Nacido hace 48 años Paul D. Miller, alias Dj Spooky, es un hombre del renacimiento para el nuevo milenio. En las últimas décadas ha inyectado de creatividad el espíritu de la escena electrónica con sonidos que toma especialmente de la jungla urbana. Spooky lo mismo puede armar un disco con ritmos que solo habitan en los pasillos de su mente que colocarse detrás de las máquinas para diseñar un mundo que no existe. No en vano ha puesto su firma a una frase que ha servido de guía y de referencia en el panorama de la electrónica: “Dame dos discos y te construiré un universo”.
Bien visto, no solo ha construido un universo, el illbient, sino que ha orbitado en los más diversos estilos de la electrónica y ha sido referente para DJs y productores que toman como base la experimentación y la producción de mezclas derivadas de las estéticas de vanguardia.
En un breve intercambio vía correo electrónico, Spooky dijo a OnCuba que está muy interesado en colaborar con músicos de la isla y conocer la cultura afrocubana, un propósito que guía su primera visita a la Isla para participar en la segunda edición el festival de música electrónica Eyeife, organizado por PM Records, que preside Pablo Milanés.
Spooky es una referencia obligada cuando se habla de las vanguardias musicales de Estados Unidos en los últimos veinte años. El DJ y productor, nacido en Washington, comenzó a darle forma a su carrera durante los años 80 cuando le dio de comer a su talento con la multiplicidad de sonidos que convivían en la escena del dub hasta que patentó el estilo illbient.
Este género, que tuvo una buena parte de sus orígenes en los clubes del underground de Brooklyn, es el sonido de la otra cara de la ciudad, de los ruidos del asfalto, y de las periferias urbanas. Su música es un monumento al eclecticismo. Ahí, en medio de esa amalgama, de ese cruce de caminos, convive una efectiva y contundente combinación de géneros como el ambient, el dub y el trip hop, entre muchos más, que definen esa obra que ha colocado a Dj Spooky en los altares de la electrónica que generalmente no es consumida por un público masivo y a ser cabeza de cartel en festivales que sirven de plataforma a la experimentación.
Con base de operaciones en la luminosa oscuridad de los clubes de Nueva York, sus servicios han sido solicitados por artistas de las corrientes sonoras más diversas. En su expediente aparecen colaboraciones con Sonic Youth y Yoko Ono, por solo citar tres ejemplos. Sin embargo, este tipo de intercambios creativos no es lo más relevante en la obra de un músico que ha bebido hasta la locura de los collages literarios de William Burroughs (incluso su nombre de guerra se lo debe al escritor beat) y de las propuestas filosóficas de figuras tan dispares como Nietzsche, Marx, Feuerbach y Frantz Fanon. El propio dj ha alternado sus funciones detrás de las máquinas con su faceta como escritor, algo que no ha sido muy bien comprendido en la escena de la electrónica y por una parte de la crítica dedicada a reseñar esta disciplina.
La música de Spooky tiene cierta semejanza con el caos y la sensibilidad que Jean Michel Basquiat plasmaba sobre el lienzo en blanco y por su parecido físico con el pintor estuvo a punto de representarlo en un filme inspirado en su biografía. O sea, es una obra que debe ser escuchada con atención para dejar que nos coman el oído no solo los lamentos de la jungla urbana, sino también los ruidos de ese alucinante universo que el dj ha levantado como si quisiera traducir a la música ese aventurado experimento cinematográfico que es Koyaanisqatsi.
En cualquier caso, el estadounidense se ha convertido en el amo de un universo que ha expandido las fronteras de la electrónica y la ha puesto a dialogar de frente con la filosofía y la literatura como si quisiera que en cada mezcla pudiéramos escuchar la conversación entre Burroughs, Marx y Nietzche en un café de Nueva York con el estrepitoso sonido de la ciudad como telón de fondo. Y creo que nadie con suficiente cordura se atrevería a imaginar que puede salir de ese cruce palabras con la cafeína en las venas y el vértigo del mundo sobre la cabeza.