Alain Pérez (Trinidad, 1977) es un todoterreno de la música cubana. El niño que salió de Manaca Iznaga a cantar con menos de 10 años se ha convertido, con el paso del tiempo y un amplio recorrido por escenarios internacionales, en uno de los artistas más completos y respetados de la isla, tanto dentro como fuera de ella.
Cantante, multiintrumentista, compositor, productor, arreglista, director de orquesta, Alain ha paseado su música por el mundo, ha estado nominado al Grammy Latino, y lo ha ganado, y ha trabajado junto a figuras como Paco de Lucía, Chucho Valdés, Celia Cruz, Isaac Delgado, Enrique Morente, Diego El Cigala, y muchas otras.
Sin embargo, aun con toda esa experiencia y los saberes e influencias acumuladas, no ha perdido un ápice de cubanía. Si acaso, la ha afianzado y expandido, sin dejar de reconocer siempre sus raíces, una esencia que, confirma, le nace de forma natural y que bebió —y sigue bebiendo— de su padre, el poeta y compositor Gradelio Pérez.
Pudo apostar por fórmulas probadas, por atajos comerciales hacia el éxito, pero ha preferido mantener su autenticidad y seguir un derrotero que no rehúye la experimentacion con distintas corrientes y sonoridades, pero siempre con la música popular cubana como eje, como horcón del que partir y al que regresar.
“Me la jugué siendo lo que yo soy”, confiesa Alain, con honestidad y también con sano orgullo, sobre su apuesta musical, al tiempo que asegura mantener sus brazos abiertos “al mundo de la música”, pero “siempre como músico cubano”.
Por estos días Alain Pérez se encuentra de gira por México, donde desde el pasado fin de semana ha estado presentándose en escenarios de Xalapa (Veracruz) y en el conocido club Mamá Rumba de la capital mexicana. Además, impartirá una clase magistral en el Colegio MAP, en Puebla.
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Luego, tras una breve estancia en La Habana, partirá a inicios de diciembre hacia Europa, donde ofrecerá varios conciertos. España y París serán esta vez los destinos del artista, que agradece poder tener un cierre de año con una intensa agenda profesional, “algo que es difícil, porque estos son tiempos complicados para salir con todo el equipo y toda la orquesta desde Cuba”.
Pero, más allá de lo inmediato, Alain encara con entusiasmo proyectos en perspectiva para el próximo año, como la salida de un nuevo disco y su participación en la muy publicitada —y polémica— visita de Norah Jones a La Habana.
“Ahora mismo ando con muchos deseos de empezar a grabar mi nuevo disco, al que tengo pensado ponerle Bingo y del que ya tengo el repertorio, siempre de la mano de mi padre Gradelio Pérez”, adelanta a OnCuba.
El álbum, que el músico desea tener listo antes de mayo y presentar a los Grammy Latinos y al premio Cubadisco, está en fase de negociación con la compañía Altafonte y tendrá temas de compositores habituales en su trabajo, como su padre Gradelio y el también espirituano Juan Antonio Gómez.
A ellos se une ahora su hermano Rainer, que a decir de Alain “anda inspirado” y “tiene del poeta que es mi padre y también la frescura de su edad, y está más conectado con el lenguaje actual”.
¿Cuál será el concepto musical del nuevo disco? ¿Seguirá la línea que ha venido trabajando o introducirá cambios en tu manera de asumir la música?
La verdad es que a mí me gusta cambiar, me gusta emigrar a través de la música. Yo creo que es por lo que me ha tocado vivir, por mis experiencias fuera de Cuba; por poder colaborar con tantos artistas, aprender y enriquecerme de otras formas y otras tímbricas, de otras culturas.
Eso me lleva siempre a buscar algo distinto, a proponer algo nuevo; aunque siempre dentro de nuestras raíces, porque el fundamento de lo que vengo haciendo con la orquesta es música cubana: música bailable cubana.
En este disco van a aparecer otras sonoridades, incluso tendrá algunos guiños a la música actual, urbana, de sonoridad, no de palabra. También a la música gospel y a la influencia del flamenco, a esos matices melódicos y armónicos que cada vez aparecen más en mi música y que me van saliendo de forma orgánica, pero siempre desde la voz del sonero, desde la voz cubana, desde nuestra identidad.
Siempre apuesto por proponer algo fresco y así será en este disco. Me interesa la frescura, encontrar un motivo que conecte con el público, pero que a mí me haga feliz, que a mí me llene, que a mí me convenza musicalmente, porque estoy comprometido con hacer buena música, con llevar al público un mensaje cuidado, desde una perspectiva actual, contemporánea, popular, pero bien hecho.
Eso me parece primordial, porque creo que hay que hacer un saneamiento de la música cubana, de la vulgaridad y la superficialidad y otros males que la están afectando.
Como artista, pareces tener claro lo que quieres lograr con tu música…
No es que siempre haya sido así, pero siento que estoy empezando a madurar cada vez más lo que quiero decir en la música, a ser más exacto con lo que quiero lograr. Me siento más cerca de mi voz interna. No me interesa copiar fórmulas ya hechas. Eso quizá sea lo más fácil para llegar al éxito, pero es un camino sin autenticidad.
Humildemente, yo soy un estudioso de la música, y sé cómo es la música de Arsenio Rodríguez, cómo es la de Chucho Valdés, cuál es la fórmula de Irakere, o la de NG La Banda, o la de Los Van Van, o la de la Charanga Habanera. Podría hacer como hacen otros, copiar fórmulas: quiero sonar más charanguero y hago música como la Charanga, o quiero sonar más timbero, y uso entonces la fórmula de NG, y a lo mejor mañana estoy pega’o; pero ese no es mi interés como artista, ni lo ha sido nunca.
Entonces me la jugué siendo lo que yo soy, con humildad, con sinceridad, con cubanía, y también con estudio, con los años que uno tiene ya de experiencia. Gracias a ella ya uno sabe lo que quiere y lo que está haciendo, y tiene una identidad.
Con el arsenal del que has bebido y las figuras con las que has trabajado, las corrientes e influencias que te han marcado, ¿cuál es el centro de tu música?
Mira, yo salí de mi casa prácticamente a trabajar a los 9 años. A esa edad salí de Manaca Iznaga, en Trinidad, a cantar con el grupo Cielito Lindo, en Cienfuegos. Dejé la casa de mis padres, mi pueblo, que fue donde primero me enamoré de la música, y donde bebí de una tradición, y me quedé en la casa de Enrique Pérez, que era el director de Cielito Lindo. Desde entonces no he parado.
Toda mi vida ha sido la música. Entré al Conservatorio, de ahí a la ENA, de la ENA para Irakere, que se dice fácil, pero es una cosa tremenda; luego a la orquesta de Isaac Delgado, de ahí para España con Paco de Lucía, con Celia Cruz, con Enrique Morente, con grandes músicos que llegaron a mi vida en un momento y se han quedado para siempre. Son muchos años, la verdad, pero son años que me han hecho quien soy.
Con todo ello, hay algo que me parece muy importante y que es central en mi música: esa esencia transparente de identificarme con lo más genuino, con lo más tradicional, con lo más puro. Esa esencia no la pierdo nunca. Eso es algo que no es forzado, está en mí. Es una bendición decir: “yo soy esto primero que todo”. Yo soy un guajiro, yo soy un sonero, yo soy un guarachero, yo soy un rumbero. Esa esencia la tengo clara.
Lo que sucede es que, gracias a Dios, la vida me llevó al mundo de la música y yo, con toda la humildad, le he abierto mis brazos, siempre como músico cubano, desde la perspectiva de un músico cubano.
Más que un músico, eres una especie de todoterreno musical. Cantas, tocas varios instrumentos, produces, arreglas, diriges tu propia orquesta… ¿Cómo conjugas todas esas funciones? ¿Cómo ha sido ese proceso de formación?
Uno se forma poco a poco como artista y va aprendiendo, va experimentando, se va expandiendo. Pero hay una cosa que sí nace con uno, que es lo natural, lo propio.
Yo me subí al escenario y nadie me dijo cómo tenía que moverme, ni cómo cantar, ni cómo bailar. Eso nació conmigo. Pero a través de los años, del estudio, de la escuela, de la disciplina, de la experiencia, uno crece, se desarrolla, evoluciona, a partir de lo que uno es de manera natural, de esa esencia y esa tradición que uno trae consigo.
Ahora bien, lo tradicional es la base, pero tiene límites, y para crecer hay que ir más allá. Estás obligado a carabina a hacerlo para que tu música se expanda, para que crezca tu lenguaje. Hay que conocer y estudiar otras corrientes, la música clásica, el jazz, la llamada música del mundo, el flamenco… Todo eso hizo que ese músico tradicional de Manaca Iznaga, que es Alain Pérez, se haya convertido en lo que es hoy.
Y sí ha sido un proceso de a poco. Inclusive ha crecido con los años, se han ido incorporando cosas en cada una de mis etapas. El músico que soy, el artista que soy, ha crecido con la persona.
El dominio de diferentes especialidades, de diferentes instrumentos, es resultado de ese crecimiento, de esa evolución, y en ese proceso el interés también ha sido y es fundamental, porque si no hay deseo, si no hay interés, si no hay disciplina, si no hay respeto, si no hay amor por lo que haces, por la música en general, no llegas a ese saber y a esa evolución, ni la música llega realmente a ti.
A lo largo de tu carrera has ganado premios como el Grammy Latino, o el Latino de Oro, en España. ¿Qué representan los premios para ti? ¿Los consideras un medidor del éxito de tu carrera?
Los premios son importantes, pero no dejan de ser una sorpresa, al menos para mí. Es como que nunca estoy preparado para ellos, sinceramente, porque no trabajo para eso. Ese no es el sentido de lo que hago. Pero cuando llegan es muy bonito, muy gratificante, porque después de un tiempo de vida y de carrera, quieren decir que ese tiempo ha significado algo más allá de ti, ha significado algo para otras personas, para la música.
Para mí la música, mi carrera, más que una vía para ganar un premio o ser famoso, siempre es un reto: el reto de encontrar motivación, deseos, fuerza para seguir adelante, para seguir haciendo, para seguir ofreciendo lo que hago a la gente.
En un documental que recientemente compartí con la cantante española Silvia Pérez Cruz nos preguntaban qué era el éxito para nosotros, y es verdad que el éxito tiene muchas maneras de manifestarse, y que todo el mundo no lo ve de la misma manera, pero para mí el éxito está en sentir ese deseo cada día, esa motivación de seguir haciendo música, de hacer lo que me gusta.
Yo disfruto lo que hago. Qué difícil es, qué jodido es, pero me llena y lo necesito. Ese es el éxito para mí.
Ya que lo mencionas, ¿puedes contarnos sobre ese proyecto con Silvia Pérez Cruz?
Es algo que ya hicimos. Es una serie documental de cuatro capítulos que se grabó en una isla que se llama Don Simón, pegada a Vigo, en España, un lugar increíble. La serie va de grabar el proceso de creación de una canción entre dos artistas, y en el último capítulo ese dueto lo conformamos Silvia y yo.
Nosotros teníamos en común que ella conocía Cuba, había estado aquí varias veces, nos conocíamos personalmente, y ese vínculo se aprovecha. Pero todo se hace desde cero. El proceso creativo de escribir una canción juntos se graba, se documenta, y al final vienen los músicos, montamos esa canción y la tocamos en vivo en un concierto. Todo eso con un recorrido de entrevistas, con preguntas, con historias de la isla.
Fue una experiencia muy bonita, con un despliegue de producción increíble. Se grabó para la televisión española y es muy posible que llegue a Netflix. Ahora mismo está en postproducción y debe transmitirse cuando ya esté lista toda la serie.
Otro proyecto en el que estás involucrado, pero este aún en planes, es la visita a Cuba de Norah Jones. ¿Cómo llegaste ahí y qué pasará contigo?
Al parecer ella pidió que yo estuviera en el programa. Es lo que me han dicho, que ella pidió escucharme, lo cual, imagínate… Todavía no sé bien cómo fue la cosa, pero parece que alguna referencia mía le llegó. A lo mejor conocía de mi trabajo con Paco de Lucía, supo que estaba en Cuba, y le interesó sumarme al proyecto.
Creo que esa libertad con la que me enfrento a la música, que asumo como artista, que conlleva arriesgar y experimentar a la hora de hacer música, te conecta con otras personas y artistas que tienen tu misma proyección, ese mismo espíritu, aunque se manifiesten a partir de otros géneros, de otras sonoridades. Al final es eso.
Y estoy muy contento, la verdad, de poder ser parte de esta experiencia. Ojalá y Dios quiera que todo salga bien, para que ella pueda estar con nosotros aquí, porque como quiera que sea es una gran motivación. Es un motivo de brillo, de satisfacción, que Cuba sea escogida para algo así, a pesar de todos los problemas que tenemos, para seguir haciendo música, para mostrar lo que hacemos, para intercambiar y experimentar como artistas y recibir aquí a una figura tan reconocida como ella.
Imagínate si terminamos haciendo un tema juntos. Sería maravilloso, la verdad.
Buena parte de tu carrera la has pasado integrando agrupaciones lideradas por otros artistas, pero ahora tienes tu propia orquesta, para hacer tu música…
Así es, y estoy contento porque ahora mismo tengo una orquesta prácticamente nueva. Yo soy un formador, un educador. Siempre músicos nuevos, gente joven, van pasando por la orquesta, por mis manos, y ese trabajo de formación también lo disfruto.
En estos años por la orquesta han pasado y han salido músicos increíbles que luego se han ido moviendo, han hecho sus proyectos, se han radicado en otros países. No es un secreto que la emigración es un fenómeno muy presente en Cuba, que afecta a todos los sectores, y la música no está exenta de esa situación.
A pesar de eso, estoy muy contento con la orquesta, porque siempre salen talentos acá en Cuba, siempre sale gente joven, músicos que, por suerte para mí, están conectados con mi forma, con mi lenguaje, con mi energía, porque en la música también es muy importante la energía, el sentimiento, el espíritu. Y es bueno a estos muchachos, a estos músicos jóvenes, hablarles de eso, del compromiso, del sentimiento.
No es solo saber tocar bien y cumplir con el trabajo. No puede ser así. Es necesario ir más allá. Tiene que haber un compromiso con esa energía, con esa espiritualidad que se transforma en música, que se transforma en verdad, en nuestra verdad.
La música no es una mera profesión, es una manera de reflejar esa verdad, de irradiar esa espiritualidad y ese sentimiento. No es algo que se hace y ya; es algo que se siente.
Hablaste del impacto de la emigración para la música cubana y, en particular, para tu orquesta. ¿Cómo lidias con esa renovación forzosa de los músicos para mantener el sello y la energía de tu proyecto musical?
No es sencillo. Lo he podido ir haciendo anticipándome. Todo el tiempo yo voy buscando, voy fijándome, voy captando posibles nuevos músicos para mi orquesta, jóvenes que puedan suplir a algunos de mis músicos si mañana no siguen conmigo, y que en un momento dado puedan estar al nivel que mantengo en mi orquesta, o que ya entienden lo que yo defiendo, que tienen una sintonía y una química con mi música.
Por ejemplo, el pianista que tengo ahora entró en el lugar de Andy García, que creció conmigo siete años en la orquesta y se convirtió en una estrella. Llegó recién egresado, verdecito, con muchos bríos, muchas ganas, muy sensible, muy talentoso, y fue puliéndose y creciendo en ese tiempo que estuvo en la orquesta.
Hace como cuatro años se subió un chamaco a tocar el piano en uno de los conciertos, era un niño, tenía como 15 años, y yo pregunté quién era, y me quedé conectado con él al momento. Ese muchacho, Josué Puig, es hoy el pianista de la orquesta. Fue quien sustituyó a Andy.
Debe ser un poco frustrante tener que pasar por ese proceso una y otra vez…
Un poco, sí. Es agotador, pero ¿sabes qué?, al final termino agradeciéndolo, porque es renovador también, y como que se resetea uno mismo con esos músicos nuevos que llegan a ti, con sus propias formas, con sus influencias.
Hay que tener el espíritu y la vocación para enseñar, y formar, y a la vez estar abierto a recibir. Y al final, cuando se van, no es que se pierdan. Es música cubana que irradia al mundo, y es gratificante saber que uno también puso algo de su saber y de su sentimiento en esos músicos.
No es sencillo, porque son muchachos jóvenes que al principio puede que no entiendan por qué soy tan exigente con querer algo en específico: esto suena así, caballero, y hay que tocarlo así, este es el lenguaje, está es la estética y esta es la energía que lleva, y, claro, esa presión para ellos al principio puede ser dura.
Pero yo siempre les pido que entiendan que mi deseo es que salgan preparados para el futuro, que allá donde vayan estén preparados y al nivel de un músico profesional sin fronteras, que puedan asumir cualquier reto en la música y que pongan en alto con su trabajo a la música cubana.
Entonces ellos experimentan eso y me lo agradecen cuando pasa el tiempo, porque se dan cuenta de que es así. Toda esa exigencia tiene un motivo y un sentido. Y eso es bonito, es reconfortante, aunque tenga que volver a pasar por ello cada cierto tiempo.
Muchos artistas, especialistas, y personas en general, se muestran preocupados por el momento actual de la música en Cuba. ¿Compartes tú también esa preocupación? ¿Cuál es tu percepción de lo que está pasando?
Está difícil la cosa. Es una situación que sí preocupa, no sé si a todo el mundo, pero a mí sí me preocupa y a otros músicos y amigos, a gente conocedora como Alden González, que hace unos días sacó una publicación en Facebook lamentando que los 45 años de Son 14 pasaran prácticamente inadvertidos en Cuba, y también a gente que conozco que son genuinos representantes de la música cubana.
Es una preocupación común y lo hemos conversado, de cómo mantener la fuerza de nuestra música, la que es auténticamente cubana, y cómo seguir llegándole al público, a los jóvenes.
Es complicado porque tenemos que lidiar con muchas cosas, con el mercado, con los mecanismos de divulgación, con el mismo escenario social y cultural del país. La música urbana se puso de moda de una forma tremenda, y no digo que dentro de ese género no pueda haber cosas buenas, pero también hay una degradación visible en la sociedad, en general, no solamente en Cuba, sino en el mundo, y el mensaje de una parte de ese tipo de música incide en eso, y aquí también lo sufrimos.
¿Por qué crees que ha ocurrido o, más bien, sigue ocurriendo ese fenómeno?
Son varios factores, como te decía. También hay un fenómeno sociocultural detrás de eso, porque creo que el latino nunca había tenido una música como de discoteca, una música de la noche, como lo fue en su momento el disco, el techno, pero nunca había sido una música latina, y el reguetón irrumpe en ese espacio con su ritmo latino, que es africano al final, y que es pegajoso, es contagioso, y se ha globalizado tremendamente.
El reguetón es música electrónica, no acústica, y por eso es música de discoteca, de la noche, y por eso es la música de los chamacos, de la juventud. Y no está mal, porque ese tipo de música siempre ha existido; el problema está en el lenguaje.
Al final, aunque sea música electrónica y para discotecas, los temas de reguetón son canciones que trascienden esos lugares, que se pegan también a nivel social, que tienen ya un peso en la industria y ganan premios importantes.
Y esos artistas, esos cantantes, aunque a más de uno haya que ponerlos entre comillas, al final son comunicadores, están transmitiendo un mensaje, que no es el mejor, y están destrozando no solo la música, sino también la sociedad con ese mensaje.
A mí y a muchos amigos eso nos preocupa, pero el fenómeno ha ido calando en la gente, y eso tiene un impacto no solo inmediato, sino también a largo plazo. Deberían estar prohibidos todos los vulgares, porque eso degrada al país, a la cultura.
¿Qué puede hacerse ante este escenario y, en particular, qué podrían hacer los artistas que, como tú, defienden la música popular cubana?
Mira, en todas las épocas la música bailable cubana fue siempre la primera para la gente, para la juventud también. Siempre hubo gustos por otros géneros y corrientes, por la música disco, la música estadounidense, el pop, en fin, pero salvo algunos momentos, como cierta desconexión que hubo en los años 70, nuestra música popular, nuestra música bailable, siempre ha sido la primera en Cuba, en el gusto de la gente, en popularidad, en su presencia en los medios, y ya no ocurre así.
Eso se ha descuidado. La llegada del reguetón, de la música urbana, de verdad ha desplazado nuestra música, al menos en una gran mayoría de espacios y de públicos. Hasta los intelectuales oyen reguetón, que es mucho decir.
También hay una responsabilidad de los músicos. Por la parte que nos toca tenemos que actualizarnos, tenemos que experimentar, que renovar, que buscar fórmulas y caminos nuevos, frescos, pero manteniendo siempre la esencia de lo que hacemos y el respeto por la música cubana.
Y tenemos que conectar más con la gente, ir a la gente, estar siempre al tanto del bailador, de la sociedad, como hacía Formell, como hacía Adalberto, y hacían otros grandes, y a partir de ahí sacaban temas que se pegaban.
Tampoco es que seamos tantos como en otras épocas, en las que había un movimiento muy fuerte de orquestas, de agrupaciones de música popular bailable. Hoy somos menos, me parece. Hay orquestas de muchos años que son clásicos, que tienen su sello y han marcado la música cubana, como Los Van Van, como La Revé, como Isaac, como Paulito, cada uno con su estilo.
Pero gente joven que conecte con el público a partir de la música bailable cubana, la verdad, no hay mucha, ni siquiera en mi generación, que tampoco somos ya unos chamacos. Y eso no pasaba antes.
Creo que ha caído un poco el deseo, la motivación esa de la que te hablaba, de seguir conectados a esa música nuestra, de seguir haciendo discos y pegando temas. Y nos toca a los que estamos mantener viva esa motivación y contagiar a los que vienen detrás.
También que se nos hayan ido esos grandes así, prácticamente uno detrás del otro, Formell, Adalberto, Puppy, El Tosco, entre otros, ha dejado un vacío tremendo, un vacío que se siente, y que nos toca a los que estamos tratar de llenar, con mucho respeto por lo que ellos hicieron y por lo que representan, porque su música es inmortal.
Mientras muchos artistas han salido y siguen saliendo de Cuba, Alain Pérez regresó y desde aquí ha buscado seguir proyectándose al mundo. ¿Por qué?
Porque lo decidí así, esa fue mi voluntad.
Yo me radiqué en España con 23 años, porque me ofrecieron un contrato discográfico para grabar un disco propio, que es El desafío, con mis canciones, con mis arreglos, con una propuesta musical ya propia, aunque todavía estuviera verde como artista.
Y a partir de entonces, a raíz de ese disco, comencé una carrera en la que crecí personal y profesionalmente fuera de Cuba, a partir de las vivencias que tuve ahí, de los grandes artistas con los que toqué y compartí, pero manteniendo también mi carrera en solitario.
La gente piensa que yo empecé a cantar cuando regresé a Cuba, pero desde antes yo ya estaba cantando, porque yo siempre canté, nunca dejé de hacerlo, aunque durante un tiempo estuviera más centrado como instrumentista, o como productor.
Entonces, después de la muerte de Paco de Lucía, con quien yo estaba trabajando, sentí que era el momento de reafirmar mi propia carrera como artista. De una vez y por todas. Y sentí que España no era el lugar para hacerlo. Ni tampoco lo era Miami o Puerto Rico, sino Cuba, mi país, con mi gente.
Hace siete años, cuando volví, mucha gente en Cuba no me conocía. Yo había tocado con Irakere, con Isaac Delgado y había construido una carrera a nivel internacional, pero acá la gente se preguntaba: ¿y este quién es? ¿De dónde salió ese blanco con el pelo largo, y la trenza, y el bastón? Sin embargo, poco a poco mi música y mi proyecto se han ido conociendo, gracias a Dios y al trabajo que hemos venido haciendo.
Que en Cuba se conozca y reconozca mi música representa mucho para mí, por lo que fue y lo que es. Lo que fue Cuba, por la tradición y su rica historia musical, y lo que sigue siendo, aun con todas las situaciones y problemas que haya.
Si yo soy de aquí, por qué no puedo decir lo mío desde mi tierra. Yo quiero hacer música, mi música, con mi esencia y con mis ideas, y creo que Cuba es el mejor lugar para poder hacerla.