Nacido en 1910, Facundo Rivero debutó como pianista en un teatro de Santa Clara hasta comenzar a tocar en orquestas de charanga, primero en la de Raimundo Plá y luego en la de Belisario López. Más tarde ingresó con su instrumento en el cuarteto Siboney, fundado en 1940 por la también pianista y compositora Isolina Carrillo (1907-1996). Se iniciaba así una tradición actuante durante mucho tiempo en la música cubana con agrupaciones vocales como las de Orlando de la Rosa, las Hermanas Lago, Los Faxas, Las D´ Aida, Los Modernistas, Los Meme, Los Zafiros y el Cuarteto del Rey, entre otras, todas bajo el ala norteamericana, pero no por ello menos criollas, un clásico ejercicio de antropofagia cultural, como el filin. En 1941 fundó su cuarteto, integrado por Mercedes Romay, Jesús Leyte, Welia Núñez y Abelardo Rivero. Por ahí también pasó Elena Burke (1928-2002).
Facundo tiene en su expediente varios lauros. El primero consiste en haber vislumbrado y promovido el talento y la voz de Olga Guillot (1922-2010), la joven santiaguera que en 1939 se había presentado en la Corte Suprema del Arte junto a su hermana María Luisa, y ex integrante del cuarteto Siboney. En 1945 la colocó en el “Zombie Club”, en la calle Zulueta no. 256, cerca del Sloopy Joe´s. Al año siguiente la Guillot incorporaría en su repertorio “Lluvia gris”, versión en español del ya desde entonces clásico “Stormy Weather”, todo un éxito en aquella Habana de sonoridades, hedonismos y corrupciones auténticas. Fue nombrada “la cancionera más destacada de Cuba”.
El segundo, ser el compositor de “Quédate negra”, uno de los números con que Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso, en breve Celia Cruz (1925-2003), inició su carrera en solitario en Venezuela, acompañada por la Orquesta Leonard Melody y bajo el sello Comercial Serfaty. También componer “Yo estoy aprendiendo inglés” y “Majarete”, grabadas en 1942 por Orlando Guerra, más conocido por “Cascarita”.
Incursionó en la onda afrocubana en creaciones como “Obatalá/Eleguá”, con Merceditas Valdés y Bienvenido León, un standard play producido por la Panart en 1954. Este registro folklórico era escoltado por otro muy distinto, un coletazo del movimiento negrista presente en la literatura cubana –y en particular en la poesía–, hacia los años 20 del siglo pasado, con las externalidades y “tipicismos” de “lo negro”. Y lo hacía echando mano a ciertos rasgos físicos con una perspectiva bastante racista, algo que para ser justos no se veía muy claro en aquella época.
En 1955 una Bohemia lo caracterizó de la siguiente manera: “Este Facundo Rivero sí trabaja, sí produce. Pero es otro. Facundo Rivero, que además de dirigir un Conjunto que ha recorrido el mundo triunfalmente, compone música negra, muy suya, muy sentida, porque la lleva dentro y le brota”.
En esa misma década se presentó en los Estados Unidos, por entonces bajo la euforia del mambo. En 1953 actuó con su cuarteto en el Chateau Madrid de Nueva York, a dos cuadras del famosísimo Copacabana, y también en el Palladium y su gran salón de baile, donde acaso conoció a un cardiaco a la música cubana, y en particular al mambo y la percusión: Marlon Brando.
Bajo el influjo de aquella locura social, ese año el pianista y orquestador puertorriqueño Joe Loco organizó una gira por la Unión, “Mambo USA”, a la que se sumó mucho de lo que brillaba y valía en el género. Una movida sin dudas redituable, porque al año siguiente se repitió incorporando a otros protagonistas, uno de ellos al pianista Facundo Rivero, junto a Machito y sus Afrocubans, Tito Rodríguez y varios músicos del momento.
En febrero de 1956 Facundo Rivero estaba en La Habana manejando un automóvil en la carretera del cabaret Sans Souci, donde dio con Marlon Brando y Guillermo Cabrera Infante. El hecho de conocerse ambos desde los Estados Unidos explica la reacción de Brando. Cuenta Cabrera Infante:
En medio de la conversación, una máquina se detiene junto a la nuestra.
– ¿Está ahí Marlon Brando? –pregunta alguien en español.
-No, no está Marlon Brando, responde Marlon Brando en español.
Pero dentro del auto desciende alguien y dice:
-¡Cómo no! Si es Marlon. Hey, Marlon, it´s me! Facundo.
Es Facundo Rivero. Marlon lo saluda con verdadera alegría.
Con esa anagnórisis que al fin lo libera de la pesadilla de uno de los tantos fans que lo reconocieron en la ciudad, Brando manifiesta haber querido repetir una experiencia musical con el pianista:
-Eh, Facundo, ¿dónde has estado? Te he buscado por toda La Habana. Quería que organizáramos un grupo para tocar un rato.
Facundo habla su mezcla de inglés y español, que no es ninguna de las dos cosas. A través de la ventanilla:
– ¡Muchacho, hasta Pardo Llada lo dijo! Marlon Brando está buscando a Facundo Rivero.
Marlon Brando no sabe quién es Pardo Llada, pero el énfasis de Facundo es tan amplio que creo comienza a adivinarlo.
– ¿Cuándo te vas?
-Mañana por la mañana.
-Es lástima.
-Sí, es u-na pe-na –dice Marlon en español–. Pero puedes venir por casa cuando estés en Nueva York.
Facundo lo promete y se marcha después de saludar a Dorothy Dandridge.
La entrevista concluye con lo que se inician muchas evocaciones de aquella breve estancia cubana de Marlon Brando, aunque las razones sean en el fondo más complejas de lo que el propio actor exterioriza:
En la madrugada, Dorothy hace una pregunta y la respuesta revela el carácter de ese gran actor del cine y personalidad extraordinaria que es Marlon Brando:
-¿Qué te ha traído por La Habana?
-Estaba en Miami en asuntos de negocios y de pronto se me ocurrió comprar una tumbadora.
El hijo de Facundo vive en Miami. http://thebearersofsacredsound.weebly.com/lacho_rivero.html