Getting your Trinity Audio player ready...
|
“Vamos, señores, me voy. Algo pasa”. Es la frase, en voz del baterista cubano Ruly Herrera, que abre el nuevo álbum de la banda de jazz alternativo Real Project. El material representa un nuevo comienzo para la agrupación, que este 2025 cumple 12 años de existencia, con una composición distinta a la del disco anterior, pero fiel a su sonido y a la visión de su líder fundador.
Algo pasa, lo nuevo de Ruly Herrera y Real Project, vio la luz en plataformas digitales el pasado 6 de junio. Son nueve temas compuestos por Herrera, donde la música sirve de pretexto para canalizar emociones personales, celebrar valores compartidos y plasmar una idea clara, sonora, estimulante: aquí hay Real Project pa’ rato.
Al baterista líder del grupo se unen ahora los músicos Ángel Toirac al piano, Christian Figueredo en la trompeta y el bajista Osniel Regal. Estos jóvenes y talentosos intérpretes lo acompañan en la nueva etapa del proyecto, posterior a su impactante álbum Mutación, que Ruly compartió con los antiguos integrantes Jorge Luis “Yoyi” Lagarza y los hermanos Rafael y Rasiel Aldama.
Ahora Real Project llega a este punto del camino con una propuesta madurada, que Ruly Herrera rumió pacientemente desde la pandemia. Algo pasa es un disco de resistencia, de una agrupación que sigue dándole sentido y brillo, sin duda, al panorama musical cubano.
“A ver si sale bien esto por aquí”, me dice el músico al otro lado de la videollamada. “Cualquiera pensará que estamos a 7 mil kilómetros de distancia: tú en Noruega y yo en La Habana”, le espeto a modo de broma rompehielos, pues ambos estamos en la misma ciudad; pero, ante la imposibilidad de concretar un encuentro en vivo, decidimos tener la conversación por esta vía.
Desde su casa familiar en La Habana, Ruly habla sereno de su nuevo disco, de todo aquello que lo motiva a seguir creando, de Cuba y su escena musical, de lo que desea para el futuro y de un presente plagado de retos.
¿Qué pasa con Real Project en este disco?
Pienso que Real Project se reafirma con él, pese a los momentos que se viven y a que he tenido que ver partir a miembros anteriores del proyecto. Es un disco que refuerza el sello del grupo, su identidad.
Con Algo pasa volvemos a los inicios, cuando yo empecé Real Project con mi disco Mal tiempo (Producciones Colibrí, 2015) —todavía no existía la banda— y tenía el control absoluto de la producción del material, algo que me obligaba a estar pendiente de cada parte del proceso.
El viaje fue bonito y, a la vez, un reto, porque se trata de mantener el nivel de una agrupación muy seguida en el panorama nacional, que hasta el disco anterior contaba con rostros que eran sellos de la formación.
Las caras que la gente conoció —Yoyi Lagarza, Rafael Aldama, Rasiel Aldama— se convirtieron en marcas que el público identifica con Real Project. Entonces sé que, al no verlos, los seguidores pueden preguntarse qué es lo nuevo, cómo sonará, si estará al nivel acostumbrado. Ya hemos tocado algunos temas en varias de nuestras presentaciones recientes y tengo mucha confianza en lo que hemos hecho. Hemos salido más fuertes de este proceso y siento que puedo continuar camino con cualquiera que venga a tocar conmigo.
Estoy trabajando en Algo pasa desde la pandemia. Cuando empezamos a preparar el disco anterior —Mutación (Bis Music, 2023)—, componía, ponía ideas, nos reuníamos bastante acá en el estudio e iban saliendo temas. Cuando nos dimos cuenta, teníamos 20 temas, de los cuales escogimos 10 o 12 para hacer Mutación, y se quedaron 8 o 9 guardados.
Luego, en la etapa pospandémica, he seguido componiendo; entre unos y otros están los 9 temas del álbum. Pasaron varios años y eso permitió que evolucionara mi mirada sobre qué quiero hacer y qué sonido quiero defender. He querido homenajear y rescatar ritmos y estilos autóctonos de Cuba, dándoles siempre la forma, la peculiaridad y el sonido de Real Project.
Me gustó mucho poder hacer una guajira —“Una guajira en la ciudad”—; también hacer el tema “Caminos” con Síntesis, con ritmos de la música del norte africano. O hacer “Fiesta”, donde fusiono la música brasileña con el mozambique.
Con Síntesis nunca había trabajado. Soy súper fan de ellos desde niño, por toda la importancia que tienen en la historia de la música. Con Eme (Alfonso) sí trabajé antes; somos contemporáneos, a pesar de que ella estudió en el conservatorio Alejandro García Caturla y yo en la escuela de nivel elemental Manuel Saumell. Siempre coincidíamos en fiestas, conciertos; teníamos muchos amigos en común. Desde que somos artistas profesionales, hemos tenido la oportunidad de compartir varias veces: incluso, ella con Real Project en vivo y yo como baterista de ella también, pero nunca habíamos colaborado en un disco.
“Caminos”, en principio, era un tema completamente instrumental, pero cuando lo terminé y me puse a escucharlo, imaginaba voces y cantos con esa música de fondo. Como el tema tiene esa onda medio ancestral, africana, pensé: “Si Carlos y Síntesis quisieran colaborar, ¡qué volao sería!”. Entonces le comenté a Eme y ellos accedieron al instante.
“Gibara-Temazcal-Tulum” es una historia de amor, un tema que le hice a mi esposa en la pandemia. Son tres palabras que, en los momentos de encierro, nos mencionábamos como un conjuro que nos calmaba. En Gibara, durante un festival de cine, nos conocimos y nos hicimos novios. El temazcal es un ritual ancestral de baños de vapor que hicimos en México; fue una experiencia fuerte que vivimos juntos. Tulum (Yucatán) también es un lugar especial para nosotros, donde pasamos momentos muy lindos. Entonces quise hacer un homenaje a todos esos instantes maravillosos vividos juntos.
Comentabas antes que durante un tiempo no querías perderte nada de lo que estaba pasando en la ciudad. Tú vives la vida cultural de la urbe capitalina. ¿Cómo ves actualmente la escena habanera, lo que se presenta, lo que circula en ella?
Estamos viviendo un momento donde hay mucho talento circulando, gente con un nivel alto, con madurez y creatividad, a pesar de jóvenes. En contraste, con las posibilidades de acceso a información que existen hoy, pienso que deben intentar desprenderse del patrón a seguir y buscar más autenticidad en su estilo.
Lo otro es el factor de los espacios y la economía. Yo creo que Cuba merece estar de nuevo en el mapa, a pesar de todas las circunstancias políticas y económicas, de toda índole. Necesitamos que venga gente a vernos, a descubrirnos, a intentar ayudarnos a los cubanos que estamos aquí.
Los músicos de Cuba queremos estar también en los circuitos de festivales internacionales. Ya lo hemos vivido: hubo tiempos en que venía gente a buscar cosas autóctonas, novedosas, para moverlas por el mundo. Siento que la escena está bastante deprimida.

¿Cómo definirías estos 12 años de Real Project?
Han sido años de resistencia.
Buena palabra para nombrar un tema.
Sí, la verdad. Es como dice el dicho: “Esto no es de velocidad, sino de resistencia”. Hay que tener ese aguante y no dejarse llevar por la contaminación. Seguir adelante con la idea, si crees en ella.
¿Cómo recuerdas el debut de tu banda?
Ese fue uno de los momentos más felices, profesionalmente hablando, de mi vida. Yo creía que ya había triunfado, lo hicimos con mucha ilusión. Los ensayos eran increíbles, con Rey Guerra Jr., que en aquel tiempo era bajista de X Alfonso. Nosotros veníamos de Natural Trío, con Emilio Martini, con todo ese trabajo experimental que hicimos con él.
Después de producir Mal tiempo, Rey y yo acordamos hacer una banda para defender toda esa música. Éramos un dúo y tocamos, por primera vez, en el Café Miramar. Fue un concierto muy lindo y, para nosotros, era como estar tocando en el Blue Note de Nueva York. Ya no era “el baterista de”, era mi banda la que estaba ahí, sobre el escenario, con mucha inmadurez, por supuesto, pero era algo puro.
¿Qué sueños tenían en ese momento? ¿Se han cumplido?
Muchos se han cumplido, sí. Para nosotros, lo más importante era que el proyecto fuese reconocido; ser una banda que, donde fuera y cuando anunciáramos un concierto, se llenara, que tuviera aceptación y que, en un futuro, fuéramos influencia para las nuevas generaciones.
Hace poco Ángel Toirac me dijo que estuvo con los muchachos de las escuelas de arte de Oriente y que todos conocen los temas de Real Project. Debemos hacer algo para ir hasta allá y presentarnos.
Obvio, la meta más grande que nos gustaría lograr es estar en el mercado internacional, en los circuitos de festivales de jazz del mundo. Eso aún no lo hemos alcanzado. Hemos estado en algunos festivales, pero nos gustaría hacer un tour internacional, estar en el mundo. Estamos trabajando para que así sea.
¿Cómo llevas adelante el trabajo composicional? ¿Tienes método?
Sí, puedo decir que sí. Paso el día entero silbando melodías y tarareando, recibiendo información por todos lados. Si sale algo que me interesa, lo grabo en una nota de voz y luego voy sumándole capas: lo que podría ser la línea del bajo, el piano, el ritmo. A veces lo hago en la batería.
Cuando estoy en mi lugar más íntimo, con las condiciones más adecuadas, donde tengo el piano, es donde surgen la mayoría de los temas. Tengo una formación bastante buena de piano desde la escuela, y eso me ayuda mucho a defenderme a la hora de componer. Pero un tema puede salir en cualquier lugar y de cualquier manera.

Recuerdo una canción que está en Mutación, “Return to Havana”; me salió volando en un avión. Estábamos regresando de una gira y la melodía me taladraba la cabeza, hasta que no pude más. Me metí en el baño del avión, tarareé todo lo que tenía en mi cabeza y, cuando llegué a casa, hice la maqueta. Así de loco fue ese proceso.
Entre tus influencias más abarcadoras has identificado a Robert Glasper. ¿Qué representó para ti traerlo a La Habana, por primera vez, a ser parte de la primera edición de Jazz Emprende, un evento del que eres anfitrión?
Robert Glasper es la inspiración total de Real Project, responsable de que hayamos hecho todo lo que hicimos. Recuerdo que, en la etapa de Mal tiempo, salió un disco suyo con su formación, Robert Glasper Experiment. Aquello nos voló la cabeza. Ya veníamos escuchando otras cosas suyas, pero con esto —y el trabajo del saxofonista Casey Benjamin— vimos que ese era el sonido que queríamos escuchar. Ha sido una influencia tremenda que nos ha acompañado todos estos años.
Cuando a mi esposa —Marta Deus, CEO y cofundadora de la empresa de delivery Mandao— y a mí se nos ocurre la idea de hacer Jazz Emprende, le digo: “¿Te imaginas poder traer a Robert Glasper a La Habana y abrir este evento con una figura como esa?”. Ella me respondió: “¿Y por qué no?”.
Pasó un tiempo y recordé que Robert Glasper está casado con Yiyi Sánchez, cubana, que yo había conocido algunos años antes. Entonces le escribí por privado en Instagram, le comenté la idea y aceptaron. Primero quisimos hacer el evento en septiembre, pero no pudimos y debimos posponerlo para febrero, que fue lo mejor que nos pasó porque ese mes es ideal para este evento.
La idea de Jazz Emprende nace, primero, de ese deseo de hacer algo juntos mi esposa y yo, que uniera nuestros dos mundos. Ella es una gran empresaria, tiene una visión determinada del mundo empresarial en Cuba, y yo, por la parte de la música, el jazz. Y fíjate, no nos machucamos mucho la cabeza con el nombre y salió Jazz Emprende: un espacio donde interactúan los dos mundos, mezclando los negocios de la industria musical con el disfrute de ese arte en vivo.
Eso tiene que ver con lo que te comentaba: a Cuba hace falta volverla a mirar. Se vivieron años mozos con Obama, pero luego del primer mandato de Trump nos desconectaron completamente. Creo que aquí hay un potencial buenísimo, músicos increíbles que perfectamente podrían estar haciendo carreras sensacionales fuera de Cuba sin tener que marcharse definitivamente. Ese ha sido el objetivo de Jazz Emprende y ha funcionado un poquito.
Tenemos solo dos años, pero nos da tremenda alegría que, por ejemplo, Jason Olaine, vicepresidente de programación de Jazz at Lincoln Center, estuviera con nosotros este año y llevará a Alain Pérez a hacer un concierto allá. Es decir, que de alguna manera el evento está sirviendo para conectar. Directores de festivales de jazz espectaculares, gente de la industria y músicos que vienen también a interactuar, a hacer sus masterclasses.
Entonces, Jazz Emprende goza de buena salud y tendrá tercera edición.
Sí, ya estamos trabajando en eso.
Y más allá de Robert Glasper, ¿a partir de qué otras influencias armaste aquella idea inicial que fue Real Project?
Gran parte de lo que me hizo ser tan fanático de Robert Glasper es que él toca con los bateristas que más amo en la vida y que más me han influenciado, por supuesto: Chris Dave y Mark Colenburg. Imagínate, un músico con el que empatizas conceptualmente, que encima toque con tus bateristas preferidos.
A través de esos bateristas empecé a descubrir nuevos sonidos dentro de la batería, a ampliar un poco el espectro de la formación del instrumento. Con su música pude expandir mi universo sonoro y desfragmentarlo. Eso me gustó.
No descubrimos el agua tibia en Real Project, pero sí puedo decirte que fuimos de los primeros en traer esas nuevas influencias al panorama nacional, al menos. Luego yo empecé a buscar mi propio discurso, porque tampoco quería convertirme en la copia de ellos.
Otro de los que más me ha influenciado en el mundo es Herbie Hancock y sus bateristas también —Vinnie Colaiuta es uno de los grandes maestros—. Me ha gustado acceder a todo ese cóctel de información.
Hace unos meses estuve viendo muchos videos de José Luis Quintana “Changuito”. Es un grande; percusionista cubano que no pase por él está perdido. A Changuito hay que acudir, sí o sí. Eso me ayudó mucho también para afrontar este disco y abordar todos los ritmos cubanos que están presentes en el material.
¿Qué valor le atribuyes a ser el compositor, intérprete y productor de tu propia obra?
Me encanta producir música, arreglar, componer, y me encanta que hasta ahora haya podido asumir ese control de las producciones. En discos anteriores lo hacía junto a Yoyi; siempre he estado muy metido en el proceso.
Pero no te creas: me gustaría tener la posibilidad de contar en mi próximo álbum —y me hubiera gustado que fuese en este— con un productor musical que coja todo lo que sale de mi cabeza y le dé otra forma, que me enseñe otras cosas. Tengo pánico a repetirme o a que una música que pudo ser mejor se quede en el olvido.
Me encantaría encontrar ese productor, y que no fuera cubano, porque busco una mirada totalmente distinta.

Hay tantos creadores cubanos, ahora mismo, dispersos por el mundo. ¿Has proyectado nuevos trabajos con excompañeros de formación como Yoyi Lagarza o los hermanos Aldama?
Por el momento, no. Creo que todavía ellos están en la etapa inicial, de asentamiento, aunque el que más tiempo lleva fuera de Cuba es Rafa: tres años. Yoyi tiene dos años y Rasiel, uno. Creo que todavía están en la etapa en que necesitan afincarse más, estar más sólidos en los lugares donde decidieron quedarse, pero no descarto la posibilidad de que, en algún momento, esta banda vuelva a unirse en los escenarios.
Con Rafa sí he tenido la oportunidad de tocar; hemos hecho conciertos en Miami. Con Rasiel, en algún momento hablamos por unas fechas que me salieron en Europa para que fuese, pero con Yoyi todavía no hemos pensado en hacer nada. Es momento de que cada uno explore a fondo su ruta, para que luego sea más fuerte lo que podamos armar.
¿Por qué fue la música para Ruly Herrera?
Desde muy chiquitico, en casa. Mi papá es baterista, mi mamá es profesora de historia de la música, mi hermano es pianista. Yo soy el más pequeño y, desde que nací, he visto mi casa como el templo de la música.
Mi papá fue director de su orquesta —Los Dan—; aquí se ensayaba, se hacía todo. A mí, independientemente del talento y las condiciones que ellos me vieron para la percusión y la música, me impresionaba de una manera increíble ver a mi papá tocar la batería. Yo miraba ese instrumento y me veía siendo baterista. Me imagino que todo se dio de forma natural. Cuando tuve la edad correcta, mi mamá, que era profesora en la Saumell, me animó a hacer las pruebas de ingreso, y así empezó la carrera.
La información musical que me daba mi hermano era increíble. Él me lleva seis años y cualquier CD o casete que le prestaban en la escuela de arte, en aquel momento, él lo traía a casa y se sentaba conmigo en el cuarto a escucharlo.
Yo tendría unos 13 años cuando mi hermano trajo un disco de Tony Martínez y The Cuban Power. Ahí estaban Julio Barreto, Gonzalo Rubalcaba, Julito Padrón. Se llama Maferefun (1999); lo escuché y quedé maravillado.
Y desde que tengo uso de razón, mis padres me llevaban al Jazz Plaza. Recuerdo ver a Herbie Hancock, Michel Camilo, a todos los grandes. He tenido la suerte de acceder a todas las herramientas posibles para tener el background musical que tengo.
Hablar de Algo pasa es también hablar de madurez. Hoy Real Project tiene una presencia indiscutible en la escena del jazz en Cuba. ¿Qué representa el jazz para ti?
El jazz es mi vida, es mi lenguaje, mi idiosincrasia, mi nación. El jazz es como el agua que bebo. Sin esa forma de expresión creo que sería una persona muy infeliz. Quisiera vivir todo el tiempo de la música y de tocar jazz.
¿Vislumbras el futuro de Real Project de aquí a cinco o diez años?
Yo sueño y trabajo siempre por un Real Project mejor. Trabajo para que, quizá, en la próxima entrevista pueda mostrarte mi calendario de conciertos por el mundo. De momento, este disco merece un teatro. Veremos si podemos hacer un lanzamiento formal en octubre.