Algunas madrugadas de su niñez, Jessie Valdés se levantó y encontró a su padre trabajando. “Lo veía con una vela, escribiendo partituras para saxofón, para piano…”. Junto a su hermana Leyanis, era chiquito cuando empezó a oír Irakere. “Íbamos al Estadio Pedro Marrero que era donde ensayaba mi papá habitualmente. Lo veíamos estudiando las 24 horas del día. Cuando estaba en casa escuchaba música de Oscar Peterson y de mi abuelo Bebo”, cuenta ella. Son los hijos de Chucho Valdés.
Jessie, el menor, es baterista. Leyanis se graduó de música clásica y ha seguido la ruta emprendida por su padre al defender la esencia del latin jazz. Jessie está más apegado a la sonoridad de la música tradicional cubana. Son montuno, danzón, cha cha chá, rumba, ritmos afrocubanos, que él fusiona con elementos, timbres y efectos electrónicos.
Leyanis, ¿estudiaste piano por decisión personal o porque querías seguir el camino de tu padre?
Fue una decisión muy personal. Siempre me gustó el piano. Lo veía como un juguete. Me acerqué sola al instrumento. Mi papá me enseñó algunas cosas de oído pero la decisión de entrar a la escuela fue mía. Me acuerdo de que mi tía Miriam, que prepara a los muchachos para ingresar en las escuelas de arte, me dijo que tenía condiciones y eso me indicó el camino a seguir.
Como todos los pianistas cubanos comencé a estudiar música clásica. La escuela me cambió completamente el punto de vista y la mentalidad. En Amadeo Roldán empecé a escuchar el jazz, una música profunda que te lleva a razonar y a preguntarte el por qué de las cosas. Siempre tuve el bichito por la música popular. Tanto en Manuel Saumell como en Alejandro García Caturla quería formar grupos femeninos de música popular.
No les sucedió como a otros niños, que ensayan distintas manifestaciones hasta que descubren su vocación…
Jessie: Yo me escapaba de la escuela para jugar baloncesto. Perdí mucho tiempo con ese deporte. Lo practicaba incluso cuando comencé a estudiar piano en Caturla. En el preuniversitario querían que integrara el equipo de Capitalinos.
Ese es un sueño lejano que tuve pero mi papá me haló las orejas y me dijo que me concentrara en la música. Yo me di cuenta de que era parte de mi proceso de búsqueda. Al final, seguí el camino de la música aunque el básquetbol es uno de mis hobbies para desestresarme.
Para un niño es duro someterse en la academia a un horario rígido, muchas horas de estudio, una gran disciplina. ¿Cómo les fue teniendo en casa a un maestro como Chucho Valdés?
Leyanis: De hecho mi papá, desde que yo era muy pequeña, con cinco o seis años, me estaba educando en el tema de la disciplina porque cada vez que iba alguna visita a la casa él me pedía que tocara algo y cuando me equivocaba me decía que practicara más. La disciplina para estudiar el piano surgió antes de entrar a la escuela.
Jessie: El piano no me gustaba mucho. Me ponía a estudiar pero me llamaba más la atención la percusión. En quinto grado cambié el piano por la batería. Siempre fui muy intranquilo y andaba con unas baqueticas. A partir de ahí pude desarrollarme más en el instrumento que me gustaba.
Vencí las escuelas Caturla, Amadeo. No debo dejar de mencionar a Roberto Concepción, un excelente profesor al que le debo parte de lo que soy hoy. En esa última etapa de mis estudios estuve viviendo cinco años con mi padre y fue muy exigente conmigo. Me mandaba a estudiar todas las noches. Yo se lo agradezco mucho. Además, él es un ejemplo para nosotros porque actualmente estudia todos los días.
Para nosotros a veces es difícil que nos digan: “Son los hijos de Chucho”. Al principio, me daba un poco de pena que se supiera pero luego cambié mi mentalidad completamente. Hoy nos sentimos orgullosos de ser hijos de Chucho Valdés. Nuestra meta es respetar sus patrones musicales, seguir la tradición que él y Bebo han trazado desde la buena música y la composición.
¿Alguien en la familia te inspiró para estudiar percusión?
Cuando era chiquito miraba a Enrique Plá en los ensayos de mi papá y me sentaba a su lado a verlo tocar. Una vez, mi papá se fue de viaje y me trajo una batería pequeñita. Me dijo: “Vamos para La Tropical y voy a poner tu batería al lado de la de Pla”. Me senté junto a él, sin saber lo que estaba haciendo. Ese mundo me fue atrapando hasta que le confesé a mi papá que quería estudiar percusión.
¿Cuánto los enriqueció continuar estudios en el extranjero?
Leyanis: Entre 1999 y 2004 estudié en la Universidad Superior de Música Clásica Lucas Marencia, en Milán, Italia. Participé en alrededor de seis concursos internacionales donde obtuve el primer premio. Allí aprendí muchísimo. Fue una experiencia extraordinaria porque tuve la oportunidad de ver niños de 8 o 9 años tocar conciertos de Sergei Rachmaninoff. Pude competir con esos genios, y alcanzar esos resultados fue bastante gratificante.
Jessie: Para ingresar en esas escuelas nos hicieron pruebas de aptitud. En 2013 me aceptaron en un curso de verano en el Berklee College of Music, de Boston, Estados Unidos. Allí recibí clases de excelentes profesores como Neal Smith, quien imparte bebop el jazz tradicional. Los profesores de la escuela me enseñaron desde armonía hasta solfeo. Aproveché el tiempo, disfruté los seis meses del curso y absorbí todo lo que pude del jazz.
Ya graduados de nivel superior, ¿qué caminos han transitado?
Leyanis: Mi primera experiencia fue en Gala Mayor, una etapa muy bonita de alrededor de dos años, pues en el grupo de Alejandro Mayor había músicos como Michel Herrera y Alberto Miranda. Estuve un tiempo en el grupo de Orlando “Cuba Jazz”. Participé de los inicios de la fundación del proyecto de Michel Herrera. Después seguí mi camino como pianista solista.
En 2008 viajé a Islas Gran Caimán donde estuve alrededor de cinco años y formé parte del proyecto de Gary Ebanks Jazz Band. Trabajé en varios festivales de jazz con músicos jamaiquinos, norteamericanos y caimaneros.
Jessie: Comencé en un grupo de música tradicional cubana. Después trabajé en el proyecto Santa Habana de Melvis Santa. También pasé por el grupo de Orlando “Cuba Jazz”. Después integré el proyecto de Michel Herrera. En 2013, cuando regresé de estudiar en Boston, mi hermana y yo empezamos a desarrollar nuestro proyecto.
¿Cuántas veces han compartido escenario con su padre?
Leyanis: En 2015 tuvimos dos presentaciones con nuestro padre en el Festival Internacional de Jazz en Boll Damm, en Barcelona. A principios de este año, 2017, estuvimos en Nueva York donde realizamos dos conciertos dedicados a Chico O’Farrill y a mi abuelo Bebo. De ahí salió un disco. Fue una experiencia muy positiva que nos ha marcado en todos los sentidos pero en el aspecto musical significó un cambio radical.
¿Cómo surge la idea de hacer el disco Valdés Brothers que presentaron recientemente al público nacional?
Leyanis: Nosotros dos llevábamos alrededor de cuatro o cinco años componiendo y no sabíamos qué hacer con esa música. Poco a poco, fuimos madurando nuestras composiciones. Llegamos a la conclusión de que debíamos grabar un disco.
Hicimos un demo y se lo presentamos a mi papá. A él le encantó y eso nos dio esperanza. Presentamos el proyecto en el Instituto Cubano de la Música y nos aprobaron que lo grabáramos con el sello Colibrí, que nos abrió sus puertas.
Con este, su primer fonograma, acaban de recibir una nominación al Cubadisco 2017. ¿Qué expectativas tienen?
Jessie: Estar nominados es una alegría inmensa para nosotros. Nos sentimos muy contentos y queremos agradecerles a todos los músicos que participaron en este disco: Alexander Abreu, Yaroldy Abreu, Edgar y Yandy Martínez, Yoandry Argudín, Julito Padrón, Adonis Panter y Rubén Bulnes, del grupo Osaín del Monte.
Participaron en la celebración por Día Internacional del Jazz, ¿qué significó para ustedes haber sido testigos de ese acontecimiento en Cuba?
Leyanis: Me llevé un mensaje positivo porque el jazz se puede utilizar como medio para sensibilizar a las personas, cultivar la amistad, la comprensión, la unión –que hace mucha falta ahora mismo. Después de haber asistido al concierto All-Star en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, tengo deseos de seguir trabajando.
Fue muy bonito ver el dúo de mi padre con Gonzalo Rubalcaba, el respeto que se tenían los dos, tocando en un mismo piano. No había ningún tipo de rivalidad entre ellos. Ojalá siempre fuera así porque el jazz es comunicación, es alegría. Eso me dejó muy conmovida.
¿Qué planes los entusiasman ahora?
Jessie: Estamos componiendo nuestra música. Vendrá otro disco, y quizá otros premios. Hay que pensar en positivo siempre. Seguimos trabajando fuerte, sin parar, sin detenernos y sin dejarnos caer por nada ni por nadie. Lo que más nos gusta es disfrutar la música y ese es el camino en el que nos vamos a mantener.
Sin dudas chucho es un talento de la musica y la cultura cubana y de esos tenemos bastante en todos los generos musicales