El último piso del hotel Langford en el centro de Miami está ambientado al estilo neoyorkino: almohadones y sofás en los bordes y un gran espacio al centro. Es ahí donde grupos de jazz, de pop rock o de música alternativa cubana tocan cada fin de semana.
Las personas que van del bar interior a la terraza, trago en mano, pueden conversar, bailar, socializar con la propuesta cultural del Vedado Social Club (VSC), donde en una misma noche se pueden escuchar temas de Habana Abierta, Van Van, Carlos Varela o Silvio Rodríguez, hasta artistas cubanos emergentes como Cimafunk o Nube Roja. Todo eso a pocas cuadras de los bits electrónicos o backgrounds reguetoneros de una noche de viernes miamense.
Desde el año 2012, el VSC ha trabajado con artistas cubanos en Miami: Descemer Bueno, Kelvis Ochoa, Interactivo, David Blanco, entre otros de una larga lista. Su propuesta es de doble vía, pues también han llevado músicos de Miami a La Habana.
Juan E. Shamizo, de 44 años, es uno de sus fundadores, DJ desde los 15 y con más de 25 años abogando por lo que él considera “la buena cultura cubana”.
“El Vedado Social Club es un proyecto cultural que promueve la música alternativa cubana, artistas emergentes y otros consagrados undergrounds que no entran en los circuitos más comerciales”, dijo Shamizo.
Pero poniendo en contexto la historia, tener una lista de canciones como la del VSC en Spotify y ponerla cada noche en una ciudad como Miami, dada a los extremos políticos, no es una tarea fácil.
¿Cómo lograr un proyecto cultural como el del VSC en Miami?
Al principio mucha gente nos escribía, gente extremista que nos decía horrores. Entonces decidimos crear una red de comunicación que se mantiene al margen de lo popular y de las personas a las que no les interesa lo que hacemos. La red funciona a través de email, WhatsApp, Instagram. De manera que podamos redirigir la información a la gente que nosotros queremos y la que, de verdad quiere consumir lo que hacemos, un proyecto de música cubana alternativa, no importa en qué lado ni en qué orilla estén los artistas.
Nos hemos mantenido lo más alejados posible de la política. Lo que hacemos es por la música, por la añoranza de lo bueno que tiene la cultura cubana. Desde el principio obviamos trabajar con radio, televisión o prensa. De todas formas no necesitamos ir ahí a buscar nuestro público, porque esas personas se acercan a nosotros porque les gusta lo que les proponemos. No nos interesa ahondar en lo que nos ha dividido por 60 años a los cubanos.
¿Cómo puede alguien ser miembro del VSC?
Una vez que tienen acceso a esta red, por Instagram o por el “boca a boca”, las personas se informan sobre conciertos y venta de tickets incluso antes de que salga públicamente, y se les garantizan descuentos. Para la membresía no hay que pagar nada ni es necesario formalizar una solicitud. Es sencillamente venir y consumir lo que hacemos, dejarnos una manera de contactarlos: correo electrónico o teléfono.
No nos interesa la masividad, sino que gente con los mismos gustos encuentren una oferta exclusiva y diferente. Nos gusta brindar espacios donde la gente pueda conversar, socializar, tomar un trago y escuchar buena música.
¿Cómo surge la idea de un proyecto como este?
Lo creamos un grupo de amigos, como un proyecto cultural con el objetivo de traer a la ciudad un poquito más de la cultura cubana alternativa emergente. No lo que está de moda, básicamente el reguetón o la salsa, sino artistas que ofrecen más contenido y tienen perspectivas de crecer. Nos enfocamos más en los artistas cubanos, rock, pop rock, funk, todo lo que tiene que ver con esos géneros. Así sean artistas más viejos, que nunca fueron trending en su época en Cuba sino más underground, por ejemplo, Habana Abierta, Cuba Libre y propuestas más emergentes como Cimafunk o Nube Roja.
¿Cómo defines con qué artistas trabajar?
Muchos de nuestros miembros nos siguen porque aquí pueden escuchar temas que prácticamente no pasan en ningún otro lugar de la ciudad. En medio de la noche puedes oír rock and roll, Bob Marley, Queen, y Yerba Buena, Habana Abierta, los López-Nussa, Cimafunk…, etc. El otro público que oye música urbana y a Justin Bieber ya tienen muchísimos espacios en Miami, y no es el público que hemos estado cultivando y que ha crecido con los años.Somos un grupo de amigos. Siempre que sale algo nuevo al mercado lo escuchamos y nos influenciamos uno al otro, lo comentamos. Nos fijamos en la tendencia, pero también en nuestro gusto.
Los primeros eventos los hacíamos en una azotea en Wynwood, rodeados de obras de arte de artistas cubanos…, y en la noche, luego de bailar un tema de Van, se podía escuchar un clásico como “Causas y azares”.
Era muy raro encontrar a Silvio Rodríguez, con “Causas y azares” en Miami en el medio de una fiesta. Lo poníamos porque nos gustaba, todos éramos amigos, nos conocíamos de El Vedado en La Habana. Eran muchas buenas energías pasando a la misma vez.
En aquel entonces se llamaba Dance Tutorial. Pero cuando vi que aquello era una fiesta de amigos que tenían gustos similares por la buena música, por el arte, entonces supe que se convertiría en algo más, en un proyecto que expone y defiende la cultura cubana alternativa. No la cultura más comercial, con la que se puede hacer incluso más dinero aquí en Miami, sino aquello que sea más artístico.
Desde fuera, cualquiera podría pensar que es un club elitista, ¿se lo han dicho alguna vez?
Sí. Sobre todo por las características de las personas que entran a nuestras fiestas. Si la persona que llega desea un ambiente de otro tipo, buscar tres mujeres, o buscar otro tipo de cosas, enseguida te das cuenta. Esa persona simplemente se va al poco tiempo de estar en el local, porque no encaja, se aburre.
Otra cosa, por supuesto que no tienes que ser de El Vedado para venir. Aquí hay personas de todas las partes de Cuba o hijos de cubanos nacidos aquí. Es sencillamente tener un gusto por lo que ofrecemos y disfrutarlo, respetando el ambiente sano que creamos para nuestros clientes.
El público de hace siete años no es el mismo de ahora. Los más jóvenes tienen gustos más variados, y pueden aceptar más la música urbana, pero perfectamente oyen a Carlos Varela, o a Silvio Rodríguez.
Miami es de la fiesta y del reguetón. Pero nosotros no tenemos intención de educar a la gente, el que quiera venir y consumir lo que hacemos lo hará por sí solo, por su gusto musical. Hay gente que me ha dicho “¡cómo me hacía falta esto en mi vida¡”, sencillamente porque ponemos otro tipo de música y tenemos otro concepto.
Los retos son seguir tratando de tener buena esencia, buen producto, no quedarnos viejos. Ni ponernos repetitivos. La fórmula es buena música y buen arte. Nos gusta colaborar y apoyar otros productos que no son exactamente de VSC. Por ejemplo con Fundarte, con Copperbridge Fundation, HAPE, gente que aporta mucho por el buen contenido estético con el que trabajan con la música y la cultura cubana en general.
Con el cambio de presidente en Estados Unidos y el cierre de la embajada de este país en La Habana se ha hecho mucho más difícil traer a los artistas emergentes, a los más nuevos, porque la inversión para traerlos es mucho mayor y es muy riesgoso. No pasa tanto así con artistas más consagrados.
También hemos llevado artistas de Miami a La Habana, como los DJ Oscar G, hijo de emigrantes cubanos. Él añoraba mucho ese viaje y se quedó sorprendido por la magia de la ciudad. También llevamos a otro hijo de cubanos ALX y unos españoles llamados Chus & Ceballos. Todos ellos hacen música electrónica.
Traer y llevar artistas de ambos lados es algo que las dos ciudades agradecen, por el tipo de contenido al que pueden tener acceso. El ambiente y los espacios en los que estos encuentros suceden son casi mágicos: puedes encontrar gente emocionada, llorando, o sintiéndose muy feliz.
El intercambio cultural, no solo entre Cuba y los Estados Unidos, sino entre cualquier país que tenga tensiones entre sí, es una de las mejores maneras para darse cuenta de cuán parecidos podemos ser y cuán culturalmente ricos podemos ser, cuánto puede aportar el uno al otro. Ahí se rompen los esquemas de que “no se puede” y simplemente se disfruta del producto de uno y de otro.
La política y la cultura van por caminos diferentes: mientras una pone muros, la otra abre ventanas a un mundo que quizás no conozcas y que puede ser fascinante.
Este texto pertenece a la edición 51 de la revista OnCuba Travel: