Hay muchos muchachos en el patio del Museo Nacional de Bellas Artes. Da que pensar y uno se imagina que muchos desconocen en realidad quién es la artista que subirá al escenario en breve. Han venido también actores, presentadores de televisión, trovadores, cantautores, gente del show business habanero, faranduleros… El mundo cabe en el patio de Bellas Artes.
Cuando llega al escenario esos mismos muchachos reciben con entusiastas aplausos a la cantautora que los (nos) identifica. Quizá porque se saca el corazón para cantar. A lo mejor porque es exitosa sin tener que “pegar” todos los meses un hit. Probablemente porque siente un gran amor por esta isla; el amor que le inculcó su padre Cástor desde hace tantos años. O porque es inspirador ese aire hippie, de chica “desordenada”, de antidiva con mirada luminosa, como ya la han calificado.
Rompe a cantar en catalán con una vieja canción. Saluda. Agradece. Sonríe. Se acomoda el pelo. Vuelve. Una versión de “Tonada de luna llena”, del venezolano Simón Díaz te va atrapando. Se aleja del micrófono. Permanece sentada. Luego llegarán otros temas de su autoría, versiones, pero cuando a mitad del concierto retoma los temas de su álbum “En la imaginación”, aquel que grabó en 2011 con Javier Colina. Entonces el público, es decir, nosotros, ya hemos conectado con “el fenómeno”.
El 11 de noviembre tiene especial significado para ella. Este día su padre hubiera cumplido 67 años. La noche es para rendir homenaje: nombra a la gran Marta Valdés, evoca a María Teresa Vera y el público la acompaña en pleno con “Veinte años”.
Nos dice que conoció a Silvio Rodríguez, que lloró al saber de esa oportunidad y acto seguido canta un fragmento de “Rabo de nube”. Alguien nos recuerda que Pablito está hospitalizado, en una condición estable. El mundo está con él.
Casi al final, cuando ni el deficiente audio, ni el bullicio, han logrado romper la conexión, ella convoca a otros amigos, entre ellos Roly Berrío. Los abraza, los besa. “Es demasiada emoción”, confiesa.
Termina el concierto y uno cree que en el patio de Bellas Artes ninguno de los presentes ha sentido el peso de los días tremendos que hemos pasado… y los que llegarán. Eso que se llama música y esta chica catalana han ayudado a soltar el pesimismo y sentir un poquito de paz.
Tiene casi 40 años y es una artista respetada en España, adorada en buena parte de América Latina y mimada en Cuba. Se llama Silvia Pérez Cruz.