Marcos Urbay, uno de los músicos y profesores que ha contribuido de forma decisiva al desarrollo del estudio y la ejecución de la trompeta en Cuba, falleció en la mañana de este 24 de febrero a los 90 años.
Fundador de la Orquesta Sinfónica Nacional y de la Escuela Nacional de Arte, Urbay es un músico de obligada referencia para los instrumentistas cubanos. Desarrolló desde muy joven una notoria carrera en la que puso su talento al servicio de la enseñanza de la trompeta en todo el país; impartió clases a los trompetistas de las orquestas sinfónicas de varias provincias, y a instrumentistas de la relevante Orquesta Cubana de Música Moderna.
Sus libros sobre la enseñanza de la trompeta son de vital importancia para el estudio de ese instrumento en la Isla y fue también asesor nacional en la enseñanza artística. Urbay además ingresó como maestro en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y el Instituto Superior de Arte (ISA).
Premio Nacional de Música en 2018, el instrumentista se entregó por completo a la creación sonora y al magisterio, algo que asumió como una especie de sacerdocio, como si se tratará de un destino irrenunciable en su vida.
Desde su natal Caibarién, un poblado costero de la provincia de Villa Clara, trabajaba desde hace años con niños y era un “cazalentos” en las escuelas donde no se le escapaba cualquier alumno con dotes para el ejercicio de la trompeta.
Su dedicación e interés por garantizar el relevo lo llevó a crear bandas infantiles de las cuales emergieron varios talentos de la trompeta en Cuba.
Tras pasar por la orquesta Cosmopolita integró la Riverside, la orquesta más notable del panorama sonoro cubano en la década de 1950 y por cuyas filas pasaron figuras como Tito Gómez, y Orlando López (Cachaíto), entre otros.
Marcos Urbay heredó su consagración y talento de su padre, el también trompetista Roberto Urbay, quien estuvo a cargo de la banda municipal de Caibarién desde la medianía de la década del 40 hasta la entrada de 1990 cuando su hijo tomó el relevo.
“Prefiero verme como un hombre que ha trabajado mucho, que se ha entregado por completo a la música, porque es lo que me gusta y mejor hago –comentó el maestro Urbay a OnCuba en 2015–. He sido trompetista mi vida entera y maestro de varias generaciones, y ambas cosas me satisfacen mucho. Me encanta dirigir porque le pongo sentimientos a cada obra y los exteriorizo en la ejecución, y eso lleva un trabajo fuerte de creación, de modificaciones. Cuando veo el resultado final, salido de esas cuatro facetas, es como si me llenaran los bolsillos de dinero. ¡Pero más por lograr la obra que por el dinero!”