predicción: “Te vas a morir de hambre”. Sin embargo, como escribiría Rafael Casalins, uno de los críticos que más apostó por ella, “(…) Lupe no se murió. Buscó trabajo y lo encontró en “La Red”. Allí, poquito a poco, con la verdadera publicidad que nace del entusiasmo del público, La Lupe se fue haciendo de un nombre. “Has visto a la Lupe?” se volvió la pregunta del día. Sin darse cuenta, La Lupe se estaba haciendo famosa.”10 En efecto, la santiaguera, al decir de su hermana sufrió mucho la salida de Los Tropicubas, pero no se dejó vencer: decidió comenzar su propio andar como solista, debutando en el mes de abril de 1960 en el club La Red, en la confluencia de las calles 19 y L, también en El Vedado, cuyo slogan publicitario hacía honor a los códigos de comunicación de la época, asegurando: “donde el amor queda aprisionado”.
Había nacido uno de los mitos más extraordinarios de la farándula cubana, de inesperada perdurabilidad en el imaginario popular cubano. De pronto y sin previo aviso La Lupe logró dirigir todas las miradas y también los pasos hacia La Red para escucharla en boleros ardientes y retadores, y hasta congas inauditas y ceñidas a las cuatro paredes de aquel sótano, todo ello aderezado con una entrega desprejuiciada, visceral y sin referentes en la escena musical cubana inmediata. El performance de La Lupe en la breve pista de aquel sótano devenido centro nocturno lo situaría para siempre en el mapa de ese ghetto de la música y la diversión en que convirtió esa zona de El Vedado a inicios de los sesenta, y para siempre La Red quedaría ligado sin fisuras al nombre y al mito de La Yiyiyi: fue allí donde se haría famoso el golpear de sus finos zapatos de tacón sobre el hombro resignado de su pianista-mártir Homero Balboa; fue allí donde se pegaría a la pared, como la hiedra a la que cantaba exaltada, donde cada noche moría y renacía en cada canción. Sería el escenario de la consagración definitiva en su país. Tal pareciera que no le bastaba aquella voz contundente y clara, y que necesitaba desplegar todas las armas de su temperamento para sentir que su entrega era toda plenitud: “…agita las manos como una posesa y empieza a gemir, a gritar, a imprecar, a literalmente desbaratarse en el éxtasis de una canción…”.11
Hasta los viajeros de paso acudieron a ver su performance increíble, su show de taconazos y frenesí: Ernest Hemingway, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Tennesse Williams, y hay quien asegura que hasta Marlon Brando y Gerard Phillipe, fueron abducidos por el fenómeno La Lupe.12 Dicen que los entonces soviéticos Mijail Kalatozov y Evgueni Evtushenko también la vieron en La Red y, aunque al final no ocurrió, valoraron su posible inclusión en el filme “Soy Cuba”. Su repertorio podría catalogarse de agradablemente desconcertante, pues lo mismo estremecía con los reproches de No me quieras así, de Facundo Rivero, sorprendía con su modo de asumir el tema Ódiame, de Rafael Otero, o asombraba con su personal versión de los hits internacionales del momento, Fever (Cooley-Davenport) y Crazy Love del entonces objeto de adoración juvenil Paul Anka, o dejaba anonadados a los espectadores de su teatral entrega del calypso Con el diablo en el cuerpo, de Julio Gutiérrez.13
Al decir del crítico Rafael Casalins, “…La Lupe canta como antes nadie lo había hecho, y declara encogiéndose de hombros: “Canto como se me ocurre”. Y como a ella, a nadie antes se le había ocurrido. Su repertorio es inagotable: lo mismo se deslíe físicamente en la melaza de un bolero, que pregona como una jardinera de comparsa, que se deja morir de sentimiento en algo que luce como una jota española con sangre mulata. Lupe baila con un sabor criollo que Ochún le ha dado: baila con todo el cuerpo , porque baila con el alma. Canta con la furia de quien se hunde hasta la garanta en un rito pagano.”14
Hasta la gerencia del Casino de Capri habían llegado los ecos de la fascinación por La Lupe y en el mes de junio deciden contratarla como primera figura del show estelar, con todos los lujos y privilegios de rigor, donde se presenta con mucho éxito desde su primera noche, pero no permanece mucho tiempo en el elenco del que entonces era el primer cabaret de La Habana: algunos dicen que tanto boato le resultó ajeno; que no se sintió a gusto para seguir lanzando banquetas, imprecando a éste y bromeando con aquél. Otros, como algunos medios de prensa se apresuraron a afirmar que no había prosperado su exigencia de aumentar sus honorarios a 200 USD por semana, en lugar de los 100 por los que había sido contratada.15 En todo caso, la diva volvió a su breve espacio del club La Red, donde reinaba con todos los atributos de su realeza enloquecida y popular.
Había comenzado ya la polarización de opiniones en torno al fenómeno La Lupe. Aventurarse a mostrarla más allá del exiguo perímetro del club La Red, o del fastuoso Casino de Capri y hacerla aparecer en la radio y la televisión, terminó por generalizar la polémica. En verdad, quizás en ese momento La Lupe debió ser una artista no para el gran público, sino para aquel grupo de seres en estado de gracia que podían comprender su entrega, que, por cierto, cada vez se ajustaba más a su propio estado de ánimo. “Para ver a La Lupe, hay que verla en “vivo”, sin censura, en su “nature” única, que se expresa a través de un endemoniado conjunto de gestos y palabras como saetas. No importa quién haya cantado una canción antes que ella, que ella se las arregla para hacerla olvidar y recrearla, buscándole variaciones que el número no tenía, como en el caso de “No me quieras así”, a la que el público ha bautizado como “La Pared” después de oírsela a La Lupe, debido a que ella la interpreta reclinada a una plataforma de madera. Otros opinan que su número clímax es “Juguete” y otro más, que se trata de “Las Jardineras”16, una encendida conga oriental, del mismo barrio santiaguero donde La Lupe lanzó el primero de sus famosos aullidos. Con tantas diversas opiniones, el griterío que se forma en el local cuando ella va a comenzar a cantar, es algo increíble. Cada cual pide su canción, pero el insólito sentido del ritmo de La Lupe convierte hasta el ruido en música: aprovecha éste para comenzar a batir palmas, lo cual hacen los espectadores poco a poco con ella, y, sin darse cuenta, ha formado el preludio de “Quiéreme siempre”.17
En buena medida el éxito de la Lupe fue apoyado por una parte de la intelectualidad habanera y sus seguidores que, sea dicho, por aquellos años estaba a merced de disímiles influencias foráneas, entre ellas, el existencialismo de Jean Paul Sartre, y sus posiciones al asumir el arte como entrega personal, lo que les llevaban a apostar por figuras que consideraban, por transgresoras de cierto orden establecido, paradigmas de absoluta singularidad y valor creativo, como fue el caso de La Lupe. Figuras relevantes —cada una en lo suyo— como Miriam Acevedo, Antonia Rey, Fausto Canel, Odalys Fuentes defendían el estilo de la cantante. Canel incluso afirmaba que estábamos ante “el más atractivo espectáculo de La Habana nocturna.” El célebre periodista y escritor Guillermo Cabrera Infante, entonces aún en Cuba, opinaba que Lupe daba la impresión de una personalidad sico-somática.18 Los críticos de espectáculos iban a los extremos al enjuiciar a Lupe Yoli Raymond, y se enfrentaban en las mismas páginas de los diarios desde posiciones completamente opuestas. Además de Segundo Casaliz, también desde las páginas del diario Revolución, Luis Agüero, por ejemplo, en su columna Audiovideo en el mismo periódico afirmaba: “Enfrentarse a la Lupe es enfrentarse con un fenómeno totalmente insospechado. La Lupe canta como jamás se imaginó que pudiera cantarse (mordiéndose las manos, pellizcándose los senos, pateando una butaca, golpeando los platillos). La Lupe se ha adelantado demasiado, de aquí el nerviosismo que provoca al primer encuentro. El columnista sabe que muchos combatirán a La Lupe. Casualmente cuando redactaba este comentario alguien dijo que La Lupe era “la anarquía de la música”. La definición además de inexacta es injusta. Orlando Quiroga ha dicho que las “palabras fuertes” que dice La Lupe, o sea, las malas palabras, tienen como objetivo epatar a los burgueses. Y a no ser que las palabrotas de La Lupe epaten a burgueses y no burgueses por igual, la observación es errada. Todos los elementos que La Lupe incorpora a sus canciones (las malas palabras, los quejidos, los mordiscos, las señas groseras), tienen un único objetivo: ilustrar la canción lo más exacta posible, aunque para ello resulte necesario echar mano a la pornografía. Todo lo expuesto no tiene otra razón que tratar de explicar su fenómeno que resulta imposible de explicar. Y además, dejar sentada la posición de [la columna] AUDIOVIDEO: Defender a La Lupe, el más poderoso acontecimiento artístico que se produce en mucho tiempo.”19
Y es que Orlando Quiroga, uno de los críticos más reputados, tardó en comprender la esencia del fenómeno La Lupe y asumió al inicio, presumiblemente, una postura de crítica acerba desde las páginas de la sección Tele-Radiolandia en la revista Bohemia, la que, dicho sea, no aparecía firmada. Para muestra un botón: “La Lupe se presentó de nuevo en televisión. Lo hizo en el programa “Fin de Semana”, que anima [Armando] Roblán. Con perdón de los que han convertido a La Lupe en una especie de monstruo sagrado, nos parece que tiene muy poco que aportar ya a nuestras pantallas. Como fenómeno transitorio y “clownesco” estuvo bien. Pero una vez satisfecha la curiosidad del público sólo queda de La Lupe, para el televidente común y corriente, que es mayoría, un estilo absurdo y esquizofrénico de cantar. Y si por eso ponen en duda nuestro juicio crítico, qué se le va a hacer.”20
No fue Quiroga el único: otra crítica insidiosa aparecería meses después, desde un incómodo anonimato, en las páginas del diario Revolución: “Sus actuaciones son desastrosamente impropias y desagradables, completamente opuestas al buen gusto y carecen de la más mínima expresión de arte. La Lupe es como una amenaza pública y defenderla es casi un pecado”.21
Sin embargo, para muchos quedaba claro que Lupe Yoli, como también Freddy, era portadora de una autenticidad desconocida en los escenarios de la noche habanera, algo orgánico y legítimo, pero inesperado y por tanto, tenía ya legiones de seguidores y fanáticos dispuestos a defender su derecho a ese modo inusual de expresión, “… un público más adulto que quiere artistas inteligentes, y no muñecas de seda y estropajo, para el gusto estragado de un turismo de superficie…”, según se afirmaba en un importante comentario anónimo en la revista Bohemia.22
La industria discográfica cubana reaccionó con rapidez al éxito inusitado de La Lupe: en la persona de su gerente para Cuba, Eliseo Valdés, la RCA Víctor propone a la diva un contrato de exclusividad para la grabación de su primer disco de larga duración, según anunciaba la revista Show en su edición de septiembre de 1960, que también destacaba la concreción del acuerdo en la grabación, inicialmente, de un disco de 45 rpm con los temas “Quiéreme siempre” y “Fiebre”.
En octubre de 1960 se presenta en una revista musical en el teatro “Estrada Palma” (luego Nacional) junto al venezolano Héctor Cabrera, de absoluta popularidad en esos meses en Cuba debido a su éxito con el tema “El Pájaro Chogüí”, y otros. La prensa en general consideró el paso de La Lupe por el coliseo de Prado como una constatación de su arraigo popular, aunque la revista Show aseguraba que su debut en las tablas no fue del todo exitoso y no satisfizo al público,23 mientras continuaba generando polémicas enardecidas de ambos signos en sus presentaciones en centros nocturnos y en televisión. Ese mismo mes declaraba a la revista Bohemia que no pensaba aceptar ningún contrato para presentarse en el extranjero antes del 31 de diciembre, “si todavía intereso”, agregaba modestamente, y afirmaba que tenía doce propuestas diferentes.24
Los resúmenes del año 1960 en los medios, la señalaban entre los cinco revelaciones más destacados del período, junto a Eduardo Davidson con su arrasador éxito de su tema La Pachanga; el cantante Pacho Alonso, la vedette Nelly Castell y Roberto Blanco.25
Había logrado además ser parte de la importante lista de artistas exclusivos de la RCA Victor y también de los que manejaba el famoso Cuco Conde, quien se había convertido en su manager personal. Su disco LP “Con el diablo en el cuerpo”, el primero, alcanzó rápidamente y en muy corto tiempo niveles excepcionales de ventas, al punto de que en febrero de 1961 se le entregaba, con gran despliegue publicitario, el disco de oro de la RCA Victor, como una de los artistas más destacados en 1960, por su hit “Quiéreme siempre”.26 La acompañaban en el cartel de los premiados con discos de oro, nada más y nada menos que Benny Moré y Pacho Alonso y el bolerista Luis García y la orquesta Aragón, artistas exclusivos de ese sello. Para el agasajo la gerencia de la RCA Víctor eligió el Club La Red, el sitio de los grandes éxitos de la Lupe. Figuraba entre los grandes del momento, y si hubiese que resumir habría que afirmar que 1960 fue en Cuba, a no dudarlo, el año de la Lupe.
A inicios de 1961 el sello Discuba, marca local asociada a la Victor en ese momento, anunciaba —y la prensa destacaba— la salida al mercado de otro disco de larga duración de la que nombraran “la cancionera más excéntrica de Cuba”. Sería el último de los dos únicos discos de larga duración que la diva grabara en Cuba y cuyas cintas matrices lograron conservarse, según información de la casa discográfica EGREM, en sus archivos históricos, aunque este segundo disco, al parecer, no llega a distribuirse en Cuba. Las primeras grabaciones de los grandes éxitos de sus primeros tiempos como solista se hicieron en Cuba, no en Nueva York.
En abril la revista Show, la más importante del mundo del espectáculo en Cuba, le entrega un premio por los triunfos conquistados durante el año que ha permanecido en el club La Red, y en septiembre, en festejo celebrado en el club Le Mans —donde se estaba presentando regularmente y del que se encargaba su pareja entonces, Pedro Pacheco—, crea especialmente para ella una categoría y la proclama “la cantante excéntrica del año”. No escapa a la reflexión, que tal clasificación no tomaba en cuenta sus posibles —reales en verdad— virtudes vocales, sino esencialmente su singular proyección escénica y performática que, a un dudarlo, capitalizaba la atención hacia el fenómeno La Lupe. Sobre el impacto de la Yiyiyi en la vida nocturna habanera y en la escena musical en esos momentos, comentaba la revista Show: “Fue uno de los premios que otorgamos a los que resultan atracciones muy características del momento en que son discernidos. Pero es que La Lupe no se detuvo ahí. Ha continuado con más velocidad aún su trayectoria triunfal, convirtiéndose ya en tema obligado de la crítica. Se hizo cargo de un cabaret que estaba prácticamente quebrado —Le Mans— y su solo nombre anunciado en las carteleras, lo levantó de las ruinas, provocando llenos sin precedentes. El cabaret Le Mans, en 5ta. y B en El Vedado, es una prueba irrefutable de cuánto influye La Lupe en el corazón y la admiración popular. Sencillamente que su estilo creado por y para La Lupe —porque es único— la sitúa en la clasificación artística como la cantante excéntrica de Cuba”.27 En efecto, en un mismo año, La Lupe reflotó dos night clubs en franca decadencia —La Red y Le Mans—, situándolos en el cenit de la preferencia de los noctámbulos. Sin embargo, cerca del final de 1961 la diva deja Le Mans, al cambiar la gerencia del establecimiento. Recibe por segunda vez el trofeo de la revista Show a la Mejor Cantante Excéntrica —aunque todo parece indicar que dejaba poco a espacio a otras que quisieran imitarla y no tenía contrincantes— y su foto cantando en el Le Mans, le valió al fotógrafo Fernando López el galardón de la Foto del Año.
En 1961 se recrudecen las contradicciones entre la naciente Revolución cubana y el gobierno de los Estados Unidos. En abril se produce la invasión de Playa Girón y las complejidades de la situación al interior del país se agudizan, incluyendo en el ámbito de la cultura y el espectáculo. Justo el año en que decide sumarse al éxodo de músicos y artistas, La Lupe era ni más ni menos que el mismísimo centro del huracán mediático-musical cubano, que reflejaba el tremendo éxito que había conquistado en poco menos de dos años de carrera como solista. Casi veinte meses mediaron entre su debut en el club La Red y su salida sin retorno hacia México primero y luego a su destino marcado, Nueva York, donde le esperaba, tras ciertos momentos de penurias y los ajustes de rigor ante la llegada a un país desconocido, un éxito similar al alcanzado en breve tiempo en Cuba, pero mayor por lo abarcador de su huella en la historia de la música latina, por su incuestionable repercusión internacional. Tal vez Lupe Yoli, la que amaba el arcoiris —no por gusto vivió en un edificio habanero con ese nombre y así nombró en inglés a su hija, Rainbow— no supo qué hacer con aquella Habana conquistada para bien y para mal, la ciudad donde por primera vez la fama se le convirtió en un señuelo fascinante y maldito, La Habana que habría visto aflorar, quizás, el signo trágico que marcó toda su vida: la disyuntiva ante situaciones extremas y su incapacidad para propiciar o tomar la mejor decisión a su favor. Probablemente, los extremos antagónicos de la polémica en torno a La Lupe y lo incierto de los meses por venir terminaron por asustarla y quizás, desde su pequeño espacio en La Red, Lupe Yoli tuvo la certeza de que la suya no sería nunca una vida normal y feliz. Cuando salió de La Habana, para no volver, tampoco pudo imaginar todo lo bueno que se le avecinaba, que tendría el trono de la música latina, ni que llegaría a tocar la gloria de la fama. Tampoco debió imaginar que con su estilo estrafalario y extrovertido había comenzado a construir uno de los mitos más persistentes y universales de la música latina en todos los tiempos.
*Agradecimiento a Rodulfo Vaillant y Enrique Pineda Barnet por su colaboración.
**Este texto fue publicado originalmente en Desmemoriados. Se reproduce con la autorización expresa de su autora.
Notas:
[1] “La Escala de la Fama, programa de la CMKW obtiene nuevos éxitos”. En Radiomanía y Televisión. Año 19. No. 4. Abril de 1955. Pag. 30. También en la misma revista, Año 19 No. 5, Mayo de 1955. Pag. 34
[2] Sección Radiofónicas Orientales en la revista Radiomanía y Televisión. Año 19 No. 7. Julio de 1955. Pp. 48 y 49
[3] Tomado de: Radamés Giro: Diccionario Enciclopédico de la Música Cubana. Editorial Letras Cubanas. Tomo III. Pag. 45
[4] En nombre de “Tina” ha sido tomado de la voz dedicada a La Lupe en el Diccionario Enciclopédico de la Música Cubana (Tomo 3, Pag. 45), de Radamés Giro.
[5] Revista Show. Año 5. No. 56. Pag. 54. Octubre 1958.
[6] Revista Show. Año 5. No. 57. Pag. 74. Noviembre 1958.
[7] Revista Show. Año 6. No. 64. Junio 1959. Pag. 60.
[8] Revista Bohemia. Enero 3 de 1960. Sección Teleradiolandia. Pág. 108.
[9] Revista Show. Año 7. No. 74. Pag. 49. Abril 1960. Pag. 49
[10] Rafael Casalins: “La Lupe”. En diario “Revolución”. 4.7.1960. La Habana, Cuba.
[11] Ibidem.
[12] Radamés Giro: Diccionario Enciclopédico de la Música Cubana. Editorial Letras Cubanas. La Habana, 2007. Vol. 3. Pág. 45.
[13] Adriana Orejuela: El son no se fue de Cuba. Editorial Letras Cubanas. La Habana, 2006. Pag. 155
[14] Rafael Casalins: “La Lupe” en diario Revolución. 4.7.1960.
[15] Revista Show. Año 6 No. 79. Pag. 67. Septiembre 1960. Pag. 33.
[16] Esta aseveración sobre la comparsa del carnaval habanero Las Jardineras no parece ser exacta (Nota del autora)
[17] Lupe: un caso sico-somático que divide en dos a Cuba. Artículo sin firma en: Revista Bohemia. Año 52 No. 43.23 de octubre de 1960. La Habana. Pag. 86.
[18] Ibidem
[19] Diario Revolución. 9.7.1960. Sección Audiovideo. Pag. 14
[20] Revista Bohemia. Sección Teleradiolandia. 5.3.1961.
[21] Diario Revolución. 20.9.1960. Pag. 15
[22] Revista Bohemia. “La Lupe. Un caso sicosomático”. 16.10.1960. Pag. 86.
[23] Revista Bohemia. 6.11.1960 y Revista SHOW. Año 6 No. 81. Noviembre 1960. Pag. 24.
[24] Revista Bohemia. La Habana. Cuba. 30.10.1960.
[25] Revista Bohemia. Año 53 No. 7. 12.2.1961
[26] El LP “Con el diablo en el cuerpo” sería distribuido bajo el sello DISCUBA, controlado también por la RCA Víctor como marca local. (Nota de la autora)
[27] Revista Show. Año 7. No. 101-102. Octubre-Noviembre 1961. Pag.28.
El documental «Lupe: Queen of Latin Soul» de la realizadora cubanoamericana Ela Troyano ha sido también una importante referencia en esta investigación.