Hija, que tu estrella siempre ilumine.
Lila, que tu vuelo siempre sea libre.
Dos corazones. Dúo Karma.
Como quien borda sueños y celebra la llegada de una nueva vida, el dúo cubano Karma nos entrega su más reciente trabajo discográfico, Nana de las estrellas. El álbum, estrenado hace pocos días y disponible en plataformas digitales, es una obra que invita a la contemplación, la ternura y la conexión con los ciclos de la existencia.
El dúo, compuesto por Xóchitl Galán y Rodolfo (Fito) Hernández, celebra con este disco un doble acontecimiento: sus 25 años de recorrido musical y personal como dueto, y la experiencia transformadora de la maternidad y paternidad. La pequeña Lila del Mar, hija de ambos, es la musa de estas canciones, el alma que late detrás de cada acorde y palabra. “Nacido desde el más profundo amor y desde el más misterioso desconcierto que provocan gestar, el puerperio, criar… van estas músicas y canciones”, dice el dúo sobre la génesis de este trabajo.
Las canciones, compuestas por Xóchitl y Fito, nacieron en los momentos en que la vida iba creciendo en ella, y él, siempre cerca, le tocaba la guitarra. Después, durante el crecimiento de la bebé, tras los primeros pasos y las primeras palabras, estas composiciones siguieron tomando forma.
Así, estas canciones evocan imágenes propias de la infancia y el universo del dúo Karma —los astros, los sueños, los animales, la naturaleza, el amor—, y abordan la transformación y la fragilidad de los primeros años de vida. La pareja comparte en versos y melodías su experiencia, sin escapar a la vulnerabilidad.
El inicio del Nana de las estrellas, compuesto por 10 canciones, es un arrullo titulado “Regazo”, donde entre voces se escucha los punteos de la kalimba como si fueran pasitos y acordes suaves de una guitarra eléctrica, de sonido dulce.
El segundo tema, “Nombre”, es una delicada declamación de poco más de un minuto, en la que la voz de Xóchitl se entrelaza con un suave acariciar del hangdrum de Fito. A continuación, suena “Capullito de jacarandá”, un coqueteo entre el calipso, acentuado por la guitarra eléctrica, y la habanera, resaltada por la guitarra criolla. La pieza está inspirada en esos árboles que, al llenarse de flores lilas, decoran el paisaje urbano de Buenos Aires, ciudad donde hace tres años nació la pequeña Lila del Mar.
Sigue “Queso ni pan”, y luego llega “Dos corazones”, temas que, hacia la mitad del álbum, son una explícita evocación a la musa del disco. “Crece mi bebé / Crece con leche / que toma en el lecho / directo del pecho de mamá. / Crece mi bebé / Crece con besos / durante la siesta / que toma en el pecho de papá”, dice en la primera mientras que, en la segunda, “Te soñé / te canté / te dibujé”.
“El arrozal” es un juego entre chasquidos de dedos, palmadas y algún pizzicato de la guitarra eléctrica. “Aros de saturno” traza un puente esotérico hasta La Habana, hogar siempre habitado aun en la distancia.
Siguen con la fantasía “De una tela japonesa” y “Gramos de sueño”, dos temas que invitan a imaginar cómo este disco fue “horneado” con inspiración, imaginación, amor y una paciencia casi asiática. No solo en estos cortes, sino a lo largo del álbum, se percibe el cuidado y la dedicación de esos momentos robados al día: entre amamantar a Lila, dormirla en las siestas y las noches, jugar con ella y, al mismo tiempo, las largas horas que la pareja dedicó al ensayo y a las arduas jornadas de grabación. Esta experiencia marcó una modalidad completamente nueva para el dúo, quienes, desafiando las limitaciones del tiempo, aprendieron a optimizar cada instante, fusionando sus roles de artistas y padres en un proceso de creación único.
Para cerrar, la canción que da título al disco: “Nana de las estrellas”, una invitación a bailar despacito, con los ojos cerrados, envueltos en un abrazo infinito, como si esta celebración musical nunca fuera a terminar. De inmediato, uno siente el impulso de volver a empezar, de darle play nuevamente y regresar al inicio.
El disco es, en esencia, un tributo a la vida, la infancia y los momentos de contemplación que muchas veces se escapan entre las prisas del día a día. “Este disco va como ofrenda, como resguardo, como piedrita talismán para nuestra hijita Lila del Mar y también como regalo para todas las familias que nos escuchan y con quienes compartimos este ‘tiempo sin tiempo’ maravilloso de criar”, confiesan los Karma en las palabras que acompañan la presentación del disco.
En efecto, Nana de las estrellas es una obra íntima y poética que recoge canciones de cuna contemporáneas, sin dejar de lado las raíces y sonoridades tan versátiles que caracterizan al dúo. Sus arreglos musicales, meticulosos y llenos de sensibilidad, son un fiel reflejo de la complicidad que Xóchitl y Fito han cultivado a lo largo de su trayectoria. La mezcla de voces se combina con un acompañamiento instrumental sobrio, pero cargado de intención, logrando transmitir una atmósfera cálida y cercana. Cada canción es un abrazo.
La incorporación de la guitarra eléctrica, interpretada por Fito, aporta una dimensión novedosa y sorprendente al universo sonoro de los Karma. Este tipo de guitarra eléctrica, tradicionalmente asociado con géneros como el blues y el jazz, es emblemática por su sonido cálido, profundo y matizado. En el álbum, presente en casi todos los temas, se desliza con sutileza y un carácter caribeño. Este detalle instrumental marca una diferencia en el trabajo del dúo, reforzando su propuesta musical sin perder su autenticidad.
Nana de las estrellas es un viaje sin edades. No solo conquista a los más pequeños, sino que también toca fibras sensibles en los adultos, recordándonos la importancia de cuidar, proteger y disfrutar de los instantes efímeros.
Con este álbum, el dúo Karma demuestra otra vez que la música puede ser a la vez sencilla y compleja, lúdica y filosófica, emocional y universalmente accesible. Estamos ante una obra imprescindible para quienes buscan canciones con alma, ya sea para arrullar a un bebé o para encontrar inspiración en su propia humanidad.
Nana de las estrellas es un testimonio de amor, arte y vida que perdurará como uno de los legados más entrañables de Xóchitl y Fito, consolidándose como un hito significativo en su prolífica carrera de un cuarto de siglo.